“Ella fue la auténtica chica ye yé. No es que otras no lo fueran, pero ella representaba el paradigma de lo que entonces se entendía por una chica ye yé”. Así comienza Antonio Subirana la biografía que escribió para el CD recopilatorio “Rosalía. Todos sus EPs en Zafiro” (Rama Lama, 2003). Y es cierto. Rosalía es lo más aproximado a las ye yé francesas como Silvie Vartan, Sheila, etc. No me refiero solamente a sus canciones, sino a su aspecto físico, su modo de vestir que siempre anticipaba las modas, y su comportamiento público alejado a partes iguales de la mojigatería y el descaro con que se desenvolvían otras compañeras de camada.
Madrileña de Chamberí, Rosalía Garrido Muñoz heredó de su padre la afición artística (en sus años mozos había sido boy de Celia Gámez) y de su madre, una belleza jovial que llamó desde niña la atención. Como toda una generación de cantantes, hizo sus primeras armas en la radio en programas como “Buenos Días, María”, presentado por Ángel de Echenique y “Conozca sus Vecinos”, presentado por Juan de Toro, en el que consiguió su primer premio consistente en veinte duros y un bote de Cola Cao.
El éxito radiofónico la llevó a debutar en salas de fiestas madrileñas con dieciséis años y a hacer las primeras actuaciones fuera de la capital, destacando su viaje a Bilbao, donde actuó en la sala Arizona en varias galas. Más tarde, de vuelta en Madrid, actuará en el club Flamingo y en la parrilla del Hotel Rex.
En 1961 concurre al Festival del Duero en el que obtiene el premio del público con “Romance de Andalucía” que no verá editado en disco hasta un año después. Un amigo le presenta a Augusto Algueró que va a lanzar su carrera discográfica, presentándola en Zafiro, que la transfiere a su subsello Iberofón. El primer disco para esta marca es un EP: “Rosalía en Benidorm” (Iberofón, 1962), aunque antes había hecho alguna grabación para el sello Toreador, de la que no hemos hallado vestigios. Por entonces, Rosalía se debate entre la copla y la canción melódica, luciendo ya la voz aguda que caracterizará toda su carrera.
Su siguiente disco va a alcanzar una pizca de notoriedad gracias a su tema principal “El pañuelo manchado de rouge”. Seguirá fogueándose en programas radiofónicos, actuaciones en Madrid y algunos otros discos que venderán muy poco. Pero esto va a cambiar a partir de su EP: “Madisón” (Iberofón, 1963) y sobre todo de la versión cantada de la famosa pieza instrumental “Telstar” (Iberofón, 1963). Estos dos discos se van a vender más, pero sobre todo van a significar un cambio de estilo significativo. Bailes modernos, instrumentación más ligera y cambia los pantalones por las primeras pecaminosas minifaldas, se alisa el pelo, se peina con forma de casco con ese flequillo que conservará ya durante toda su carrera y transmite una imagen de modernidad que llama la atención de una juventud, que la convierte en un referente.
El éxito de los dos últimos discos hace que la discográfica la pase a la etiqueta principal y comience a mimar su carrera. Antes de finalizar 1963 concurre al Festival de Benidorm, donde clasifica hasta tres canciones entre las diez primeras, entre ellas “La hora” con la que ganará el certamen. El otro ganador fue el cantante Alberto. Este tema supuso para ambos un tremendo éxito y en el caso de Rosalía aparecería en dos discos distintos. En uno acompañada por Los Relámpagos y en otro con orquesta. Antes de que se le pasase el moreno playero de Benidorm, pone en circulación un excelente EP de versiones: “Dile / Cúlpale a la Bossa Nova / La Clase Acabó / Como Tú no hay Ninguno” (Zafiro, 1963), que sería todo un suceso en el escaso mercado discográfico español del momento.
Durante 1964 su principal disco será otro EP de versiones con temas como “Dominique” o “Sabato será”, que se escucharon más que los originales y es uno de los mejores de toda su carrera. En 1965 Augusto Algueró escribe varias canciones para la película “Historias de la Televisión” (José Luis Saenz de Heredia, 1965). Entre ellas se encuentra “La chica ye yé”, que en la cinta canta su protagonista Conchita Velasco, que vendió un buen montón de discos con este tema que, precisamente, intenta de algún modo ridiculizar a las ye yé, pero en el que la mujer en primera persona adquiere gran relevancia. No olvidemos que el ye yé fue un movimiento eminentemente femenino.
Algueró no acababa de ver a Conchita en funciones de ye yé forzada y propone que Rosalía grabe esta canción y la edite en formato single, dándole una imagen más fresca al tema. “La Chica Ye Yé / Muñeca de Cera” (Zafiro, 1965) vende en la versión de Rosalía más de 30.000 copias y acaba por encumbrar a la joven estrella madrileña. Aquel mismo año 65 grabará una versión de “Flamenco”, de Los Brincos, el “Do wah diddy diddy”, de Manfred Mann y hasta un disco navideño, todo ello con unas ventas más que razonables.
En 1966 va a tomar una decisión que en su momento va a considerarse como acertada y triunfal, pero que con el tiempo evidenció una cierta torpeza. Va a marchar a Argentina para abrir aquel mercado. Allí grabará nuevos discos, hará actuaciones en directo y televisión y hasta rodará una película junto al astro Palito Ortega; sin embargo, dejará el mercado y el público español desatendidos. Precisamente ese año arrancará la carrera triunfal de una cantante que había llevado una carrera paralela a Rosalía y, que de alguna manera, había sido la segunda ye yé nacional. Esta cantante que eclosiona es Karina y cuando Rosalía regresa en 1967 la jiennense se ha adueñado de buena parte de aquel sector del mercado nacional.
Cuando regresa graba dos buenos discos, un sencillo: “La Carta” (Zafiro, 1967) y un EP con cuatro canciones compuestas para ella por Juan y Junior. Ninguno de los dos da con la tecla del triunfo, al menos del triunfo entendido con mayúsculas y la estrella de Rosalía empieza a decaer. No le faltan galas por toda España, pero Zafiro no le presta la misma atención que en años anteriores. Por cierto, aquellas galas de cantantes como ella, o como Lita Torelló, o Gelu, se hacían sin grupo fijo de acompañamiento. Simplemente se enviaba a algún grupo de la zona o al que en ese momento tuviera contratado la sala las partituras y algunos discos y con eso y sin apenas ensayar se hacía la actuación. Se abarataban costes, pero a veces resultaba un tanto decepcionante.
Harta de Zafiro, pasa a Belter en 1969. Rosalía quiere dar oportunidad a un joven pianista llamado Juan Carlos Calderón e impone sus arreglos en los primeros discos para esta compañía. Belter la inscribe en festivales como Benidorm, Málaga e incluso en la preselección para Eurovisión en 1970, pero a pesar de sus buenas interpretaciones y de alcanzar siempre plaza de finalista, no logra reverdecer viejos triunfos. De aquellos años su single más recordado es “III Festival de la Canción de Málaga» (Belter, 1970) con las canciones «Siempre fuimos compañeros» y «Amor gracias». TVE la incluye en festivales internacionales como Sopot o Varadero, en el que participa en un paquete de artistas españoles compuesto por Los Bravos, Michel, Luis Gardey y ella misma. Como se ve, todos ellos nombres ilustres que ya habían visto pasar sus mejores momentos. También participa con asiduidad en actuaciones oficiales organizadas por el Ministerio de Información y Turismo para nuestros emigrantes en Suiza y Alemania.
Cerca del final de su carrera, aún obtendría de la mano de Algueró un éxito menor con “Los Dos” (Belter, 1972), que sería uno de sus últimos discos. Rosalía se había casado en 1968 con Ernesto Ortiz de Zárate, a quien conoció en su época argentina. Él se convirtió en su primer fan y la animó a continuar con su carrera y no retirarse tras la marcha nupcial como hacían la mayoría de sus coetáneas. Pero cuando en 1974 nace Ernesto, su único hijo, la cantante opta por retirarse del mundo del espectáculo. Una retirada que no tendría vuelta de hoja. En los 90 fijó su residencia en Campello (Alicante), donde fue concejala, aunque actualmente se confiesa desencantada de la política y vive dedicada únicamente a su familia. Se le ha requerido en muchas ocasiones para regresos y declaraciones en programas televisivos, pero Rosalía siempre se ha negado, aduciendo que quiere ser recordada como aquella chica ye ye de los 60 y 70. Una discografía difícil de conseguir, pues a pesar de su extensión en años y discos, apenas se ha reeditado una pequeña parte, lo que hace que pueda aparecer algo incompleta. Su voz aguda, sus minifaldas, su aire francés la convierten en una de las ye yé arquetípicas como escribía en el primer renglón de este perfil biográfico.
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