¡Qué deleite! ¡Qué zambullida! Esta es la historia de unos fresones, unos fresones muy rebeldes que con su primer disco, y casi podríamos decir con su primer single, lograron colarse por todos los rincones musicales, haciendo bailar cualquiera que se cruzara en su camino gracias a la revisión de los ciertos ritmos sesenteros y sus letras adolescentes.
A mediados de los 90 aquellos que más tarde darían forma a Los Fresones Rebeldes se encontraban inmersos en grupos de corte bien diferente a lo que después les reuniría y les haría dar el salto a la fama. Miguel López Blanco, por aquel entonces un treintañero dedicado a la enseñanza de geología, se encarga de los teclados en un grupo llamado Síndrome Tóxico. Sumergido en la búsqueda de un batería para un nuevo proyecto conoce a Joaquín Felipe Spada, el mejor amigo de su hermano, funcionario de la diputación barcelonesa y periodista político, que como músico ya había pasado por varios grupos (Los Bretones o Los Canguros) sin demasiado éxito. Ambos darán forma a Pepito Sex, banda que terminará, una vez más, en nada. Tras su disolución Miguel y Felipe se cruzan, en un concierto de los Zeros, con Cristina Segura, una jóven veinteañera que acababa de empezar como batería en The Blounders -grupo femenino que duraría dos meses- y deciden invitarla al local para cantar algunos temas. El resultado de este encuentro será la formación de Thy Surfin’ Eyes, con el que tampoco cosecharán mejores resultados y que, ante las peleas constantes y la falta de seriedad de algunos de sus miembros, quedará a manos de Miguel tras la expulsión de Cristina y Felipe.
Tanto Pepito Sex como Blounders poco o nada tenían que ver con lo que después serían Los Fresones Rebeldes. Mientras que el primero era un grupo “más durillo” el segundo mezclaba el rhythm and blues con ciertos tintes punk. Por ello tanto Felipe como Cristina deciden dar salida a canciones de corte diferente, y es entonces cuando juntos comienzan a trabajar en un nuevo proyecto que parece ir cuajando, tanto que Miguel quiere unirse a él. Cristina y Felipe deciden admitirle naciendo así Los Fresones Rebeldes.
Una vez formado el esqueleto se piensa en ampliar la formación y para ello se rodean de las anteriores integrantes de Blounders, Eugenia e Inés y la hermana de ésta, Cecilia, tres jóvenes que no terminan de tomarse muy en serio el proyecto. Queda así descrita la formación del grupo donde Felipe será el batería y compositor de la mayor parte de las canciones, Cristina bajo y voz, Miguel encargado de los teclados y el casiotone, Inés y Cecilia voces y por último Eugenia como guitarrista. Una vez concluida la incorporación de nuevos integrantes y teniendo todos bien claro su papel, comienzan a preparar su repertorio, y se decide que cada integrante proponga un tema, siendo todos propios de aquella nueva ola madrileña de los primeros 80.
En marzo de 1996 tienen lista una primera maqueta que, con un sonido algo nefasto y compuesta por dos canciones, pasó sin pena ni gloria alguna. Algo que no ocurrirá con la segunda, y que contaría con el pleno apoyo de Juan de Plablos, que no dejará de radiarla en su programa Flor de Pasión durante ese año, tras una primera escucha que le lleva a verles actuar en directo en Barcelona.
Y es que ante aquel panorama moribundo del pop inglés, sello indiscutible de años anteriores, el siglo XX parece desaparecer ansiando nuevas formas. Es entonces cuando Los Fresones aparecen en el escenario, haciendo una revisión de lo que se llamó el tonti pop y revistiendo esa inocencia y ese sentimentalismo adolescente de ciertos ritmos y actitud punk, atreviéndose a poner de moda el indie en nuestra lengua.
A finales de 1996 Los Fresones Rebeldes fichan por el sello Spicnic, creado por Nacho y Mauro Canut. Debido a la repercusión obtenida con la segunda maqueta, el grupo ha comenzado a dar sus primeras actuaciones y es entonces cuando entran en relaciones con la discográfica albaceteña. Los Fresones tocan en Tomelloso durante las navidades de ese año, y entre el público se encuentran los de Spicnic; Un mes después la banda actuaría junto a dos de las formaciones de su catálogo: Alpino y Astrogirls, y es aquí afianzándose la relación entre los albaceteños y el grupo.
Aparece así “Al Amanecer” (Spicnic, 1996), single en formato vinilo que desde el primer momento se convertirá en todo un éxito. La gente acude a sus conciertos y corea sus canciones en especial “Al Amanecer”, que desde el primer momento se convierte en hit indiscutible que llevará a la banda a fichar por Subterfuge.
Interesados en el nuevo grupo, la discográfica contacta con Spicnic para llevar a cabo una coedición, ya que poco a poco Los Fresones se han hecho con material suficiente para publicar un larga duración. Pero Spicnic no cuenta en aquellos momentos con el presupuesto suficiente lo que hace que entre todos se llegue a un acuerdo: los álbumes saldrán bajo el abrigo de Subterfuge al tiempo que se editarán dos EP anuales en formato vinilo con Spicnic.
Nos encontramos en el verano de 1997, tiempo en el que la formación entra en los estudios para la grabación de su primer LP. “¡Es que no hay Manera!” (Subterfuge, 1997), además de participar en el recopilatorio “Freak Attacks” (Subterfuge, 1997).
Parece que los fresones están en su momento y nadie puede pararles: el disco, en CD, y vinilo azul para los amantes del clásico formato, cuenta con doce temas, entre los que se encuentran de nuevo “Al amanecer”, y cuatro versiones: “Aquella chica” de La Mode, que no agrada a Fernando Márquez; “De dónde viene la nieve” de Terry IV, “A diario” tema de que quedaría descartado en la selección de temas de su segundo disco; y “Hoy para siempre” de El Joven Bryan.
Una vez en el mercado el disco catapulta a Los Fresones Rebeldes hasta el éxito menos espera: colarse en las radiofórmulas y logra vender 20.000 copias, algo totalmente inesperado para un grupo que nacía en un escenario ciertamente amateur y con un sonido que bebía de aquellas maquetas y fanzines de finales de los 80 y que en los 90 volvería a tener su despunte. Por estas fechas la banda se hace también con el primer premio en un concurso organizado por Philips y Los 40 Principales.
Pero, toda cara tiene su cruz y a pesar de la alegría de lo acontecido se suceden algunos hechos menos atractivos: por un lado un sector de la crítica musical no admite tomarlos en serio y acusándoles de infantiles y facilones; por otro, el éxito logrado no fue bien asumido por Inés y Cecilia que parecen seguir tomándose el grupo menos en serio, a lo que se suma la partida de Eugenia que decide ir a vivir a Londres con su chico.
Nos encontramos ya en 1998, y tras la aparición en enero de cuatro nuevas canciones pertenecientes al “Tributo a Pepito Sex y Surfin’s Eyes” (Elefant, 1998) la formación sufre nuevos cambios: Inés, Eugenia y Cecilia serán sustituidas por Eva Mª González Viejo como nueva voz y con quien iniciarán la gira de verano de ese año y Sergi Farregut Gallés como batería lo que hará que Felipe pase a la guitarra y los coros.
Nuevas canciones han aparecido en escena de la mano del EP “Creo que me Quiere” (Spicnic, 1998), de nuevo con Spicnic, y compuesto por cuatro cortes, “Mi timidez», y los tres que más tarde serían recogidos en un nuevo disco, “Creo que me quiere”, “Mi primer amor” y Por qué me tengo yo que enamorar (A teenager in love)”.
Llegamos a 1999, y como despedida del siglo que se acaba las frutas más rebeldes del panorama musical regresan con un adelanto del que será su segundo álbum. “Medio Drogados” (Subterfuge, 1999) cuenta con el sencillo de presentación del que el EP toma el nombre, y que junto a “Fuente de amor”, “De profesión profesora” serán también incluidos en el LP, y el tema «¡Es que no hay manera!«. Ese mismo año, y sin demorar más la espera de un disco clave que vendría a confirmar o desmentir el éxito anterior de la banda, llega “Éxitos 99” (Subterfuge, 1999), un disco, que quizá augurando lo que estaba por venir, parece tener un cierto aire de recopilatorio, desde su título hasta el número que lo da forma, dieciséis cortes originales entre los que se incluyen las canciones ya citadas en sus dos anteriores entregas y que tiene a “Medio drogados” como single. Quizá por la escasa fuerza de éste, en relación a su anterior éxito y a cierto sutil cambio en sus composiciones, que aunque más irónicas y humorísticas no son acompañadas de ritmos tan rápidos y desenfrenados, no termina de encumbrarlos. A pesar de ello, el disco goza de mayor equilibrio y brillantez que el anterior y aunque en esta ocasión si que Los Fresones se encontraron con el rechazo de las emisoras más comerciales, regresándoles en cierta manera al escenario de donde habían salido, el álbum roza una vez más las 20.000 copias.
Sin embargo parece que aquella primera exclusividad dedicada a la formación se va disipando por momentos y los integrantes de Los Fresones comienzan a tontear con otros proyectos. Miguel de nuevo retomará Thy Surfin’ Eyes mientras que Felipe prueba suerte con TCR y Les Très Bien Ensemble. Esto provoca que la banda se vaya desquebranjando poco a poco hasta que deciden poner punto final, en una despedida que tendrá como colofón su actuación en el Contempopránea de 2001. Acto seguido, Felipe, junto al zaragozano Aarón inician Cola Jet Set, proyecto al cual se sumaría Ana de La Monja Enana.
Dos años más tarde, en 2003 Subterfuge editaría el digipak “Gran Selección 1995-2001” (Subterfuge, 2003) donde quedan recogidos, además de los videos del grupo, los grandes temas que dieron forma a la discografía de “aquellos malditos Fresones”.
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