Aunque no lo conozca personalmente, estoy casi seguro de que Joël Iriarte, uno de los grandes triunfadores del 2008 con su álter ego Joe Crepúsculo, es un tío real, un tío auténtico. Vivimos un momento en el que dando una patada al aire salen multitud de «productos», todos muy similares (sí, “productos”), y encontrarse con propuestas como la de Joe Crepúsculo, que aparecen para alegrarte la vida sin más, con alguien que no vende una imagen, sino simplemente su creatividad, su música, es algo totalmente digno de alabanza. Crecido en un ambiente de guitarras y conciertos (su padre tocaba en un grupo de rock), empezó a componer música con ordenador a la temprana edad de diez años, utilizando samples de 8 bits en sus inicios y recorriendo estilos tan diversos como el techno, el drum & bass o el ambient.
Así pues, el teclista de Tarántula se fue haciendo mayor, también musicalmente, y formó Producciones Doradas, con el propósito de autoeditar sus propios trabajos de una manera libre, sin imposiciones, despegando al fin en la que sería su aventura en solitario con “Escuela de Zebras” (Producciones Doradas, 2008) un soberbio disco de debut -que en cierto modo seria “heredero” de la filosofia punk del “hazlo tu mismo”-, en el que el órgano Hammond ejerce el papel de fiel compañero. En este su primer trabajo, Joe Crepúsculo nos da la bienvenida a una manera muy peculiar de cantar historias, unas historias sencillas, como de andar por casa, en las que nos puede hablar tanto de pólvora y vaquillas (“Fiesta Mayor”), como de amores imposibles (“Gabriela”), o incluso hacernos reflexionar sobre los excesos de juventud y mirar al futuro con una cierta inquietud y/o melancolía (“Viejos”). Su estilo, posiblemente algo desconcertante al principio, se va transformando poco a poco en algo tremendamente adictivo, indescifrable a la par que mágico, un estilo en el que poderosas guitarras acústicas se suman a austeras bases rítmicas del tecno-pop más verbenero, confluyendo y avanzando de la mano con total naturalidad melódica.
Por si fuera poco, y el mismo año de su debut, Joe nos llegó de nuevo para obsequiarnos con un nuevo trabajo, “Supercrepus” (Producciones Doradas, 2008) (hay que recordar y elogiar el hecho de que ambos álbums, se podían descargar gratis desde su página web), y ¡menudo regalazo! “Supercrepus”, es un sinfín de nuevos hits de lo más festivos, uno detrás de otro, sin descanso, que incitan ser tarareados y bailados desde la primera escucha, resultando un disco algo más cohesionado y exigente que el de su debut, más rico musicalmente y de una temática más directa y subjetiva, la evidencia más clara de lo que el tiempo y la crítica, finalmente, han alzado en un merecido altar: que tras esa voz desganada y acompañada por melodías delirantes, se encuentra un gran compositor con estilo propio y que, además, está en estado de gracia.
Tras un ligerísimo parón para cambiarse de camisa, prácticamente un parpadeo, llega para deleitarnos con el que ya es el tercer trabajo de su particular maratón musical y creativa: «Chill Out» (Discoteca Océano, 2009). El disco prometía sorpresas y si, las tiene, pero más que una brusca ruptura con lo anterior, éste viene a resultar algo así como un importante punto y seguido en el camino, una evolución en la forma, en los arreglos (aunque todavía permanecen los míticos órganos y sintetizadores) y en la producción, pero la misma esencia macarrilla a la que nos tiene acostumbrados. Así pues, «Chill Out» despeja el interrogante de aquellos que negaban la evidencia y todavía tildaban su fulgurante éxito como algo anecdótico, algo pasajero.
Un cambio más brusco se produce, ya sí, con el lanzamiento de «Nuevo Ritmo» (Canadá, 2011), primera referencia de la productora audiovisual de moda, Canadá, provista de un artwork -evidentemente- de lujo a cargo del célebre Montxo Algora, responsable de la portada del mítico «El Eterno Femenino» (Nuevos Medios, 1982) de La Mode. De nuevo con la ayuda en la producción de Sergio Thelemáticos, Jöel revisa algunos de sus mejores temas, dándoles un tamiz latinoamericano: bossa, ranchera, country y… reaggetton, aparte de entregarnos cuatro temas nuevos de diferente pelaje: desde el reaggetton más hortera del single «Tus cosas buenas», a la mezcla petarda entre el Joe Crepúsculo de toda la vida y Rocío Dúrcal en «El fuego de la noche».
En su siguiente trabajo, «El Caldero» (Mushroom Pillow, 2012), Joe se encuentra muy cómodo. Se nota que al artista le gusta moverse entre lo divertido y lo directamente genial. Un año después llega «Baile de Magos» (Mushroom Pillow, 2013).
En su séptimo disco, «Nuevos Misterios» (El Volcán / Ópalo Negro, 2015), continúa la senda iniciada con el anterior. Se deja llevar por el hedonismo, por la pista de baile y por sus sentimientos y emociones. Realmente, como de costumbre, Joe hace lo que le pide el cuerpo en cada momento, y lo hace bien. ¿Qué además le apetece hacer una versión de «Maricas» de Los Punsetes? Pues no hay ningún problema, faltaría más. En la grabación cuenta con las colaboraciones de Carlangas (Novedades Carminha), Sergio Pérez y Luciana Della Villa de Svper, Tomasito, Soleá Morente, Las Negris, La Prohibida, Supremme de Luxe, Aaron Rux y La Bien Querida.
Si algo queda claro de todo esto es que, independientemente de que te guste o no, Joe Crepúsculo sigue haciendo lo que le viene en gana, y ello, es muy de agradecer, porque en ello es donde reside todo su genio y autenticidad.
En 2017 llega su octavo disco en nueve años, «Disco Duro» (El Volcán / Ópalo Negro, 2017). Un auténtico no parar.
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