Casi once años después de sus primeras grabaciones, Rosalía, aquella adolescente gritona que ahora ya tenía treinta años, cierra su carrera con este single discreto que no obtuvo la menor repercusión mediática o comercial. Más centrada en su vida familiar, aún trabajaría durante un año más para después del nacimiento de su hijo Ernesto retirarse definitivamente del mundo de la farándula musical, dejando un sabor agridulce. Dulce por sus buenos discos y su entrega al oficio de cantante, agria porque no acabó nunca de conquistar ese particular Olimpo de las cantantes españolas que sin duda merecía.
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