A muchos sorprenderá la evolución musical seguida por quienes militando en proyectos como NovakAñade este contenido o RIP KC, terminan subyugados bajo el sonido del baglama saz eléctrico y convertidos en exploradores insaciables por el folklore de las geografías más dispares en busca de sonidos de raíz étnicos. Lo que para algunos podría haber pasado por un entretenimiento fugaz, en cambio para sus protagonistas se convirtió en un proyecto estable y duradero.
La primera aproximación a lo que luego terminaría siendo Mohama Saz llega con el diseño y encargo, tras un viaje por Turquía, de un baglama saz por parte de Javier Alonso en julio de 2014: “Para experimentar con él, sin ninguna pretensión de nada. Me lo llevé al local un día y empezamos a improvisar”, cuenta él mismo. Por su parte, Adrián Ceballos y José Genosa, compañeros suyos en Novak y QuebrantosAñade este contenido se encargaron de batería y bajo, respectivamente.
Tendrían ocasión bien pronto de tocar en directo porque Lolo, con el que compartían el local de ensayo del Rock Palace de Madrid, se quedó entusiasmado con el sonido que lograban sacar con él, así que les propuso actuar en la fiesta que estaba preparando en dicha sala para celebrar su cumpleaños. Hacía apenas una semana desde que el instrumento les había llegado de Turquía y, aunque no tenían muy claro si estaban en realidad preparados para debutar, decidieron lanzarse: “El día del concierto nos pusimos unas chilabas para desviar la atención y tal y la peña inicialmente se quedó como bloqueada, pero luego para nuestra sorpresa comenzó el bailoteo desenfrenado. Había mucha gente algo perjudicada ese día, hecho que facilitó la operación. Fue un éxito”, recuerda Javier. Hasta tal punto que Alex Nooirax, presente aquel día en el Rock Palace, les invita de inmediato a tocar como teloneros en un concierto que está montando en la sala Wurlitzer para un grupo noruego que iba a visitar Madrid un par de meses después.
El nombre que dan al grupo tiene su origen en una broma entre Adrián y Javier. Estando ese mes de agosto en Cádiz, y a pesar de no tener aún claro si la cosa iba a tener continuidad, se ven en la obligación de bautizar de alguna manera al proyecto que acaban de poner en marcha en vista de los conciertos que les van saliendo: “Como el apellido ‘saz’ define la familia de instrumentos de cuerda en Turquía (baglama saz, divan saz, kopuz saz…) y yo no tenía ni perra idea de tocar el baglama, se nos ocurrió lo de Mohama Saz, quitando la ‘j’ de mojama para darle una apariencia más arábiga. Supongo que el estar en Cádiz también influyó. Fue una coña que al final nos va a acompañar para los restos. Ahora hasta nos gusta”, relata el último.
Con la incorporación un par de meses después de Arturo Pueyo, con experiencia en la escena del jazz, que tocaba clarinete y saxo, el proyecto comienza a tomar forma estable. Con él ya en sus filas Mohama Saz entra a grabar el que sería su primer disco. Para ello acuden en octubre de 2014 a los Influx Studios, el estudio que crearon junto a Miguel Lorenzo en 2008 en Palomares de Béjar (Salamanca).
“More Irán” (Influx, 2015) estaba compuesto por seis temas propios del grupo (uno de ellos, “Condomina”, inspirado en el tema “Hey” del grupo turco Baba Zula), más una versión de Triana, “Recuerdos de una noche”. El 12” daba muestras evidentes de las influencias étnicas en la música de Mohama Saz, que combinaba esas incursiones en la música de raíz, con momentos planeadores y con maneras de kraut-rock. Grabado de forma algo precipitada, teniendo en cuenta que el grupo no llevaba funcionando ni medio año, lo cierto es que su elaboración respondía, tal y como confesaban a Frecuencia Urbana, a un objetivo claro: “Queríamos capturar el momento de frescura que teníamos por aquel entonces”. No ha de extrañar entonces que dijeran: “Casi todas las canciones se terminaron en las jornadas de grabación; gran parte del disco es improvisado”.
El disco de debut saldría editado con el sello asociado a los estudios, que también se había encargado años atrás de trabajos de Motociclón, RIP KC o TerrestreAñade este contenido.
Al poco de terminar la grabación, en noviembre de 2014, José deja el grupo entrando en su sustitución Germán Fernández (Piolines) para encargarse del bajo, pero sólo permanecería con los Mohama Saz unos cinco meses. El repuesto llegaría con Sergio Ceballos, hermano de Adrián y compañero suyo en Melange, que también había militado en RIP KC, y se convierte en el bajista definitivo.
Cimentado con firmeza el que parece el sonido definitivo de la banda cabe preguntarse si la gestación del proyecto tenía un objetivo claro desde el comienzo: “Yo creo que la gestación de una banda como Mohama Saz no puede ser premeditada, al menos en nuestro caso no lo fue” responde Javier. “A partir de experimentar con nuevos instrumentos de otra parte del mundo comienzas a tirar de un hilo de recursos melódicos y rítmicos que incorporas a lo que ya hacíamos, que básicamente es rock. Vamos que no decidimos nada, sucedió y ya está” concluye. En una línea similar se pronunciaba Adrián: “(…) Nos lanzamos con Mohama Saz sin apenas referencias porque empezamos más atraídos por los instrumentos, no por la tradición o el conocimiento previo”.
El grupo comienza a tocar con asiduidad, participando, por ejemplo, en el Festival 100% Psych celebrado en la sala El Sol de Madrid, donde tocaría junto a los chilenos Föllakzoid) en mayo de 2016. Al mes siguiente se desplazan hasta Úbeda (Jaen) donde tocan en el Festival AC Corriente Alterna (Úbeda). En julio van a Zaragoza para actuar en el Slap! Festival junto a Guadalupe Plata o The J’Bs. En noviembre se estrenan internacionalmente, tocando en Le Guess Who de Utrech (Holanda).
Para preparar su segunda entrega, “Negro es el Poder” (Humo, 2017) vuelven a acudir a Influx. “Es muy cómodo grabar en el campo, sin horarios ni presiones”, explicaban en entrevista a Mondo Sonoro. “Es muy inspirador. Podemos grabar en directo y hay libertad para probar cualquier tipo de paranoia. Si quieres grabar un clarinete haciendo un fade in, sólo tienes que tocar caminando desde el río hasta la pecera del estudio”. Del trabajo en el estudio recalcaban también la diferencia con respecto al disco anterior, grabado “apresuradamente cuando apenas llevábamos 3 ó 4 meses con el grupo”.
Además de flauta (Darío Santamaría) y trombón (Roberto Lorenzo), introducirán santur (Alex Pewlo) y bouzuki (del que se encarga el propio Sergio). Estos últimos instrumentos, propios de músicas orientales (persa y griega, repectivamente), se unían a la inspiración encontrada en el folclore serbio para componer un tema como “Ajde jano” (el que cerraba precisamente el disco), los aires flamencos de “El Sultán del pozo” (el tema con el que, sin embargo, lo abrían) o la música turca, para lo que contaron con la participación de Sara Islan para voces y coros en esa lengua y la referencia de Ersen Kozan Daği para el riff de “Viyan”. Y es que el grupo ha manifestado de siempre una deuda clara con el denominado Anatolian o Anadolu rock: “La ola de rock turco que se dio a finales de los 60 coincidiendo con la época hippie y la explosión de la música popular (…) Eso que suena a música oriental y a la vez a rock duro, y a funk, y a psicodelia”.
Todo ello no hacía sino responder a la pasión febril de la banda por explorar otros ritmos y armonías que no sean los habituales del universo del rock. Como contaban en entrevista con Mondo Sonoro: “Poder jugar con compases más propios del folclore y experimentar con sonidos orientales, pero haciendo estructura de canción más o menos convencional (…) Suponemos que ésa es la fórmula, no es complicar las canciones porque sí, es simplemente utilizar más la influencia oriental que la occidental. Y también las raíces españolas y mediterráneas, que están ahí y que en Mohama Saz salen de manera natural, sin complejos, algo que no es tan fácil de soltar en una banda de rock con carácter anglosajón”, continuaba Adrián. Para Ruta 66 Javier insistía en dicho aspecto, indicando cómo funcionaba el procedimiento de exploración de la banda en busca de sonidos diferentes: “Empiezas a escuchar sonidos de una parte del mundo y vas viajando con la música igual que si viajaras en coche traspasando fronteras. Un sitio te lleva a otro. Y en todos los sitios hay cosas fascinantes con las que puedes encontrar conexiones con lo que tú haces. Lo raro es que no haya más interés por sonidos de otros lugares. La influencia anglosajona es tan apabullante en la música que ha tapado y se esfuerza por ocultar todo lo demás. Nosotros ya nos hemos quitado prejuicios; no es que busquemos, es que escuchamos y prestamos atención a todo lo que nos encontramos”.
Con todo, sí que les gusta recalcar que lo suyo no es precisamente la fusión: “No somos muy amigos del concepto de fusión” explicaban para Distrito Jazz. El suyo era más bien, “un sonido propio que no es fruto de mezclar estilos definidos”, añadían. Además de mencionar la utilización de instrumentos provenientes de otras culturas indicaban que “las estructuras de las canciones son cercanas al pop. Luego quizá por la utilización de efectos podemos acercarnos al rock psicodélico o al jazz por los desarrollos instrumentales de improvisación”.
La nueva entrega fue masterizada por Jorge Explosión en sus Circo Perroti, y no tuvo la autedición del disco de debut, sino que corrió a cargo del sello asturiano Humo. La propuesta de Pablo, responsable del mismo, llegó en el momento justo, cuando estaban a punto de grabar el primer disco. El grupo dejó claro lo mucho que apreciaba el eclecticismo del catálogo de Humo: “Aun siendo muy diferentes y extremos todos los grupos de Humo tienen en común el riesgo. Son bandas que si no existiera un sello como Humo sería muy difícil que fueran editadas. Es alucinante cuando hay un festival de Humo y flota en el ambiente esa especie de conexión entre grupos que a priori no tienen nada que ver. Pablo es un valiente y tiene un ojo privilegiado para detectar ese hilo conductor en los grupos que ficha, y que siendo tan diferentes dan una personalidad única a su sello”, nos contaban tras la edición de uno de esos conciertos celebrados en la sala El Sol de Madrid, que les emparejó con La URSS en abril de 2018.
Fue precisamente en esa sala en la que se presentó “Negro es el Poder” en marzo de 2017 junto a Guerrera. Algo después, el 8 de junio, con motivo del Sound Isidro, tocaron en la sala Joy Slava junto a King Gizzard and Lizard Wizard. El resto del 2017 estuvo plagado de participaciones en festivales: el Quintanilha Rock en Portugal en julio, el Territorio Lunar en León en septiembre, el Villamanuela de Madrid y la Monkey Week de Sevilla en octubre.
El verano de 2018 el grupo lo ocupa con las actuaciones en el Monkey Weekend en junio, el A Porta Leiria en Portugal en julio, el Noroeste A Coruña el 9 de agosto, y Santiago de Compostela y el GetMad en Madrid en septiembre. Ya en octubre la banda sale de gira por Italia donde dan cinco conciertos: Turín, Bergamo, Faenza, Savonna y Milan.
Entre medias, durante el mes de julio se procede a la grabación de un nuevo disco, para lo que siguen una secuencia muy similar a la seguida en trabajos anteriores: “Un directo en un fin de semana en Béjar. Luego otro para arreglos, reamplificaciones, voces y demás”. Lo que quizás sí que varió a la hora de elaborar “Viva el rey” (Humo, 2018) fue la eficiencia que demostraron en el momento previo y posterior a la grabación: “Pablo de Humo nos dijo que si queríamos sacar disco, que fuera en octubre o noviembre. Eso lo supimos en mayo. Así que terminamos todas las canciones del disco en junio, grabamos y mezclamos en julio, master y diseño en agosto y a fábrica”. La masterización, eso sí, no se realizó esta vez en Circo Perroti (“Nos retrasamos algo con las mezclas y ante la indefinición de tiempos no terminamos de concretar con Jorge”), sino que la realizó Carlos Díaz en Santa María de la Vega (Granada).
Esos problemas de tiempo son los que impidieron que el grupo se viera rodeado de amigos y colaboradores esta vez durante la grabación. A diferencia de en ocasiones anteriores “Viva el rey” se elaboró en la más estricta intimidad sin contribución externa alguna. La composición de los temas se realizó a partir de unas ideas previas preparadas por Sergio y Javier el verano anterior: “Hicimos unas primeras estructuras y ocho o nueve canciones, de las que cuatro o así entraron en el disco. Luego entre todos en los ensayos fuimos añadiendo elementos y explorando nuevas ideas que llegaron a ser nuevas canciones. El proceso suele ser ese, una idea melódica o un ritmo que nos haga ‘viajar’ y luego, limpiar, concretar y estructurar y que la coherencia y la lógica que resuelva la canción permita que dure el viaje y lo potencie”.
En su nueva entrega, los madrileños continuaban su exploración por universos recónditos para el oyente occidental, ya que incluían una canción tradicional armenia (“Erzeroumi shoror”), a la vez que recreaban en “Altiplano” tonadas tradicionales del cancionero boliviano. De igual manera, junto a estas especias de folk étnico, daban muestras de su querencia tanto por la psicodelia como el free jazz.
El proceso de gestación de alguno de estos cortes da muestra de la amplitud de miras del proyecto: «Nos hemos quitado todos los prejuicios, no es que busquemos, es que escuchamos y prestamos atención a todo lo que nos encontramos. Nos dio por escuchar música andina y vimos que podíamos versionar dos tonadas de Bolivia en una sola canción siendo Mohama Saz. Así que cambiamos sensiblemente el ritmo haciéndolo más marcado, a lo música gnawa norteafricana, onda Tinariwen. Luego le dimos un barniz de arreglos de viento en forma de canon a lo Moondog y por último nos atrevimos a cantar la letra de la canción pero sin pretender hacerlo en plan andino. Así hicimos ‘Altiplano’«.
El grupo marchó al Festival MENT en Ljubiana (Eslovenia) el 1 febrero de 2019, dejando para unos días después, el 15 de ese mismo mes, la presentación del nuevo disco en Madrid junto a Cabezafuego.
La banda tiene en su directo una de sus bazas principales: «Pese a ser una propuesta poco convencional resulta muy accesible en directo, conecta rápidamente con el público por ser una música muy orgánica y próxima. Quizá sea la influencia del folclore o la fuerte presencia rítmica«. Sea cual sea la razón última, el caso es que reconocen poder encajar en un amplio espectro de posibles festivales diferentes.
Además, a tenor de lo que explican, el paso por el estudio fue especialmente prolífico: «Para ‘Viva el rey’ se quedaron fuera canciones que necesitaban más elaboración. Hasta nos planteamos sacar un disco doble, pero no era viable por tiempo. Así que material tenemos, vamos a ver qué pasa y hacia dónde nos lleva el viaje, seguiremos buscando, eso seguro«.
Quedamos pues a la espera del resultado de ese nuevo viaje de Mohama Saz.
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