Pocas dudas cabe albergar sobre la calidad vocal de Amaya. Se trata de una de las mejores voces nacionales en términos absolutos. Ha triunfado como solista con unos juveniles Mocedades y con unos maduros El Consorcio. Sin embargo, su carrera en solitario no le dio las mismas satisfacciones. Es precisamente esa carrera en solitario la que aquí nos ocupa, obviando su participación en los mencionados grupos.
María Iciar Amaya Uranga Amézaga nace en Bilbao en 1947, siendo la mayor de una familia de nueve hermanos, casi todos ellos dedicados a la canción. Sus padres fueron sus primeros maestros de canto, aunque no veían claro la dedicación de sus hijos a esta profesión. La propia cantante decía esto en una entrevista: «En mi casa se ha cantado siempre. Somos nueve hijos y todos hemos tenido relación con la música. Mis padres no querían que nos dedicáramos a esto. Hubo pelea al principio, porque el mundo del espectáculo tenía mala fama: ellas eran putas y ellos maricones. Pero se dieron cuenta de que podía ser una vida digna y formal«.
Los primeros pasos los da junto a sus hermanas Izaskun y Estíbaliz en un grupo folk llamado Las Hermanas Uranga, donde además tocaba la guitarra. Ese grupo se ampliaría, formando Voces y Guitarras, que sería la denominación primera de Mocedades. En ese grupo permanecerá por espacio de quince años, hasta 1984, retirándose por un breve espacio de tiempo.
Rompería ese retiro dos años más tarde para iniciar una carrera en solitario con «Volver» (RCA, 1986). Un disco que mezcla temas clásicos de Gardel con cantautores actuales como Pablo Milanés o Joan Manuel Serrat, con quien interpreta a dúo en castellano «Palabras de amor«, que antes había grabado en catalán su autor. Es un disco que tiene ventas aceptables, pero que defrauda un tanto al haberse depositado en él expectativas cuantitativas y cualitativas que no se vieron confirmadas.
En 1987 participó en un proyecto benéfico, «Cualquier Tiempo Pasado Fue Peor», junto a grandes nombres de la música española: Miguel Ríos, Rosa León, Sabina, Ana Belén y Víctor Manuel.
Su segundo LP favorece una cierta modernización, incluyendo temas de Joaquín Sabina, José María Cano y Billy Joel, entre otros. Seguramente «Sobre el Latido de la Ciudad» (RCA, 1988) es el mejor álbum solitario de Amaya. No obstante, se vendió realmente poco, si bien obtuvo unas buenas críticas.
Su tercera creación será un anodino «Seguimos Juntos» (BMG Ariola,1989), compuesto para ella por completo por Armando Manzanero. Una tanda de nuevos boleros tan bien interpretados como cabía esperar de esta voz privilegiada y tan poco innovadores e interesantes como era de suponer en este trillado campo.
En 1990 su nombre sonó, y mucho, como candidata eurovisiva y el asunto se dio como cosa hecha. Al fin y al cabo, ya había degustado (o casi) las mieles del éxito televisivo europeo con Mocedades. No obstante, fue el dúo Azúcar Moreno quien acudió a la cita.
Tras tres intentos más o menos fallidos, Amaya se toma un respiro discográfico, que rompería para grabar un minoritario LP cantado íntegramente en euskera y dedicado en su mayor parte al folklore de su tierra. En «Lilura Urdinak» (Elkar,1992) colaboran Kepa JunqueraAñade este contenido, Oskorri y otros nombres del folk vasco. Este cuarto disco aparecerá firmado con su apellido.
Al año siguiente nacería El Consorcio, casi una empresa familiar dedicada a la canción, y Amaya abandona la carrera en solitario que había mantenido sin demasiado brillo durante seis intermitentes años.
Mujer generosa, siempre prestó su voz a proyectos ajenos. Ha cantado junto a Plácido Domingo, Mercedes Sosa, María Dolores Pradera, Chico Buarque, Miguel Bosé y tantos y tantas otros.
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