Como continuación a la Feria Internacional de Arte Contemporáneo de Madrid nacía este año el festival Enjoy After Arco vinculado de manera más que acertada a la sala Joy Eslava. Desde la organización, a la hora de desgranar los objetivos de su nacimiento se esgrimía la necesidad de dar una continuidad nocturna, buscando una programación «arriesgada e interesante, alejada de lugares comunes». No parece que escoger a Los Planetas para amenizar la velada con sus discos cumpla precisamente esta premisa, pero en lo que al apartado de directos se refiere no pondremos objeción alguna, pues aunque Triángulo de Amor Bizarro pueda resultar a estas alturas una obviedad, también lo es que actualmente es, de largo, el grupo más en forma del panorama musical español. Y es que estamos hablando del único grupo capaz de adoptar la posición que otrora ocuparan Los Planetas, su carácter totémico y referencial.
De primeras costaba asimilar que desde un marco como el que estamos tratando se apostase de una forma tan tajante por las guitarras en detrimento de la música electrónica, mucho más ligada a la modernidad. Con la cabeza como aquella canción de Blas y las Astrales uno se podría imaginar un «afterparty lounge chill out» de caras estiradas y música aséptica. Pero ahí estaban las guitarras, demostrando que ahora mismo son tendencia.
En una sala tan agradecida como la Joy Eslava -probablemente la de mejor sonido en Madrid- los de Boiro desplegaron todo su arsenal de ruido, aunque con un puntito menos atronador de lo esperado e incluso con una nitidez inusitada en las voces. Además de un repertorio plagado de hits -con mención especial a «El himno de la bala», «Amigos del género humano» y la más celebrada por el público «De la monarquía a la criptocracia»– tuvieron tiempo de probar hasta cuatro nuevas canciones, dos de ellas englobadas en su vertiente más punk de guitarras aceleradas, y otras dos -a priori más interesantes para un servidor-, de tinieblas y oscura gravedad. Su presencia, con una cada vez más locuaz y pizpireta Isa como líder indiscutible sobre el escenario, la batería incontestable de hits, y la entrega de una legión de fans dispuestos a darlo todo en cada uno de sus conciertos, hacen que estos devengan en fiestas inolvidables.
Mucho más arriesgada fue la elección al día siguiente de Lüger, quinteto madrileño que no para de crecer y cuyo techo se establecerá donde ellos quieran, en un momento en que todo el mundo parece coquetear con el kraut, pero ninguno de una forma tan rabiosa y vehemente como ellos. Como aquellos Acid Mothers Temple que telonearan en junio de 2010, se mostraron hipnóticos y apabullantes, capaces de provocar sentimientos encontrados entre sus pasajes de sosiego y aquellos otros de regurgitante desenfreno. Cohesionados como nunca, inmutables como siempre, hicieron válido aquello de parecer un grupo de fuera. Y van…
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