En la calle Fábrica Vieja, de Granada vino al mundo María Ángeles Rodríguez Fernández. Su padre, que con el tiempo sería su representante y mejor aliado artístico, era un cantante aficionado y en casa la radio estaba puesta a todas horas. Pronto dejó los estudios de bachillerato para dedicarse a cantar. A los trece años, inscrita por su hermana mayor, se presenta a un concurso de Radio Granada: «Música al Azar», con eliminatorias en los estudios de la emisora y victoriosa final en el teatro Isabel la Católica. La suerte estaba echada, Gelu, sobrenombre con el que la bautizó su hermano, iba a ser cantante. En esos años, su padre la había matriculado en el Conservatorio de su ciudad y en las clases particulares del maestro Novi, con quien aprendería los secretos de la voz.
Tras su triunfo granadino, se traslada a Madrid, pero allí, tras una prueba para la cadena SER, el experto de turno dictamina: “No sirve para cantar delante de un micrófono”. Con todo, vuelve a ganar en el concurso «Conozca a sus Vecinos» y su padre recurre a otro ilustre granadino, el periodista Tico Medina, que, a su vez, le recomienda a Jesús Alvárez, que trabajaba ya en una incipiente televisión de cartón piedra. Actúa en directo en un programa de televisión y empieza a ser una voz conocida. Regresa a Granada y actúa durante el verano de 1959 en el Balneario de Lanjarón. Algún directivo de La Voz de su Amo tiene ocasión de escucharla y convence a la familia Rodríguez de que allí, la niña no tiene ningún futuro y les recomienda trasladarse a una ciudad con mayores oportunidades.
La siguiente salida, en 1960, tiene Barcelona como destino, donde están radicadas casi todas las discográficas. Con quince años graba ocho canciones para La Voz de su Amo, que aparecerán en dos EP ese mismo año. En el primero de ellos, un par de títulos que se escucharán por doquier: “Los gitanos” y “Después de seis tequilas”, que la darán a conocer en toda España. Su voz aguda y juvenil, sus grititos y su especial afán en no parecerse a ninguna figura extranjera, aunque cantase sus mismos repertorios, la van a convertir pronto en una máxima figura de lo que entonces se llamó nueva ola y poco más tarde ye yé.
En sus primeros discos encontramos a una Gelu dedicada sobre todo a versionear canciones sudamericanas y francesas; sin embargo a partir de 1962 comienza a grabar éxitos italianos de Mina y Rita Pavone, con quienes su voz guardaba un cierto parecido. Temas como “Siempre es domingo”, “Renato”, “Enamorada” y “El partido de fútbol” la convirtieron entre 1962 y 1964 en la principal voz femenina española y en una de las mayores vendedoras de discos. Su buena voz, sus preciosos ojos verdes y su entrega juvenil hacían de sus directos auténticas fiestas. Son años en que graba mucho y con escaso criterio, pero en los que, al lado de canciones rutinarias, desliza interpretaciones realmente memorables. Pronto Rosalía, Betina y otras le disputan su trono, pero Gelu siempre fue la reina ye ye.
En 1964 conoce a Tito Mora, uno de los grandes cantantes del momento, con quien mantiene un sonado romance, y graba a dúo un par de discos. También colabora con Los Mustang y actúa a menudo en Portugal. Al año siguiente también hará una gira por América, New York incluido. Es la época italiana de Gelu y la mayor parte de sus canciones proceden del país trasalpino. Entre 1963 y 1965 es declarada por los oyentes del programa «Discomanía», de Raúl Matas, mejor cantante femenina española. Entonces no había listas de ventas, pero el citado programa de la cadena SER era escuchado por un millón de personas cada tarde.
En 1965 y 1966 la voz femenina en el pop internacional se llama Petula Clark y Gelu hará versiones de sus temas que, como antes había pasado con la pecosilla Rita Pavone, se venderán más que los originales. Es su época pop con la canción inglesa como horizonte. A partir de esa fecha, los conjuntos mandan y las chicas ye yé deshacen sus peinados cardados y sus canciones románticas, pasando a un segundo plano. Gelu, definitivamente afincada en Cataluña, aún grabará algunos singles más que ya no se venderán tan bien como en años anteriores.
En pleno declive de su carrera conoce al cantante catalán Santy, bastante famoso en su tierra y apenas conocido fuera de ella. Se casan en 1968 y ambos abandonan sus carreras musicales poco después. Con veinticuatro años Gelu hace sus últimas apariciones en público. No le faltaron tentadoras ofertas, pero la estrella juvenil nunca volvió a los escenarios ni a las grabaciones.
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