Poco se puede decir de Blas y las Astrales. En plena explosión del tontipop, un movimiento tan criticado y superficial como revitalizador para el pop independiente español (por ejemplo perder el miedo a cantar en español, que ya es perder un miedo curioso estando en España), nacen cientos de grupos que, nada virtuosos, se ayudan de la tecnología, el software de baratijo, los casiotones y los teclados MIDI. «Flor de Pasión» de Radio 3 con Juan de Pablos al frente y sus fiestas anuales o estivales, colectivos como En la Parra (con lemas como “Más bares, menos kosovares” en pleno éxodo del genocidio de la ex-yugoslavia), lugares de reunión como el Freeway, El Red Bar, la planta de arriba de La Vía Láctea o el Supergen, revistas como la gratuita Pistas y gurús como Astrud, Meteosat o el sello Elefant y su numerosa publicación de EP y singles, les llevan a una relevancia extraordinaria, incluso a la portada de El Pais de las Tentaciones y del Mondosonoro. La vieja guardia indie y la prensa tradicional machaca el fenómeno, que apenas dura tres-cuatro años. Lo cierto es que no tenía demasiado de novedoso (era reinterpretar el inicio de La Movida Madrileña en clave premilénica), pero era divertido.
El medio de expresión favorito de esta explosión pop son (como en los 80) los fanzines que regalaban casettes y CD-r. Entre ellos se encuentran a docenas por todo el territorio nacional: Mimo 2000, De Colores, Yo-Yo, April Eyes, Flanzine, La Mesa Camilla, El Pijama de Ursula, Le Touriste, o el Fanzine de las Extupendas. Este último será el germen de Blas y Las Astrales.
Blas Chinchilla, ilustrador de ese fanzine y máximo ideólogo de esta banda de pop mongolo, se hace acompañar de la Astral 1 (en realidad Laura de La Pequeña Suiza, otro de los grupos de esa explosión pop que luego abandonaría para dirigir la revista Pistas) y la Astral 2. Así de escuetos y sintéticos. Graban una maqueta de la que sólo hay una copia en casette y que venden a cinco mil pesetas, dan un concierto en el salón de un amigo y se presentan al mundo. Algunas de sus canciones pirateadas de la maqueta comienzan a sonar en Radio 3 y en «Viaje a los Sueños Polares» de Los 40 Principales y en el año 1999 se incluyen dos de esas canciones en el recopilatorio “Otras Formas de Vida” (Federación de Universos Pop, 1999). Esas canciones eran “Drogas duras”, que les gana un cierto éxito, y “Somos de Saturno”.
Ambas serían recuperadas con un mejor sonido para su disco debut, que llegaría en el año 2000 de la mano más inesperada. “Blas y Las Astrales» (Inane, 2000) se publica en una distribuidora especializada en soft-pop, especialmente del emergente pop sueco relacionado con el twee. En su catálogo había discos de Acid House Kings o Club 8, universos a años luz del de nuestros héroes. El disco, con una portada de los tres con pasamontañas, apenas supera los veinte minutos, y es recibido por un lado como una broma, por otro como una obra maestra, y por otros más como el Quijote del tontipop: tras él no tenía sentido nada más porque era el más chorra, el más divertido, el mejor de los peores.
Quizá casualidad, quizá no, lo cierto es que con la entrada del nuevo milenio el estilo decae a la misma velocidad vertiginosa que nacía: mueren los fanzines de la época, cierran las revistas y hasta algunos de los bares, se separan los grupos más representativos, mutan en proyectos más “serios” (como Niza), o se les reconoce que, en realidad de tonti tenían más bien poco (La Casa Azul, Parade).
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