Si se suponía que los 90 iban a pasar a la historia por ser la década en la que triunfaría el indie que trajo el noise pop, o que se la recordaría por los aguerridos sonidos que provenían de los rincones más montaraces de barrios como Malasaña en Madrid, ¿cómo es posible que llegase a prosperar una propuesta como la de Piolines? ¿Cómo es que una banda que salía con caretas de lo más variopinto o vestidos de canarios para tocar en directo, que utilizaban la contundencia del punk para disimular quizás deficiencias técnicas y que eran capaz de facturar álbumes de más de 40 temas que apenas llegaban al medio minuto aguantaran más de un disco? Danni Danniel (cantante y guitarrista) señala una posible razón para la acogida que tuvieron: “Nos lo pasábamos bien y eso se transmite, supongo”. Para el fanzine Pogo en Togo, Enano (batería) dejaba claro desde el principio: “Los Piolines siempre fuimos una broma (…) Nos importaba pasarlo bien”.
El nido en el que se gestaron Piolines es Radio Vallekas. La emisora funcionaba entonces en la Avenida de la Albufera en Madrid, y en ella andaban involucrados los que luego serían componentes del grupo. Y a la emisora entró un día Pablo López, de Rumble Records, con la noticia de que por 30.000 pesetas era posible convencer al grupo californiano JChurch para que incluyeran España en la gira europea que iban a hacer. Entre treinta personas, a razón de “mil pelas por cabeza”, organizaron el concierto en el que era entonces su lugar de reunión habitual, un garito en Huertas llamado La Granja Margarita. No contentos con eso, y considerando la necesidad de un grupo telonero que los acompañara deciden montar entre algunos colegas un combo al que llaman El Grupo Enmascarado. Danni cuenta cómo resultó la cosa: “Tocamos un puñado de versiones consiguiendo dar un espectáculo bastante lamentable”.
Pero a pesar de ello deciden repetir tanto en la organización de concierto como en la actuación de teloneros, para lo que consiguen traer a Shock Treatment. En esta ocasión es el propio Pablo Rumble el que toma la iniciativa y decide utilizar el nombre de Piolines en los carteles anunciadores para presentar a la formación que acompañaría a los de Castellón. En la elección se acordó del dibujo de un canario muerto dentro de una jaula con la leyenda que rezaba Piolín Records hecha por Enano sobre la idea de Adicto (SDO 100% Vegetal y Zinc). “Más tarde, mitad por pereza, mitad porque nos parecía lo suficientemente imbécil, pues nos lo quedamos” nos cuentan.
Danni y Enano, supervivientes de esas dos actuaciones, contactan con Pústula Andress –Merche- (bajo y voz) y convencen a Big Hermann –Germán- (guitarra), que en realidad siempre estuvo allí, para conformar Piolines de una vez por todas.
Enterados de que en un antiguo colegio ocupado en la calle Seco se estaban habilitando locales de ensayo, acuden para empezar a practicar. En ese centro surgirían también bandas como Denak, Manufacturas Metálicas, Micromachines, Fast Food, Desertores del Rebaño o Aerobitch, banda esta última en la que llegaría a tocar la batería Enano, que también había formado parte de Irene Villa y las Víctimas del Terrorismo. Pústula había cantado en Escuela Muerte, pertenecido brevemente a Urizen y colaborado con Las Viboras; Danni había tocado con Los Hijos no Deseados (en La Línea, Cádiz) y Partisanos (Salamanca) y Big Hermann “tenía un pasado oscuro dentro del rock pesado”.
El debut en directo se produce en 1993 en un festival solidario en Vallecas. Todavía recuerdan detalles de aquel evento: “Tocamos tras un mariachi y en los carteles se equivocaron y pusieron Los Violines. En ese concierto participó también Miguel Oñate, de Asfalto, estaba muy indignado porque su nombre salía al mismo tamaño que el nuestro en el cartel”.
Tienen claro desde el principio los parámetros que definen a la banda: “Desde nuestro nacimiento ya estábamos predestinados a una trágica carrera donde la estupidez reinaba y hacíamos bromas sobre nuestra inutilidad y pericia compositiva”. Y es que en realidad el único que tiene bases de solfeo es Hermann, “los demás éramos unos torpes musicales. O sea, intentábamos hacer una cosa y no nos salía… Y en lugar de frustrarnos, pues a aprovecharlo” cuenta Danni. De hecho cuando le preguntamos por las referencias musicales que tuvieron en los comienzos nos remiten a Thee Milshakes o Thee Mighty Caesars, porque pensaron que “era una cosa que nos parecía fácil de imitar, pero empezamos a ensayar y no nos salió del todo bien”. Grandes aficionados a una gran variedad de música, sus gustos pronto calaron en la música que facturaría la banda.
Pronto grabarían su primer trabajo, en 1994, en el mismo local de ensayo. Trabajaron con Ángel Álvarez, utilizando un rudimentario ocho pistas. “¡Viva La Quimioterapia!” (Dígaselo con Flores, 1994) salió autoeditado con una tirada de 500 copias. Calva de Yul Brynner para celebrar los tratamientos anticancer en la portada. “Diez mongoladas con sonido ratonero a tope” decía Enano sobre el disco en el relato de la trayectoria del grupo para Pogo en Togo.
Tras la salida a la calle del álbum empiezan a tocar allí donde les llaman. Pero lo hacen de una manera peculiar, disfrazándose. “Aunque te parezca mentira por aquel entonces no lo hacía nadie… al principio nos disfrazábamos, nos travestíamos y esas cosas. Después le mandaron al enano unas mascaras desde México cuando aquí era imposible encontrarlas ni la gente había oído hablar de Blue Demon ni nada de eso, pero dejamos de usarlas porque era muy incómodo (sobre todo para mí por las gafas) y porque a los tres conciertos empezaban a oler raro pero siempre tuvimos claro lo de salir disfrazados de alguna manera”, nos cuenta Danni. Cambiarían luego a uniformes “en plan orquesta antigua pero con estampado de leopardo”. Al final aparecerían con gorro de pájaro y mono amarillo a juego o con pijamas.
Piolines empezaban así a fraguar su leyenda a base de un modo de actuar personal que también trabajarían, por ejemplo, Ulan Bator Trío, Webelos o Capitán Entresijos, con el que decían sentir una conexión musical, sobre todo cuando trabajaba en solitario, con un bajo como único argumento musical. Provocación, irreverencia…“Había una falta notable de sentido del humor, y al fin y al cabo, como éramos muy malos instrumentistas, pues como que lo de ser un grupo-chiste era nuestra opción natural”, señala Danni. “No se buscaba provocar por provocar ni nada de eso, pero siempre nos gustó tocar los cojones, eso es verdad. Hubo días mientras sacábamos canciones en el local (jamás nadie trajo nada pensado de casa) que apenas podíamos ni tocar de los ataques de risa que nos daban”, continúa.
Surge la cuestión de si la actitud del grupo nace como reacción al panorama musical existente en el momento de su aparición. “A principios de los 90 el punk político ya nos había empezado a aburrir a base de eslóganes y lugares comunes y comenzaba a llegar eso de hardcore melódico y el grunge que musicalmente eran más interesantes, aunque acabaron convirtiéndose en una pesadilla. También estaba el indie que ya había comenzado a hacer mucho daño. Básicamente había una falta de sentido del humor tremenda”.
Dígaselo con Flores no tendría continuidad. Especialmente después de que Iñigo Munster les ofrece sacar los siguientes trabajos de la banda. Les conocía desde hace un tiempo y el hecho de coincidir con Enano en la distribuidora Comforte no hizo sino acercarle más a Piolines.
Graban de nuevo con Ángel Álvarez, aunque en esta ocasión en los estudios que tenía con Javier Almendral en el número 7 de la calle Génova, y en unas sesiones tensas que se vieron afectadas por la “etapa un tanto asocial” que atravesaba el técnico. El resultado de una de esas grabaciones se envió al tristemente desaparecido Bill Bartell, miembro de White Flag y responsable de Gasatanka Records. Su participación en la primera reunificación de The Zeros le puso en contacto con la órbita de Munster y Enano, y la atracción que sentían por White Flag (“un gran grupo porque une el punk con el humor”) les animó a mandar la cinta.
El norteamericano accedió y encontró tiempo para pasar algunos días por Madrid. La banda nos confiesa que en su decisión debieron de primar algo más que razones musicales: “Básicamente Bill quería sexo con el Enano («Pequeño diablo» lo llamaba él) por eso accedió a producirnos. Bueno, más que producirnos dio muchas ideas y metió alguna guitarra. Nos lo pasamos muy bien aunque el resultado es demencialmente desastroso”. En similares términos se expresaba el Enano cuando describía el material grabado: “El disco es atroz, parece el resultado de una pandilla de drogados. Suena como si estuviera grabado en una cueva, el sonido está tan comprimido que los instrumentos suenan como una zambomba. Metimos tantas guitarras y mierdas que luego fue una puta locura a la hora de mezclar”.
El total de veinte temas que habían preparado vieron la luz en una edición muy particular. Por un lado, los temas registrados con Bill Bartell salieron en formato CD bajo el nombre “No Quiero Pensar” (Munster, 1996), mientras que en una versión de doble EP con portada diferente, “Anunciado en T.V.” (Munster, 1996), salieron muchas de las canciones que se habían grabado unos meses antes de trabajar con el músico y productor estadounidense. El porqué se decantaron por esta opción nos lo responden ellos mismos: “Por aquel entonces nos pareció buena idea. Esperábamos que algún incauto se comprase los dos pensando que eran discos distintos”.
Marcando cierta distancia con respecto al primer trabajo, Piolines consolida el sonido y actitud que le distinguiría desde entonces. Punk mongol, cacharril, irreverente, troglodita, aberrante… Conscientes de estar transitando senderos muy personales y poco frecuentados antes, ellos mismos buscaron la mejor manera de definir su música: “Hubo un tiempo que la etiquetamos nosotros mismos como “piedrasonic”, y en lugar de hablar de canciones hablábamos de «peladillas»”.
Presentaron el disco en la sala Siroco tocando con Kenny Harpers, que les acompañarían en la mini gira que hicieron teloneando a Mojo Nixon. Tocarían también con La Banda Trapera del Río en la sala El Sol, en la vuelta de los catalanes a la actividad, motivados precisamente por el interés que Munster mostró por ellos. El Enano recordaba bien aquella actuación cuando escribía sobre la trayectoria de la banda: “Se empeñaron en tocar con nuestro equipo. Aún tengo grabado en la retina las miradas de odio de Rafa Pulido, el batería porque, cada vez que la golpeaba, alguna pieza salía volando, o el Tío Modes, con terror al no entender la lógica del amplificador que le dimos. El tío flipaba en colores”.
Cambiaron el local de ensayo, yéndose a unos situados en la calle San Bernardo, donde predominaban los malos olores, humedades, marihuana y cartas de papel impregnado de LSD. En el nuevo campamento base trabajarían las versiones de The Monks que luego aparecerían en “Munsterama” (Munster, 1996), caso de “Hijo de puta”, junto a La Secta, Cerebros Exprimidos, The Magic Teapot o Parkinson DC y en el sencillo “Fuckin’ Navidad” (Munster, 1996). Este disco navideño incluía el tema “Soy un mazapán”, acompañando las canciones de Kenny Harpers, Solex y Ulan Bator Trío. Ese mismo año enviaron el tema “La hormiguita punk”, en versión diferente a la incluida en «Anunciado en T.V.», grabada con ayuda de Guillermo Momonje, al CD que acompañaba al fanzine N.O.T., “El Ataque de la Gente N.O.T.” (N.O.T., 1996).
También colaboraron con una versión para el disco homenaje a Fórmula V: “Tributo a Fórmula V” (Aleluia, 1997). CD de 18 temas en el que incluyeron “Tu amor, mi amor” junto a canciones de bandas como La Buena Vida, El Niño Gusano, Alpino, Meteoro, Matamala, Sexy Sadie, Los Negativos,Intronautas, etc.. La canción de Piolines, junto a las anteriores versiones de The Monks se grabaron en los estudios que tenía Lagarto (Los Imposibles) cerca de Ópera.
La participación en recopilatorios o samplers del sello se vería ampliada con el CD “Munster Jukebox Hits” (Munster, 1997), donde colocaron su “Qué hay para cenar” junto a los temas que aportaban hasta 24 bandas como La Secta, Celibate Rifles, Onyas, Mashed Potatoes, Pussycats…
Piolines volverían a la carga con un disco para el que utilizaron los estudios Kirios, gracias a la oferta que les hizo David Garralón, técnico y ayudante de sonido que trabajaba allí. “Estaba aprendiendo y le dejaban un par de salas que no estaban ocupadas los fines de semana para que se sacase unas perras. Allá que fuimos y se grabó en cuatro días”. Lejos de amilanarse por estar utilizando una sala acondicionada para una orquesta en la que habían trabajado artistas de renombre en las antípodas musicales como Julio Iglesias o Rocío Jurado, la banda madrileña registró una cantidad ingente de canciones. Más de cuarenta, eso sí muy pocas llegando al minuto.
El disco, que estuvo a punto de titularse “ETA Sí. Piolines No”, terminaría saliendo a la calle como «Buen Provecho» (Munster, 1998). Disco recargado no sólo de canciones, sino de detalles y efectos que se incluyeron en las Torres Picasso, con Sergio Delgado como responsable de todos los samplers y cuñas que acompañan la música del trabajo.
Poco amigos de la autocontemplación es sin embargo, a la hora de valorar el disco, donde más rotundos se muestran. El Enano probablemente resume la opinión consensuada de la banda cuando escribía: “Personalmente me encanta como suena. Sin duda lo mejor que hicimos. Barullero, caótico pero a la vez contundente”.
Época activa para Piolines, Quino González, realizador de televisión, que trabajaba por entonces en un canal que sirvió como plataforma de pruebas para lanzar lo que luego sería 40TV, elabora una película corta ambientada con la banda en la carretera. En concreto tocando en Pradejón (La Rioja). De entre los amigos cercanos al grupo que les acompañaban para la ocasión se podía reconocer a miembros de otras bandas del entorno próximo (Solex, futuros Los Caballos de Dusseldorf). La cinta se distribuiría acompañando a «Buen Provecho».
Siguieron nuevas descargas desde las activas oficinas de Munster, en las que seguían concibiéndose inagotablemente trabajos de presentación de bandas del sello o afines al mismo. En un intento de compensar el ejercicio de autocensura que se aplicaron a la hora de escoger el título del disco anterior de Piolines, para la nueva entrega los de Iñigo Munster eligieron “Se Acabó la Tregua” (Munster, 1998), haciéndolo coincidir con la recién firmada entre la banda armada y el gobierno. Los madrileños aportaban “Voy a volar” en un disco en el que aparecían también cortes de Atom Rhumba, Desechables, Ben Vaugh, Knockouts, Los Perros, Cerebros Exprimidos… hasta completar un total de 15 bandas.
Compañeros en muchas batallas, Eva y Murky, responsables de Alehop! contarían con Piolines para “La Cagarruta Sónica” (Alehop!, 1998) y años más tarde en “La Legaña Sinfónica” (Alehop!, 2003). En el primero, incluyeron “Más café”, grabado en unos estudios de la zona de Oporto, en el que además colaboraría Guiller Momonje, además de en las cuestiones técnicas de grabación, con un teclado. En el segundo disco contribuyeron con “Sabemos lo que nos jugamos”, un «corta-pega» ejecutado por Danni en sus primero pinitos en cuestiones de informática con aplicaciones musicales. La participación en los dos recopilatorios no hizo sino certificar la comunión con unos principios y modos de entender la música y la industria a su alrededor como los que regían en el pequeño sello madrileño, auténtica guarida para bandas sin par como Atom Rhumba, Pretty Fuck Luck, Solex, Jugos Lixiviados, Capitán Entresijos, Laluli, Guiller Momonje, Ginferno …
También se les llevó a recopilatorios en otras compañías que prestaban hueco a Munster para poder presentar su producto fuera de nuestras fronteras. Así Piolines incluían tomas inéditas o diferentes como “Motorhead” y “Hombre lobo” en el “Munster Records Presents Punkin’” (Hell Yeah, 1999) junto a compañeros de sello habituales. El disco vería la luz tanto en Hell Yeah, filial de Dionysus Records, como en Munster.
El grupo madrileño se granjeó reconocimiento entre muchos de sus compañeros de escena. Ejemplos del mismo son por ejemplo las versiones que hicieron Blind River de “Some day” para el “Never Trust a Punk” (Rumble ,1996), una colección de Rumble Records en la que también participarían ellos mismos, en concreto en “Never Trust a Punk vol. II” (Rumble, 2000) con el tema “Chupacabras” y mucho más tarde en “Never Trust a Punk vol. III” (Rumble, 2011) con “Pocas nueces”.
Piolines vive quizás su mejor momento en lo que se refiere a actuaciones, que hacían frecuentemente acompañados de Capitán Entresijos en su furgoneta, y en lo que a salida en revistas y medios especializados se refiere.
Enano recordaba de los conciertos su brevedad: “Como mucho duraban media hora, aunque en ocasiones podían llegar a los tres cuartos debido a la imposibilidad de tocar todo el repertorio de un tirón”. Cuando les pedimos una pequeña lista de los mejores momentos su respuesta incluye actuaciones en centros okupados “en el que hasta los perros iban de ácido”, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid en las primeras ediciones del Festimad, en un pueblo con cinco habitantes… A los conciertos ya mencionados antes se añaden los que dieron con Mr. T Experience o Legal Weapon, las visitas a Castellón para tocar con Shock Treatment, a Bilbao para hacerlo con Atom Rhumba, a Zaragoza con Kanzer d’Eskroto (que llegaron a incluir posteriormente una versión de su “J.A.S.P.”)y Ortega Lara y Los Klaustrofóbicos.
Se sentían a gusto con muchas de las bandas con las que coincidían: Capitán Entresijos, Webelos, Frogger, Aerobitch, Fast Food y Denak, Kanzer d’Eskroto…
En la entrevista concedida a Ruta66, en su número 148 de 1999, daban la razón al periodista, J. F. León, cuando les preguntaba si efectivamente el tema “Todas las canciones son iguales” incluido en “Buen Provecho” resumía cómo elaboraba su repertorio la banda: “Pues creo que resume perfectamente la filosofía compositiva de Piolines, el mismo ritmo sin ton ni son. Juntamos acordes que cambiamos de orden, y no siempre…” De poco contenido de valor para el historiador interesado en la banda por su tono irreverente, la comunicación terminaba con el siguiente vaticinio acerca de lo que le podía deparar su futuro: “La autodestrucción, nuestra finalidad es agotarse y desaparecer”.
El nuevo destino que adoptase el grupo como local de ensayo fue el Rock Palace. La mudanza se hizo junto a Solex. Admiten cierta coincidencia entre el cambio de ubicación y la falta de objetivos para seguir; o al menos de la motivación para llevarlos a cabo, o sencillamente de la falta de tiempo para ello por las responsabilidades particulares de cada uno: “Cada vez teníamos menos tiempo y también había una necesidad de cambiar de fórmula para no aburrirnos”, dejó escrito Enano.
De hecho diseñan planes cada vez más complicados: grabar un disco de 100 canciones (al que titularían “100 Efectos de Sonido”) utilizando mil y un estudios diferentes en los que se grabarían sólo algunos detalles concretos, para que resultase casi a coste cero. “Desde el comienzo aquello fue un despropósito (…) Creo que se grabaron 70 diferentes baterías de canciones. Tomas a la primera, sin repetir ninguna. El pedal era nuevo y la caja prestada”, indicaba Enano. “La batería y las guitarras de referencia se grabaron en un estudio Danni Danniel grabó sus guitarras en un estudio de sonido de Cadena 100 y Big Herman las suyas en el estudio de sonido de 40TV. Las voces y el bajo en los estudios Euram”, siguen contándonos. “Eso sin contar con las chorradas y tonterías variadas, que aún están pendientes” continúa Enano. “El grupo ya apenas ensayaba y el disco quedó a medio mezclar. Si algún día conseguimos acabarlo lo llamaremos «Por fin Serafín»”, concluye finalmente el guitarrista.
El material que iban acumulando respondía más a criterios de cantidad que calidad, según indicaban. De alguna manera el proyecto de dejar como testimonio final un gran disco se iba convirtiendo inexorablemente en una carga que sobre todo no cumplía el requisito principal que se habían planteado desde los inicios del grupo: pasárselo bien.
El caso es que a pesar de todo y para agrandar quizás la leyenda, una escucha del material que ya tenían medio perfilado para el nuevo disco revela que no se había bajado ni un ápice en la intensidad. Danni cree ver en estos temas una evolución con respecto a “Buen Provecho”, con más melodías, más variado y “letras más curradas”. En cualquier caso, los temas que iban a conformar dicho disco junto a los que grabó el grupo para recopilatorios varios que no llegaron a buen puerto (un trabajo para Fonomusic -más bien un subsello que se quería hacer con material punk y similares- en el que iban a incluir una versión de Wire y otra de Los Secretos de la época anterior a «Anunciado en la Televisión», o la versión de un tema de Obús para un disco homenaje de Subterfuge que grabarían en la misma sesión en la que se registró el «¡Viva la Quimioterapia!») se quedaron sin poder ver la luz.
Las últimas veces que subieron a un escenario corresponden a la fiesta de cumpleaños de Capitán Entresijos, que cantó «El jevi no es violencia» con ellos, al que dieron con Pústula embarazada alrededor del 2002-2003 y en el que bajaron el telón en el Juglar, en la presentación de disco de Mushitcians.
Al respecto de una posible fecha oficial de disolución nos respondían: “Simplemente la vida nos iba dejando menos tiempo libre cada día que pasaba. Dejamos el local y empezamos a ensayar el locales por horas, y cada vez los ensayos se iban distanciando entre sí más y más… hasta que se acabó”.
Tras la experiencia con Piolines ninguno de los cuatro se involucró en aventuras musicales de calado: “Big Herman y Danni Danniel han hecho sus pinitos con los samplers y los ordenadores en solitario con paupérrimos resultados”, Enano se ha centrado en su trabajo en Munster y Beat Generation y “Pústula Andress aún está intentando amortizar un contrabajo que se compró hace 10 años”.
Piolines dejó huella en aquellos que tuvieron la oportunidad de verlos en directo o escuchar sus discos con el grupo todavía en activo. Nos interesa saber qué impresión creen que dejaron tras de sí: “Algunos lo recuerdan como un mal sueño provocado por una digestión pesada. Aunque hay gente que nos echa de menos y periódicamente nos encontramos con alguien que trata de convencernos para que volvamos a tocar aunque sólo sea un concierto; ilusos”.
Inigualables en lo que a componer punk fraude se refiere, como también gustaban definir su música, Piolines fueron un más que saludable ejercicio de irreverencia arropado de música contundente. Para muchos puntal del género en versión aberrante en nuestro país.
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