Piolines atacaron ya con toda la artillería para editar su tercer trabajo. Si en “Anunciado en T.V.” (Munster, 1995) se fueron a la veintena de temas, en este “Buen Provecho” (Munster, 1998) son ya más de 40 los cortes que incluyen. Además venía recargado de efectos, cuñas y artificios que incluyeron aprovechando el hueco que les ofreció en los estudios Kirios de Madrid, el técnico David Garralón y las mezclas en Torre Picasso que les hizo Sergio Delgado.
Perfectamente reconocibles con respecto a las pistas que ya habían ofrecido en el trabajo anterior, el cuarteto no descuidó la vena contundente y dura que, a pesar de su carácter eminentemente festivo y jocoso manifestado desde el principio con la intro de “No tengo ritmo“, siempre pusieron a su música. Así el nutrido ramillete de salvajadas como “I wanna be Motorhead“, “El express“, “Insomnio“, “Veredicto“, “J.A.S.P.” y un largo etcetera cumplen con creces con el perfil de banda muy en forma en lo referente al punk rock duro.
También saben mostrarse trogloditas, primitivos en momentos como “Ciclo vital“, “Castidad, Celibato, compromiso” o la sobresaliente “El hombre de Cromañon“. Existencias centradas en satisfacer los instintos vitales más primarios de supervivencia y sobre todo de reproducción. Yo me acuerdo algo de Ulan Bator Trio con estas cuestiones.
Desarrollan a su vez la vertiente más cacharril, apuntando un entrañable acercamiento a zonas transitadas por Devo, Patrullero Mancuso o los Siniestro Total de “Siniestro Total II: El Regreso” (DRO, 1983) (escúchese “Hong Kong“, “Los Muñecos” o “Pacto social“, si se me pide aclarar tanta especificidad en los discos de los gallegos). Pero son ciertamente Piolines, 100 por 100 un sonido que al menos yo no he oído nunca antes cuando se lanzan al “Fistro o Fistroman“, “Acero inglés“, “Aplanando” o la insuperable “La invasión de los Chiquitos del espacio exterior“.
Combinación acertadísima de aderezos como en “Vichiname“, que sale deliciosa, melodías (sí melodías) tras cortinas sónicas (“Soy tan feliz“, “Todas las canciones son iguales“) … muchos argumentos y muy variados.
La vuelta a la caña burra en la recta final la inician en “Wanna be an ultraliberal“, siguen escatológicos en “Por favor deja de sodomizarme que tengo almorranas” (por cierto ¿es mucho volver a insistir con la comparación con los gallegos si se menciona que esto de los títulos largos recuerda al “Al que eyacula Dios le ayuda“, “Más vale ser punkie que maricón de playa“…?) y aún quedan algunos cartuchos para que Pustula Andres se muestre como fémina implacable del punk ratonero.
Las letras merecerían capítulo aparte. ¿Simplemente irreverentes? Yo creo que no. Cuando menos muy ingeniosas. El rollo de discoteca del “Fiebre del Saturday night” (una especie de “Disco Pocho” de Derribos Arias) lo despachan con un: “Me lleva una a su casa y me decide con cariño / ten cuidado al entrar no despiertes a los niños“.
Lo peor del disco fue que, al ser el último que facturaron, lo mismo tuvo algo de agotamiento de las baterías de la creatividad de Piolines; o al menos supuso para el siguiente, que quedó inconcluso, una referencia demasiado exigente. Por lo demás uno de esos discos a salvar y llevarte contigo en caso de incendio en tu casa.