Como con los temas de Algueró no acababa de despegar la carrera de Rosalía, Iberofón la pone bajo la batuta del veterano Luis Araque, que tanto había colaborado en el triunfo de las Hermanas Fleta la década anterior. Luis se da cuenta que es preciso buscar canciones más juveniles y frescas para potenciar la voz y la imagen moderna de la cantante. Este propósito lo va a lograr a medias, pues toda la modernidad de la que era capaz Araque era tocar rock and roll con una nutrida orquesta, pero al menos va a lograr el primer disco moderno de Rosalía, alejándola de la canción para niños y de las pesadas melodías. Con todo, rezuma music hall y sus arreglos suenan rancios; sin embargo, queda claro que las canciones rítmicas y saltarinas le van mejor a Rosalía que las melodías de corte más clásico.
Un madison y un rock and roll llenan la cara A, mientras que la cara B está encomendada a un twist y otro rock and roll. Pero les aseguro que con los arreglos orquestales cargados de vientos y coros todo suena bastante parecido, haciéndose un ejercicio de imaginación el adivinar cuáles son las diferencias de estos tres ritmos.
La contraportada ofrece un delicioso texto muy de la época en la que intenta convencer al presunto comprador de las bondades del disco: “Rosalía, representante de la nueva ola, sigue triunfando en todas sus actuaciones. Es la intérprete más prometedora en el campo de la música moderna. Su innato sentido del ritmo, su cautivadora personalidad, la han hecho acreedora del aplauso unánime de todo nuestro público. Todos los jóvenes reclaman sus discos y se han constiutido en sus incondicionales seguidores”.