El origen de La Banda Trapera del Río hay que buscarlo en las cloacas, en las barriadas periféricas de Barcelona, en concreto en Cornellá, territorio de clase trabajadora, de currantes de barrio. Orgullosos de ello, hicieron bandera de su condición de ratas de alcantarilla, de su origen en una de las muchas colmenas urbanas en las que “lo único que crece son los cuartelillos de la policía”. Banda mítica que arrastró siempre un regusto amargo de fracaso, lastrados por una apuesta suicida de provocación, trataron de aprovechar las oportunidades que le brindaron los intentos de recuperación de su memoria. Como su leyenda merece, se han elaborado crónicas de excepción de su trayectoria, como la realizada por el periodista musical Jaime Gonzalo -“Escupidos de la Boca de Dios” (Jaime Gonzalo, 2007)-, que precisamente iniciaba su carrera en paralelo a las primeras actividades de la banda. De hecho él formó parte del batallón de destacados que se aventuraron, desde el corazón de la ciudad hasta el peligroso ecosistema de La Banda Trapera del Río para conocer in situ al grupo.
Así describía Cornellá en 1973, Miguel Ángel Sánchez –Morfi Grei- (cantante) a Jaime Gonzalo: “Ya antes de que entrara la heroína y la cocaína, aquello fue un caldo de cultivo excelente para familias desestructuradas, quinquis, bandas… Pero no hay que pintarlo todo así. Allí vivía gente muy digna, gente trabajadora como mis padres”. El propio Morfi trabajó en la ferretería de sus padres o en empresas de fabricación de componentes para automóviles, lo que le simplificó bastante su dedicación por las tarde a cuestiones musicales. Es con algunos de los amigos con los que acudía a conciertos, como es el caso de Manuel Verdún, -El Loli- con los que iniciará lo que luego terminó en consolidarse en núcleo de La Banda Trapera del Río. Con Morfi a la voz y guitarra, El Loli a la guitarra, Juan Pastor a la batería y Joaquín al bajo, el grupo dio su primera actuación en el concierto en homenaje a una miliciana republicana (Lina Odena) que tuvo lugar el 13 de noviembre de 1976. También de su grupo íntimo de amistades sale el que hiciera las veces de mánager durante mucho tiempo: Chiri.
La explicación del nombre escogido la da Morfi: “Banda porque éramos una banda, Trapera porque nos vestíamos con lo que encontrábamos en los cubos de basura, y del Río por el río Llobregat”. No fueron muchas las veces que tocaron con la primera formación arriba mencionada. Un par de actuaciones, en el Mercat de las Flors, en el Colegio de San Ildefonso… La mayoría de ellas asociadas a la conexión del cantante con organizaciones políticas de raigambre obreras, como el PSUC.
En la primera ocasión en la que la banda se renueva, entrará uno de los miembros históricos, Juan Pulido -Raf-, que además de contribuir a apuntalar desde la batería el que sería sonido distintivo del grupo, ayudaría en las letras de las canciones. Raf dejaba a la banda de rock sinfónico con la que tocaba para participar lo que en palabras suyas era “el completo desastre” de la Trapera. Asimismo, Salvador Solano -Rayban o El Llobregat- ocupa el puesto de bajista. Por entonces, el repertorio de la banda está compuesto principalmente por versiones de los Teen Tops y algún tema propio, entre los que cabe destacar dos de los que pasarían a ser clásicos de su cancionero, como “La regla” y “Ciutat podrida”. Son precisamente estas dos canciones buena muestra del impacto que La Banda Trapera del Río supone en la escena musical de los 70. Auténticos odas agrias de alcantarilla acerca del paso de niña a mujer y del aturdimiento de una gran urbe.
En esta primera etapa, la banda acoge a diferentes guitarras. Entre ellos cabe mencionar, por lo peculiar de su participación, el paso de dos guitarristas argentinos. El primero de ellos, Raúl, fue fulminantemente expulsado de la disciplina del grupo cuando se estableció una correlación directa entre su presencia y la visita frecuente de miembros de la policía secreta al local de ensayo. Local que, por otra parte, y como reconocían los mismos integrantes de la banda, resultaba ser de lo más vivo gracias a la atracción que empezaba a crear en todo el barrio: “(…) Era un desmadre, no se podía ensayar”.
El segundo fichaje argentino a la guitarra fue Javier Otopac. Participó en la grabación de la primera maqueta del grupo, realizada en el piso de Morfi. Durante la misma, Otopac, resultado de su estado de embriaguez, deja caer la guitarra sobre el pie del cantante. El suceso le valió la expulsión de la banda al día siguiente.
Ejemplos de la posibilidad que les brindó a La Banda Trapera del Río todos los conciertos organizados alrededor de actos políticos es su participación en la fiesta para legalizar el PSUC en el camping La Tortuga Ligera de Gavá (Barcelona). Se trataba del primer gran concierto que daba la banda (se tocaba ante cien mil espectadores) compartiendo cartel con grupos como Secta Sónica, Ramón Muntaner, Labordeta, Blay Tritono… Cobraron unas seis mil pesetas de la época. De igual forma, tocaron, ya con Emilio Hita -Rockhita- y Javi a las guitarra rítmica y solista, respectivamente, en la primera fiesta del PCE en la Casa de Campo de Madrid en octubre de 1977. La audiencia fue cercana al millón de personas y, para la ocasión, se les traslada en avión desde la ciudad condal. El cartel lo componían artistas como Brisas de España, Araxes II, Federico el Uruguayo, Rosa León, Enrique Morente… De hecho, la actuación de La Banda Trapera del Río tuvo lugar cuando se llevaban ya unas seis horas de canción protesta. No es pues de extrañar que su propuesta de rock incendiario de barriada con una puesta de escena marca de la casa supusiera toda una conmoción. Lo contaba Raf: “(…) Nosotros abrimos la parte de rock, y el Morfi con unas bragas de papel coloradas. Lo de que se tirara harina y zumo de tomate encima durante ‘La regla’ fue idea mía. No veas la que se armó. El recinto era de suelo arenoso y la polvareda que se levantó cuando la gente empezó a bailar con nosotros fue impresionante”. El concierto tuvo sin embargo sus consecuencias: Javi es castigado con su salida forzada del grupo por su falta de previsión al llevar un cable para enchufar la guitarra de longitud claramente insuficiente ante las dimensiones del escenario en el que tocaron.
El grupo encuentra tiempo para ampliar su repertorio. Es a finales de 1977 que Raf compone letras para las que luego serían “Curriqui de barrio”, “Eunucos mentales”, “Nacido del polvo de un borracho y el coño de una puta” y “Confusión”, Rayban la de “No dais la cara” y Morfi adapta la letra de una canción de Juan D’Arc para obtener la de “Meditación del Pelos en su paja matinera”. La banda refuerza así su arsenal de escupitajos a ritmo de rock duro y guitarrero. Sección ésta, la de la guitarra en la que se produce la incorporación de Carlos Moto -Cordiola- en sustitución del sancionado Javi.
Mucho se ha discutido acerca de si La Banda Trapera del Río fue o no precursora del punk en España. Aunque mucha de la suciedad y contundencia de su sonido es similar a la de otras bandas del momento como Mortimer, Peligro, Ramoncín & WC y algo después Burning, que pasan por ser bandas de rock macarra, callejero, sus letras, la actitud en escena y el trato dispensado para con el público y compañías discográficas les emparenta sin duda con las directrices del recién surgido movimiento punk de las Islas Británicas. Existen discrepancias en el seno de la propia banda a la hora de sentirse o no incluido en dicha categoría. Así se expresaba Raf al respecto: “A los músicos de la Trapera lo del punk no las traía floja, al Morfi no”. El cantante, que manifestó en reiteradas ocasiones que el grupo compartía con Sex Pistols y Ramones la misma concepción de “canciones cortas con muy mala leche y muy rápidas” o que “El secreto de la Trapera era coger letras adecuadas y fundirlas con el hard rock que escuchaba Raf Pulido, luego acelerarlo y simplificarlo a pocos acordes. Esa es la base de la Trapera y punto, y creo que es también la primera base del punk”, tampoco tenía problema para espetar, cansado quizás de ser enfrentado a la misma cuestión en las entrevistas que “Ni punk ni pollas en vinagre. Nosotros lo que hacemos es música fuerte, con marcha, para pasar de todo”. Dicha indeterminación no era exclusiva de La Banda Trapera del Río, sino que se extendía entre críticos, músicos y público que intentaban encontrar posibles versiones autóctonas de lo que se empezaba a exportar desde el Reino Unido. Carlos Carrero, periodista musical y finalmente amigo y promotor de muchos de los movimientos del grupo lo verbalizaba así en el libro de Jaime Gonzalo: “¿Quién era punk cuando nadie sabía qué era ser punk?”.
Ávidos por aglutinar a posibles candidatos y de fomentar la creación de una escena de semejantes características empiezan a organizarse festivales, como el Festival Punk L’Alianza celebrado en diciembre de 1977. El cartel incluía las actuaciones de Marxa, Mortimer y Ramoncín & WC y la proyección de un cortometraje sin sonido en 16 milímetros sobre los Sex Pistols. La Banda Trapera del Río consiguió plaza para tan insigne ocasión sustituyendo a Peligro, que llegado el momento y pese a la invitación recibida no pudieron acudir. El acontecimiento fue un pequeño gran éxito para la Trapera. Su actuación, iniciada con la proclama de Morfi “Somos ratas de alcantarilla y hemos venido a dar la bronca”, les valió las mejores críticas los días posteriores. Un ejemplo, el del periódico el Noticiero Universal, donde al referirse al grupo decían: “Tal vez los más auténticos (…) que eran los peores músicos, ofrecieron el retrato más real de todo lo que el punk británico traspasado a España puede dar”. Seguía: “(…) hicieron un show a base de un cantante gomoso que se estira y da volteretas mientras canta de un modo asombroso. Fueron lo mejorcito de una noche donde hubo máscaras de muchos colores”. Fruto posiblemente de la confusión del momento, en el episodio de anécdotas cabe destacar las múltiples equivocaciones en las crónicas posteriores de los periodistas que cubrían el acto: Una foto de Morfi fue presentada como la de Ramoncín, el propio Carlos Carrero redactó la suya hablando de Peligro y no de La Banda Trapera del Río… Entre el público, unas mil doscientas personas en un aforo completo, algunos de los personajes de la posterior oleada punk catalana: Silvia, la cantante de Último Resorte.
Morfi habla de la predisposición de la banda a causar problemas: “Cuando íbamos a Barcelona a encontrarnos con los medios lo hacíamos llevando a todos los amigotes y esos sí que eran peligrosos. Nuestra actitud beligerante, nuestra rabia, era una cuestión generacional (…) Había un odio tremendo contra todo lo que no admitíamos”. Esta actitud beligerante se trasladaba a las negociaciones con posibles sellos discográficos. Motivada por los movimientos de Carlos Carrero tratando de convencer a alguna compañía a que se animara a grabar a la banda, Movieplay llega a ofrecerles un contrato, pero todo se tuerce ante la exigencia que se impone al grupo para que se cambiasen algunas letras. La violenta repulsa de los músicos no deja espacio a negociación alguna. No sería la última vez que La Banda Trapera del Río dejase escapar una posibilidad de grabación.
En 1978 se produce la entrada como guitarrista del que se convertiría en otro de los pilares de la música de la banda: Modesto Agriarte -Tío Modes-. La afición reiterada a la micción en avanzado estado de embriaguez en escena durante los conciertos sirve como acicate para que el grupo decida echar a El Cordiola. Tío Modes, que proviene de una banda de rock progresivo, pone en práctica su gran capacidad y talento innato para hacerse con el instrumento. El primer concierto con el nuevo fichaje a la guitarra es el festival celebrado los dos últimos fines de semana de febrero en la sala Diana de Barcelona acompañados por Mortimer, French Dogs, Peligro y Basura. La Trapera cobró unas cinco mil pesetas por los tres días de concierto que dieron. Ante apenas cien personas, Morfi volvió a salir a escena cuchillo en boca: “Somos currantes ¿vale o qué? Universitarios, hijos de papá, colegiales, dejad vuestro rollo barato y venid a la cloaca que es donde es el rock… Sois más sosos que la Mary Santpere”.
En poco tiempo Modes está en posición de colaborar de forma activa en el modelado y retoque final de los temas que la banda prepara para un futuro disco. Pero no fue un larga duración lo primero que salió al mercado, sino un disco sencillo. Se trata de “La Regla” (Belter, 1978). La compañía, dedicada en principio a otros sonidos, se lanzó a la empresa figurando como “BP” y con el pretendido subsello “Rock Cloaca”, en un presumible intento por enmascarar posibles fracasos comerciales. Y es que, aunque no sería ésta la única vez que el sello trabajara con un grupo lejos en principio a las coordenadas musicales que solía manejar (tiempo después grabaría con ellos, por ejemplo, la banda madrileña P.V.P.), la relación con La Trapera es para ellos un auténtico salto al vacío.
Dado el retraso que acumularía la salida al mercado del que sería el primer LP de la banda, el single fue de lo poco que podía encontrar el público además de las actuaciones en vivo. La dificultad de poder radiar letras como las de “La regla” (se llegó a dar el caso de despidos de locutores de programas de radio que se aventuraban a emitirla en sus programas), unida a la reticencia de la compañía a apostar sin límite un producto que no terminaba de entender, jugaron en contra de los catalanes. Dentro incluso del mismo grupo hubo división de opiniones a la hora de juzgar al mencionado tema como elegible en la punta de lanza que supone todo sencillo. Aparentemente ni Raf Pulido, ni Modes ni Rayban terminaban de verlo claro. Morfi trataba de poner la visión lógica: “¿Qué le pasa a una tía cuando le vienen la regla por primera vez? Hasta ese día era un ser libre y feliz. Hacía lo que le venía en gana. En cuanto tiene la regla tiene que marginarse incluso dentro de su propio clan. Pero planteas esos problemas en tus canciones y entonces ¿qué pasa? Que incluso las feministas se escandalizan. Te ponen el veto y ya ni para ellas puedes trabajar.” Y es que, en un panorama musical dominado por cantautores y demás trovadores de la nueva canço, la asimilación de los granos de pus que traía la irrupción de La Banda Trapera del Río supuso una auténtica conmoción.
Las diferencias surgidas entre la banda y la discográfica se centraron sobre todo en la falta de promoción y distribución de sus trabajos, y en la poca transparencia respecto a las ventas y royalties del mismo. Nada se dijo, sin embargo, respecto a posibles cortapisas a la hora de la grabación del LP. De hecho, parece haber consenso en lo referente a las buenas condiciones del estudio puesto a disposición del grupo, aunque quizás no se ajustaban a las características de su modo de tocar. Así lo atestigua Morfi: “No hubo ninguna imposición por parte de nadie, grabábamos como queríamos, básicamente tomas en directo y sobre grabaciones de voz y guitarra solista. Sólo se ajustaban las desafinaciones”.
De las sesiones de grabación del disco, realizadas inmediatamente después de una actuación el 29 de abril de 1978, el periodista Julián Peiró (de El Periódico) relata: “Estuve en el estudio y aquello era un follón, lo aseguro; todos cantaban, tocaban, saltaban, bebían, comían, gritaban. Era la una de la madrugada y llevaban desde las dos del mediodía, sin parar”. A pesar de este buen ambiente, la mala fortuna se puso en contra de la banda, que no pudo ver el disco publicado hasta bastante después de haberlo terminado por diferentes huelgas en las industrias de impresión y distribución.
Cuando, tras una espera angustiosa, el grupo tuvo el vinilo en la mano, se percataron de que el resultado final no era lo que esperaban. Raf comentaba: “(…) fue una decepción, sonaba fatal. En el estudio sonaba cañón cañón, y en el corte lo jodieron todo, lo mataron”. A pesar de las posibles reticencias del grupo en la calidad del sonido final, lo cierto es que “La Banda Trapera del Río” (Belter, 1979), resultó un disco mítico. Su venta y distribución enfrentó al grupo con la compañía, a la que acusaba de falta de transparencia en la contabilidad y de su casi nula distribución. El caso es que la tirada se vendió toda y no pudo ser hasta su posterior reedición que todo el gran público que lo deseaba tuviera acceso real al mismo.
El trabajo presenta una colección de muchos de los clásicos de la banda. Auténticas cargas de profundidad de difícil digestión, en la mayoría de los casos, presentados con las chirriantes guitarras de Modes y la espinosa voz de Morfi. Oscilando en lo musical entre la psicodelia pesada de Hendrix, el rock duro de barriada, simple rock and roll endemoniado y posibles guiños tanto a los Stooges como al rock animal del Lou Reed que tanto impactó a Morfi cuando lo vió en concierto, las letras resultan auténticos eructos con olor a alcantarilla en la cara de la sociedad bienpensante. Conscientes de su origen obrero y erigiéndose en representantes de la imagen más canalla y molesta de la misma, consiguen enviar con su disco una sonora flatulencia al habitante de la vecina gran urbe, al que enfrentan con muchas de las contradicciones y heridas abiertas de su vida diaria de una manera despiadada.
El único modo pues de hacer llegar su música era a partir de las actuaciones en directo. Éstas no faltaron; en junio de 1978 estuvieron tocando en la discoteca M&M de Madrid durante cuatro días. La falta de previsión hizo que la banda pasara las últimas noches de su estancia en la capital durmiendo en la misma sala en la que tocaban. Participaron también en los festivales celebrados la víspera de San Juan en el camping La Tortuga Ligera de Castelldefels o en el de Canet Rock donde tocaron con bandas internacionales de la talla de Blondie, Ultravox, Nico, Kevin Ayers… Aunque actuaron a una hora tan intempestiva como las nueve de la mañana, la banda terminó muy satisfecha de su actuación. Leyendas, alimentadas por ellos mismos, hablan de experiencias para el recuerdo en el intercambio de sustancias tóxicas con Nico y Debbie Harry.
La serie de conciertos que encadena la banda incluye actuaciones plagadas de anécdotas. De una antigua sala de strip-tease, como el local Tabú en las Ramblas barcelonesas se les expulsó porque, de acuerdo al dueño, no era “aceptable que el cantante se tire por el suelo para cantar, se enrosque el cable del micrófono al cuello y deje un vaso de agua sobre uno de los altavoces”. En la celebración de su segundo aniversario organizaron una especie de desfile en el que motoristas escoltaron el Dyane 6 descapotado en el que iban montados a la sala en la que tocaron con Mortimer y Peligro. Morfi apareció en escena con una carcasa de televisión en la cabeza, casi sufre la agresión de unos quinquis, entre el público hubo “hostias de verdad, de las que se escuchan» y el Chiri, su mánager, se estrelló con la moto que conducía al terminar el concierto contra parte del público congregado en el exterior.
En marzo de 1979 llegaron a telonear a Ian Gillan Band y en mayo tocaron en la sala Zeleste, lugar que la banda siempre despreció por ser el lugar reservado para los “sofisticados”. Justo antes de esta actuación, el bajista Rayban tiene que dejar la banda para cumplir el servicio militar en León. La experiencia pasó seria factura en la estabilidad mental del músico. La banda reaccionó intentando poner a Rockhita en ese puesto. A la incomodidad que el cambio de instrumento le pudo producir, se unió el comienzo de vida en familia en casa y el no compartir el ritmo de consumo de estupefacientes en el que parte del resto de la banda se había sumergido.
En su sustitución se recurre a Feliciano Montoya –El Montoya-. De orígenes musicales completamente diferentes (venía del flamenco), se mostraba encantado del cambio de tercio musical que afrontaba con el ingreso en el grupo: “El rock es lo que mola. Es totalmente vivencial (…) Te pasas el día de un lado para otro, borracho, fumado, es brutal”. Su paso por la Trapera fue breve, ya que también tuvo que ir a cumplir el servicio militar, y como en el caso de Rayban, la experiencia resultó desastrosa, ya que a su vuelta se le ingresó en un psiquiátrico.
Con el LP en la calle se produce el salto al País Vasco, donde inician relación con Javier Granja, promotor de conciertos que les conseguirá un gran número de actuaciones por la zona. La banda toca en multitud de sitios: Madrid, Zaragoza, Baleares, Asturias… Mezcla de la actitud de Morfi y de sus hábitos con las drogas, La Banda Trapera del Río se forja una sólida reputación en lo referente a comportamiento violento en sus conciertos. El cantante relataba en la biografía: “Todo este tipo de problemas derivaban del consumo de LSD. Yo quería ser como Keith Moon y creo que empecé a dislocar la trayectoria del grupo. Aunque sin inyectarme en vena, cada vez iría metiéndome más jaco”. Esta conducta chocaba con las expectativas de Raf y Modes, que hubieran deseado mucha mayor estabilidad para el grupo. El batería, que además regentaba una cervecería con su mujer, ve cómo su interés por el grupo comienza a enfriarse. De aquella etapa contaban: “Las discográficas nos temían, nos precedía nuestra fama de antisociales. Se no iba la pelota en algunas actuaciones, en las entrevistas y en determinados momentos de nuestra vida personal, y eso corría como la pólvora, de boca en boca”. Además, Raf no tiene claro que el manager, Chiri, desempeñase su papel como se esperaba. En muchas ocasiones tenía que ser él, por la fuerza, el que cobrase de los organizadores lo acordado tras las actuaciones. Fue precisamente después del concierto que dieron en Avilés junto a Paraíso que la banda decidió romper con el que venía siendo su mánager desde los primeros días. El batería, cansado, decide dejar La Banda Trapera del Río, pero a las pocas semanas, cede ante las reiteradas llamadas del resto, que no encuentran un sustituto adecuado.
Al que sí consiguen reemplazar es al Montoya al bajo. Lo hacen en 1980 con Jordi Pujades –El Subidas-, un técnico del instrumento forjado en ambientes de jazz-rock al que contactan por un aviso que dejó en una tienda de instrumentos. Aunque “sus greñas y raya en medio” no estaban en sintonía con el grupo, pronto se hace evidente que La Trapera había conseguido al fin el bajista que le faltaba para consolidar su sonido. Con él, se consigue llegar, a pesar de las primeras indicaciones de problemas internos, hasta el cuarto aniversario de la banda. Para la ocasión se reabrió la sala Jamboree de la Plaza Real de Barcelona, que tras mantener su actividad como lugar de conciertos de jazz, llevaba cerrado un tiempo. Se dejaron fotografiar en el hotel Urbis, perfectamente etiquetados, copa de champán en mano, por el que sería el cronista gráfico de la banda, Salvador Costa. Durante los tres conciertos que dan, el grupo aprovechó para presentar los nuevos temas que tenía preparados.
Para sacar el nuevo material consiguieron despertar el interés de la multinacional CBS, que planeaba incluso llevarlos de gira por Sudamérica. Para el 25 de marzo, ya disponían de una maqueta que contenía los temas “Comics y cigarrillos”, “Diviértete”, “Monopatín” y “Vulgaridad”. El único problema que planteó la compañía fue la voz de Morfi. En un intento por solucionar la cuestión, la banda probó grabando “temas muy insípidos” (según Raf), “vomitivos, muy blandos” (según El Subidas). Ante lo cual, las canciones de prueba fueron rápidamente desechadas y toda posibilidad de trabajar con CBS se desvaneció.
En 1981, El Subidas deja la banda para ir a la mili, y es sustituido por Alberto. Con el nuevo bajista La Banda Trapera del Río dará sólo un par de conciertos, pero aparecerá en televisión; en concreto en el programa de Ángel Casas, Musical Express. Inicialmente iban a aparecer con Motörhead, pero por enfado de Lemmy, su cantante, no terminarían de grabar su actuación.
El mal sabor de boca que dejó la negociación frustrada con CBS puso al grupo al borde de su disolución. De hecho se preparó una actuación a modo de despedida durante la fiesta mayor de Cornellá. Dicho concierto, compartiendo cartel con Oriol Tramvia, Stoneflowers , Telegrama, Ultraita, Satán y Mortimer, hubiera sido efectivamente el último, de no haber aparecido Pedro Antonio, fabricante de cintas de cassette, agraciado por un premio de lotería, que les ofrece grabar los temas nuevos. La banda acepta, y sin haberlo planificado, y con El Subidas reintegrado a la disciplina del grupo, se disponen a grabar los nueve temas que conformarían el que sería su segundo LP.
Aunque el inesperado mecenas de última hora llegó incluso a adquirir la maquinaria necesaria para hacer el corte de los vinilos, la aparición en escena del sello Discophon complica todo. Toni Grau, uno de los propietarios de la discográfica, consigue convencer a Morfi principalmente, para que el grupo trabaje con ellos. Así, se regraba todo en la Semana Santa de 1982 en los estudios Tramontana en una sesión de poco más de un día, ya que la banda tenía ya muy trabajados los nuevos temas de sus actuaciones en directo. En aquellos días además, volvieron a presentarlos en el festival Tots Al Born-Visca el Brusi, tocando con Los Rebeldes, Los Sirex y C-Pillos.
Con todo ya dispuesto para sacar el disco, Tony Grau es despedido de Discophon. Javi Granja, responsable de los conciertos de la banda por Euskadi, se reencuentra con Morfi, y convence al cantante de que lo acordado con el sello no es un buen trato. Ambos se presentan en las oficinas del mismo y desmontan el contrato ya firmado, perdiéndose, de nuevo a última hora, la posibilidad de sacar un disco. Con la compañía sólo salió un sencillo promocional. El incidente, provocado según Raf Pulido, por las nuevas amistades de Morfi (curiosamente ambos relacionados peligrosamente con el mundo de las droga) dispara las diferencias entre cantante y batería. El detonante sin embargo es una actuación en Almansa en agosto de 1982, en el que, en el mismo escenario, Morfi, que sufre de síndrome de abstinencia, tiene que recurrir a unos supositorios con los que pasar el mal rato. Comienza además a gritar en contra de las autoridades. El batería, incapaz de contenerse, termina por arrojarle una botella de whisky a la cabeza. Morfi lo recuerda así: “Nadie entendía nada, y yo menos, la verdad. Divertido no fue. Ahí supe realmente lo que era la dependencia”.
El grupo se rompe. Demasiadas angustias por la violencia en escena, por el caos que trajo el consumo de drogas, por su actitud kamikaze con discográficas y por las fuertes diferencias de base entre ellos sobre cómo llevar el grupo. Posiblemente aderezado de altas dosis de egocentrismo, Morfi combinaba la provocación en escena aprendida de monstruos frente a grandes audiencias como Iggy Pop con pinceladas autóctonas adquiridas en las calles de su ciudad satélite. Consiguió, encendiendo la mecha ante cualquier público, que La Trapera se forjase una reputación de banda anárquica, peligrosa, jugando siempre al límite en todos sus conciertos. Como contrapeso a dicha actitud, Raf y Modes, sobre todo, aportaban el equilibrio que les permitía seguir con vida. Los fracasos en los momentos decisivos terminaron sin embargo por dinamitar la banda. “Nos equivocamos al querer hacer un grupo estable para vivir de ello, ahí entró en colisión mi personalidad de entonces con el curriqui”, llegó a decir Morfi.
Con la disolución del grupo Morfi trata de mantener la actividad con nuevos proyectos: Zona Grei (con los que llegó a sacar un disco subvencionado por el Ayuntamiento de Cornellá), Sagrada Familia y Vox Animal. Con Modes y miembros de Dossier Negro llegó a sacar un mini LP en solitario. Raf y Modes por su parte, viven “bajo mínimos” en una casa en el campo. Montan sin embargo un grupo, Oficial Matute, con el que consiguen dar un número razonable de bolos.
Nada se sabe de la Banda, a parte de la aureola de su mito, hasta el año 1992, fecha en la que, una subdivisión de Belter, decide reeditar el primer LP de la banda. Divucsa, que así se llama una de las dos partes en las que se fraccionó la discográfica con la que sí que habían llegado a editar los catalanes, está intentando rentabilizar al máximo los restos de catálogo. Ignacio Vidal, responsable del sello Capote, y responsable de la edición de alguno de los trabajos de Vox Animal, es el que informa a Morfi de la vuelta al mercado del disco. El cantante convoca entonces a toda la banda para legalizar con Divucsa toda la cuestión de royalties y contratos que las reediciones han planteado. Es entonces cuando se plantea la posibilidad de volver a relanzar al grupo. Raf: “No cobrábamos con Oficial Matute pero sí lo hacíamos con La Trapera, y cuando a Morfi le insinuaron lo de reunir al grupo otra vez y sacar el segundo LP inédito… Todo era color, así que aceptamos”.
Es precisamente con una cinta que aun conservaba el batería, que es posible sobrellevar la pérdida del máster cuando se negociaba con Discophon. La reconstrucción de lo que luego vino a ser finalmente “Guante de Guillotina” (Okay, 1993), el segundo LP de La Banda Trapera del Río se realizó en los estudios de Enrique Lindo.
La nueva entrega de los de Cornellá tuvo una buena acogida. A pesar de mostrar una versión algo diferente del sonido de la banda, y de probar con unas letras inusuales, plagadas de componentes incluso poéticas (fruto de lecturas de Morfi, y que Juan había criticado en su momento) sigue siendo de gran contundencia y suficiente para aquellos que no pudieron conocer a la banda en su primera etapa. Aprovechando la estela de la resurrección, la otra parte surgida de la escisión de Belter, Horus, saca incluso, de forma pirata, un refrito con algunos de los temas del “Guante de Guillotina”. El disco se llegó a vender en grandes supermecados hasta que Morfi se puso en contacto con el sello.
En entrevista a la revista Ruta 66 Morfi manifestaba que el empujón final para volver de nuevo a la carretera lo dio una invitación de la redacción de la propia publicación para tocar unos temas en una fiesta especial. Aunque indicaban haber aprendido a no fiarse de nadie, el grupo encaraba la idea de hacer unas cuantas actuaciones, grabarlas y editar un disco con gran ilusión. Para el libro biográfico de Jaime Gonzalo, El Subidas declaraba : ”Llevábamos once años sin tocar pero los temas empezaban a salir de carrerilla, muy bien. Yo me lo tomé de otra manera, implicándome mucho más, y divirtiéndome mucho más. Tenía mi vida personal solucionada y me ganaba el sueldo con otras cosas. No dependía de La Banda Trapera del Río”.
El grupo vuelve entonces a la carretera, dando unos treinta y cuatro conciertos en 1994 por la casi totalidad de la geografía nacional. Ignacio Vidal, que hace las veces de mánager de la banda tras un intento fallido anterior, va grabando todos ellos, con la idea de plasmarlo todo posteriormente en un nuevo disco. No será finalmente su sello, Capote, el que lo haga, ya que tuvo que cerrarlo antes de poder llevar a cabo la empresa. Entrega el máster a la banda que terminará convenciendo a Iñigo Munster para su edición. El jefe del sello, que curiosamente conocía a La Trapera por mediación de Iosu Eskorbuto, les propone organizar una actuación en la que poder comprobar in situ las maravillas que ha oído sobre los directos de los catalanes. Así relataba Iñigo la experiencia, celebrada en un polígono industrial de Alcorcón: “Allí nos presentamos unos pocos, un ambiente muy poco propicio (bacaladeros, punkis, costras, skinheads) pero fue empezar con ‘Monopatín’ y no cerrárseme la boca hasta el final. No me imaginaba que fueran a ser tan acojonantes, había como diez metros entre ellos y los punkis costras de la primera fila”.
El disco, “Directo a los Cojones” (Munster, 1995), evidentemente, llegó a editarse. Salvo algunas guitarras que tuvo que regrabar Modes, quien por cierto, siempre se opuso a contar con el refuerzo de un segundo guitarrista, todo corresponde a las actuaciones de aquella gira. Gira en la que todos coinciden Morfi se mostró en plenas facultades y con las mismas ganas de guerra de siempre. Siendo como eran un grupo de directo, resultaba clara la necesidad de dejar testimonio grabado de La Trapera en plena acción. El Subidas así lo pensaba; además, en su opinión el disco resultó bueno.
El tirón de esta segunda juventud del grupo, que incluso ve cómo uno de sus temas, “No te entiendo”, es incluido en la banda sonora de la película “Antártida” (Manuel Huerga, 1995), hace que el sello Munster proponga la grabación de un nuevo disco. “Mentemblanco” (Munster, 1996), con gran peso de Raf en las letras, es grabado en apenas un mes, con todos los temas sacados con la banda al completo en el local.
Pero, a pesar de la emoción inicial se volvió a recaer en los problemas de antaño. “Los problemas de base seguían estando ahí. Todo seguía igual… la actitud temeraria de Morfi, la incapacidad de Juan para aceptar las reglas del negocio, las hotias a la hora de cobrar la pasta …”, “Todo fue bien hasta que a Morfi le dio por emborracharse, por dejar las habitaciones de los hoteles hechas una mierda y cosas así”, manifestaban el bajista y el batería, respectivamente. Este último ratificaba, con enorme amargura, toda su impotencia: “Joder, se trataba de hacer rock and roll, no de liarla en todas partes. Mearse por aquí, romper botellas por allí. Y por ahí no pasaba, soy rebelde pero también soy cívico”.
Así las cosas, el último concierto es en Castellón. Terminó mal, con Juan y Modes decididos a no tocar más con Morfi, que no viajó con el resto del grupo sino que decidió quedarse en la ciudad levantina con amigos.
La víctima principal de esta nueva separación fue precisamente Modes. En un estado físico lamentable, ya que apenas comía a pesar de lo mucho que bebía, que le hizo poner en peligro alguna de las actuaciones que dio la banda, terminó por apagarse lentamente en la casa de campo que compartía con Juan, sin poder sobreponerse al nuevo fracaso. Murió en 2004 víctima de cáncer. Un año después otro ex-Trapero, Rockhita, moría por causas similares.
En 2006 Munster sacaba en un disco doble las grabaciones completas de la banda: “1978-1982 Grabaciones Completas” (Munster, 2006).
La publicación de la crónica realizada por Jaime Gonzalo, imprescindible para conocer la trayectoria del grupo, sirvió además como ejercicio de exorcismo de todos los demonios que atenazaban las deterioradas relaciones entre los miembros del grupo. Así lo confesaban Raf y Morfi a Ruta 66 en 2009, principales protagonistas de las peleas más duras. Desde las páginas de la misma revista, Jaime Gonzalo, eufórico, hablaba de la que él consideraba, a pesar de la ausencia forzosa de Modes, como una de las mejores reencarnaciones del grupo. Y es que la banda celebró un concierto en junio de 2009 en Llobregat motivado por la subvención concedida por el Ayuntamiento para la realización de un documental sobre el grupo, del que partió una gira que llegó a Valencia, Bilbao, Jerez, La Coruña y Madrid. La guitarra la había tomado precisamente Raúl Pulido (hijo de Raf) que el arriba mencionado periodista catalán denominó: “Metralleta honorífico por méritos propios, depositario del infuso magisterio de aquella Gibson que ahora sólo a él pertenece”. La banda también contó con el refuerzo de un segundo guitarra: Fosi (Cancerberos, Furias).
En 2010 se presenta, en un nuevo empuje al merecido reconocimiento de una banda sin par en el panorama estatal, la película-documental “Venid a las Cloacas” (Daniel Arasanz, 2010). Raf Pulido aguantó hasta abril de ese mismo año, fecha en la que falleció debido al cáncer de garganta que padecía. No había tenido las fuerzas suficientes para estar con sus compañeros en el concierto de despedida que dieron días antes, el 25 de marzo, en Rambleros. Desaparecía así uno de los pilares de la formación mítica de una banda de leyenda.
Las últimas señales de actividad provienen de los conciertos de Morfi a dúo, con Juano Montero, guitarrista de Cerdanyola en varios combos y seguidor de La Banda Trapera del Río. Él mismo tocó la guitarra junto a Raúl Pulido en el concierto arriba mencionado que venía a poner el telón de fondo de la banda.
Hijos del detritus urbano, brigada rockera de los nacidos en el barro, fueran o no punk lo que tocaron, nadie les niega su condición de ratas de alcantarilla cuyos escupitajos bien pudieron ser fuente de inspiración tanto de nuevas generaciones de roedores del asfalto como Eskorbuto o R.I.P. como de poetas bastardos como Extremoduro.
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