Fueron unas Navidades, mi primo Tito traía una cassette cantarina bajo el pulgar; prestad atención -dijo-. Lo que siguió fue un batiburrillo de palmas, guitarreos y escorzos con un tamiz variopinto de nuestras respectivas escuelas, repiquetear de talones en el suelo, más champaña, zambomba y pandereta y una pregunta inmediata: -¿Pero éste quién es?. – El Pescaílla. Un aullido y más juerga.
Por desgracia todo lo que nos ha llegado de Antonio González Batista -El Pescaílla-, y resumido en dos escuetos discos de grandes éxitos no nos difumina la pregunta de qué hubiera salido de este torrente de ser sus circunstancias otras. De todo el clan ha sido siempre el más recóndito, huidizo, con sus cuerdas en tensión, sosteniendo a los suyos, callando, guardando con paz y misterio mucho duende, mucho genio.
Barrio de Gracia. Primero acompañando allá por los 50 a su padre El Pescadilla (como "el hijo de El Pescadilla"), con energía inagotable y tenacidad, era junto a Peret alumno hambriento de esos maestros aún confusos y patriarcas de la rumba vírgen entre quienes cabe destacar a: El Orelles, que tocaba la guitarra y cantaba en las juergas de barrio, El Toqui, que inventó una nueva manera de tocar la guitarra que fusionaba ritmo, melodía y percusión, y por último, el que mezcló todo esto, El Onclo Polla, padre del Pescaílla que le instruiría con todos estos descubrimientos.
Guitarrista incansable y noctámbulo, El Pescaílla la armaba (se habla de muchas horas sin parar de tocar, palmas feroces y ese ritmo contagioso en el que todos caían exhaustos por su embrujo); de boca en boca y de éxtasis en éxtasis, sus trajes sobrios (siempre de negro), su atractivo animal, Charco de la Pava… Antonio funde rumba, flamenco y son cubano… añadiéndole como aliño sus graciosas excentricidades (adaptaciones pintorescas, lenguaje onomatopéyico, y ese tambor en la guitarra con una entonación muy gitana, muy sentida y a la vez franca). Casado en primeras nupcias con la arrebatadora bailarina flamenca Dolores Amaya por rito gitano, peripicias madrileñas y el terremoto Lola que después de algunos desencuentros e infortunios les lleva a encadenarse en 1957, participan en la película "María de la O" (Ramón Torrado) en 1959. A partir de este momento, Antonio dibuja las cascadas guitarreras a su esposa, y esos quebrantos y redobles que poco a poco lo van retrayendo a una sombra, a un acompañamiento, a otra de las maravillas silentes absorvidas por la fuerza y desgarro de La Faraona.
Aún y todo es posible rescatar cuatro EP en la coetánea casa Belter escarbando con más obsesión que pericia allá por los años 60 con el vago título de "Antonio González" (Belter, 1964)Añade este contenido, con la desgarrada y urgente "Ámame esta noche", la disparatada "Fiel amigo", o ya encuadrado en una tradición más folclórica esos sabrositos "Tarantos gitanos". En su rápida continuación nos deja la piel de gallina ese primer corte, "Lola", y nos revientan de palmas y taconeo y risas las locas "Sarandonga" o la menos conocida "Tomasa" dentro de "Antonio González" (Belter, 1965)Añade este contenido. El tercero y a pies juntillas (un EP por año) "Antonio González" (Belter, 1966)Añade este contenido aporta una de las canciones más made in Pescaílla y más popularizadas por su son, la despechada "Levántate", saca una sonrisa su sentida versión de "Sabor a mi" o la brutal y mestiza con voto por la igualdad a lo Luther King "Trulerenle"; ya por último, con "Antonio González" (Belter, 1967) aparecen con salero una "Noche de ronda", que debería avergonzar a Luis Miguel, o la valiente y trenzada "Nunca", sin olvidar la dulzura y desesperación de ese quédate "Un momento más".
Tras todo esto podemos ir repescando algunas apariciones llenas de animalidad y rabia flamenca en TVE, y más tarde de la mano de su esposa algún guiño al poliédrico horizonte que brindó a la rumba catalana. Pronto y dejando atrás alguna colaboración con Lola como en la cachonda "Tú lo que quieres es que me coma el tigre" o "Una casa en el aire", Antonio queda en casa cuidando de los chicos y los futuros creadores de su estirpe: Antonio Flores, Lolita y Rosario.
El año 1987 devolvió al Pescaílla a su trono en las fiestas de la Mercé donde rompió a quejíos y rumba tumbas la plaça Sant Jaume junto a otros insignes como Gato Pérez Chipen. Otras participaciones como en el programa de Ángel Casas Show reviven su leyenda y mantiene tensa su profesionalidad y su buen hacer, como un virus que se propaga ese son, esa herida rítmica con sabor sureño y gitano hace olas en el público más ajeno al devenir vital de este creador difuso. Como siempre, y al menos nunca es tarde, las casaa Divucsa y Belter tuvieron a bien regalarnos el legado más ardiente y revuelto de este removedor de cuerpos y sentires en sendas compilaciones que es lo único que nos podemos llevar a la boca del soberbio Pescaílla. Primero "El Patriarca de la Rumba" (Divucsa, 2005) y después con "Antonio González El Pescaílla" (Belter, 2005) tenemos todo y todo cuanto se puede morder en claro de este gran guitarrista e intérprete. Sin demasiadas variaciones en su selección y ya dominados por el embrujo de sus latidos, todo acaba sabiendo a poco y uno nunca se cansa de rastrear por si quedase algun suspiro más.
El Pescaílla no abrió del todo esa brecha pero alumbró y allanó mucho el camino. De ser su historia otra quién sabe dónde podría haberle llevado esa múltiple fusión (Cuba, samba, canción romántica, rumba, flamenco…), sigue faltándonos algo: haber estado y haber vivido para comprenderlo, para aceptarlo y dejar puestos sus espejos para liberarlo, para seguirlo siempre, para no dejar de perder el miedo y la vergúenza en toda la noche.
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