Cuando se tienen noticias de que el hijo de un famoso o famosa va a grabar un disco, automáticamente nos ponemos en lo peor y… normalmente acertamos. La excepción es Antonio Flores. Hijo de Lola Flores y Antonio González –El Pescailla– , hermano de Lolita y Rosario. Pocos cantantes podían lucir tal pedigrí. Pero en este caso, la supuesta ayuda familiar fue mucho más un freno que un impulso para su carrera, en la que se vio obligado a hacer un doble esfuerzo: convencer con su música y convencer a pesar de sus apellidos.
Antonio González Flores nació en Madrid y aprendió a tocar un poco la guitarra de la mano de su padre. Todo parecía indicar que su carrera iría encaminada al cine, en el que debutó a los ocho años, y con dieciocho hacía su primer papel protagonista en “Colegas” (Alvaro de la Iglesia, 1980); sin embargo componer canciones le tiraba más que ninguna otra cosa y ya en 1978 colaboró con el grupo Cucharada. Son años en que a Antonio se le puede encontrar fácilmente en cualquier garito de Malasaña, hablando de música y guitarras, aunque siempre un tanto atenazado por el peso de pertenecer a una familia de artistas emblemáticos.
En 1980, el director de la compañía Epic-CBS, Tomás Muñoz va a encargar a Jorge Alvárez la producción del primer disco de Antonio -así sin apellido-. Jorge va a poner al cantante en manos del guitarrista Miguel Botafogo y entre ambos van a dar forma al LP “Antonio” (Epic-CBS, 1980). En él va a aparecer una canción que por derecho propio estaría en cualquier antología del pop rock español: “No dudaría”. El resto del disco baja un tanto, pero este tema justifica por sí solo la producción y la costosa promoción. Pero el disco, que es promocionado a tope, no funciona. Tan solo el single con la citada canción salva un tanto los muebles, sin llegar tampoco demasiado arriba de las listas. La decepción es mayúscula y eso sumado a sus problemas iniciales de adicción, hace que la poderosa CBS le dé la espalda por un tiempo.
A finales de 1981 graba un nuevo LP “Al Caer el Sol” (CBS, 1984) que, como tal, no aparecerá en el mercado hasta 1984, aunque previamente se irán editando algunos singles. Uno de ellos, “No puedo enamorarme” llegará a encabezar una semana la lista de Los 40 Principales en 1982; sin embargo, a la hora de las ventas seguirá funcionando a medio gas. En este segundo long play destaca poderosamente el tema “Pongamos que hablo de Madrid”, compuesto y grabado por Joaquín Sabina, que Antonio entona en plan rock.
El cantante hacía a finales de 1981 estas declaraciones a la Revista Popular 1: “Hice un primer álbum que no me gustó nada, llevo esa imagen porque era la época en que salían los niños guapitos, rubios, cantando canciones de amor tontas. Yo era feo, bajito y con el pelo largo, pero al fin y al cabo quisieron meterme por el mismo camino. Pensé en seguir dos años y hacerme rico, pero acabé reventado y me puse a hacer mis propias canciones, de modo que por mucho vuelco que le dieran, se notaba. El cambio de este segundo álbum fue brutal.
Lo cierto es que CBS demoró la salida del disco, que no funcionó en la medida de lo previsto, a pesar de su innegable calidad, y acabó por rescindir el contrato con el cantante, que sufrió un nuevo parón en su carrera y regresó al cine, protagonizando “El Balcón Abierto” (Jaime Camino, 1984) y “Calé” (Carlos Serrano, 1987).
En estos dos primeros LP, Antonio se nos muestra como un cantante de rock urbano con claros toques de blues y muy escasas referencias al flamenco de tradición familiar. Un cantante de voz áspera y fuerte, de escasas extensión y riqueza tímbrica, pero componiendo unas letras cargadas de sensibilidad y con un gran poder de transmisión hacia el oyente.
Regresa a la actividad musical en el sello Twins de la mano del productor Carlos Nerea con el disco “Gran Vía” (Twins, 1988). Desde ese momento incluirá en su nombre artístico el apellido de su madre y firmara sus discos y conciertos como Antonio Flores. La crítica pone a caer de un burro el disco, tal vez de forma injusta y este pasa desapercibido del todo, a pesar de que se extraen de él hasta tres singles. Con el tiempo, para muchos, este tercer álbum ha sido el más personal y el mejor de la carrera del cantante, pero en su momento fue bastante maltratado. Parece que la crítica no acababa de perdonarle ser hijo y hermano de quienes era y, al tiempo, desarrollar una carrera totalmente al margen.
Problemas personales y de salud, apartan a Antonio una vez más de su carrera musical. No obstante, son años fecundos en los que compone temas para su hermana Rosario, que vive un momento dulce en su carrera musical. Realiza dos películas más dirigidas por Javier Elorrieta y participa en la grabación de un álbum coral con canciones de Serrat, interpretando su canción “Tu nombre me sabe a yerba”.
En 1994 edita un nuevo disco. Esta vez muy trabajado y con temas muy escogidos. El cantante tiene grandes esperanzas puestas en este nuevo intento. «Cosas Mías» (Twins, 1994) plantea una fusión entre el rock y el flamenco o la copla con canciones tan memorables como “Isla de Palma” o “Alba”. Por fin, se puede hablar de éxito de ventas con más de cincuenta mil ejemplares despachados en unos meses.
El cantante emprende una gira por toda España para promocionar su regreso a la música y el 1 de marzo de 1995 graba un álbum en vivo. Cuando todo parece sonreírle, en mayo de ese año fallece su madre a la que estaba muy unido. Cumple su último compromiso en Pamplona y quince días después de la muerte de Lola Flores, Antonio aparece muerto el 30 de mayo de 1995, al parecer por una sobredosis de barbitúricos y alcohol.
A partir de ahí se reeditan sus discos, se realizan antologías y Antonio Flores se convierte en leyenda de la música española.
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