En 1971 el folk vivía en nuestro país su máximo esplendor. Los triunfos comerciales de Nuestro Pequeño Mundo, defensores de un folk internacionalista, de Aguaviva, adalides de musicar poetas comprometidos y las actuaciones frecuentes de los puristas Joaquín Díaz, El Arca de Babel y Nuevo Mester de Juglaría, o los flirteos con el folk pop de Almas Humildes presentaban un amplio panorama estilístico, que tomaba siempre como línea de salida la música popular.
Ese general caldo de cultivo se convertía en densa sopa en la Universidad Complutense de Madrid, donde brotaban como hongos los solistas y grupos de esta clase de música, que tenían como nexo una contestación antifranquista. En un colegio mayor de esa universidad van a coincidir el gallego Manuel Roiz, que había hecho algunos pinitos como solista, y el catalán Antonio Gómez. Pronto conocerán a dos hermanas madrileñas –Almudena y Leonor Langa– y comenzarán a cantar espirituales negros y a poner música a algunos poemas. Enseguida se unirán al proyecto otros habitantes de colegios mayores: el alcarreño Antonio Bernal y el también gallego José Luis García- El Zorro- provenientes de la Tuna de Derecho. Así queda configurado un sexteto que hace seis primeras actuaciones con el nombre de Antares.
Los fines de semana la Ciudad Universitaria madrileña entraba en ebullición con decenas de conciertos, representaciones teatrales, cine-forum, lectura de poemas, etc. Antares era un grupo más. Conocieron al argentino Sergio Aschero, que ponía música a poemas y formaba con su pareja el dúo Los Juglares. Entre él y Antonio Gómez van a configurar el repertorio del grupo. En los directos notan que cada vez que cantan el tema “Vientos del pueblo”, sobre un poema que Miguel Hernández escribió en plena Guerra Civil, el público se vuelve literalmente loco.
El contacto discográfico les va a llegar por casualidad. La Tuna de Derecho está grabando un disco y hablan al productor, Rafael Pérez Botija, de su grupo de folk. Como era un estilo con mucho tirón, el alevín de productor se presenta un día a escucharles y queda tan impresionado que unos días después regresa con el director de CBS España para firmarles un contrato.
En la primavera del 72 se meten en los estudios Kyrios para grabar las bases y en Audiofilm para meter las voces de lo que sería su primer disco, en el que cantan poemas de Rafael Alberti, Miguel Hernández y Nicolás Guillén, a los que han puesto música Antonio Gómez, Sergio Aschero y un cantautor desconocido llamado Alberto Pérez, que años más tarde trabajará con Joaquín Sabina y Javier Krahe en «La Mandrágora» (CBS, 1981).
El doble resultado es, por un lado el LP “Vientos del Pueblo” (CBS, 1972) y por otro el single homónimo con “La muralla” en la cara B. El disco y su canción principal no dejaron fríos a nadie. La Cadena SER la emitió hasta la saciedad; sin embargo, el sector oficialista vetó la canción, prohibiéndola en Radio Nacional y en TVE. A mediados de octubre de 1972 se consumó el milagro. El sencillo “Vientos del Pueblo” (CBS, 1972) alcanzaba el nº 1 absoluto de ventas cantando a Miguel Hernández. A pesar de ese gran éxito, el grupo no cantará en TVE hasta 1974. De ese mismo long play aún saldrán dos sencillos más: “Coco Cacao” (CBS, 1972), sobre un poema del cubano Nicolás Guillén y, a continuación, “Tristes Guerras” (CBS, 1973), de nuevo un poema de Miguel Hernández. Este sencillo también se vendería bien y volvería a situar a Los Lobos en los primeros puestos del hit parade.
A pesar del crédito que da un nº 1 conseguido por sorpresa y a las primeras de cambio, el futuro de Los Lobos se presenta sombrío. Hay cambios internos, entrando primero el bajista Javier Lozoya. En 1973 abandonan el grupo dos de sus fundadores y piezas básicas: Almudena Langa y José Luis García, siendo sustituidos por Leonor Salas y Manuel Martínez. Otros grupos afines evolucionan más o menos forzadamente. Vino Tinto se pasa a una música más melódica, tipo Mocedades. Aguaviva se electrifica y aborda discos limítrofes con el rock sinfónico, Nuestro Pequeño Mundo graba éxitos de películas y algún estándar; pero Los Lobos siguen con su reivindicación de los poetas comunistas españoles: Hernández, Celaya, León Felipe y otros, desoyendo los consejos de su discográfica.
Los problemas con la censura van en aumento. En diciembre de 1973 tomarán parte en un famoso recital del Colegio Mayor Pío XII en el que se rinde homenaje multitudinario y apoyo a los sindicalistas de CCOO encausados en el Proceso 1001 al lado de los grupos Vino Tinto, Jubal y Nuevo Mester de Juglaría. Todo eso no gusta nada al establishment político que, de un modo u otro, sancionará a dichos grupos. Los Lobos se han convertido en un grupo incómodo. Todas estas circunstancias hacen que CBS no realice nuevas grabaciones con Los Lobos.
Se suceden los cambios y cunde un cierto desánimo hasta que en 1975 firman un nuevo contrato con Movieplay con dos nuevos componentes en sus filas: Clarisa Pérez y Eusebio Rey. El título de su segundo LP no puede ser más significativo de las vicisitudes vividas: “…Y Todavía Respiramos” (Movieplay, 1976), producido por Álvaro Nieto, aquel músico de perilla inconfundible, ex componente de Los Pasos y La Compañía. Junto a poemas ajenos aparecen algunas canciones propias en letra y música (en música en realidad son todas suyas).
Este segundo LP no obtiene la repercusión del anterior y su portada, una careta antigás, viene a reivindicar la dureza de un grupo al que se intentó fumigar y acallar. Poco después varios de sus componentes comenzarán trayectorias profesionales ajenas a la música. El grupo desaparecerá justo en el momento en que España comienza a democratizarse; es decir, en el momento exacto en que los objetivos sociopolíticos del grupo comienzan a convertirse en realidad.
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