Miguel Ríos: un señor que lleva ya más de 45 años de carrera, que ha sido brecha del panorama musical en muchos aspectos, que ha sabido adaptarse a cada tiempo y a cada circunstancia con inteligencia y sin perder nunca la curiosidad, la inquietud y las ganas de aprender, siendo él a su vez maestro para muchos… ¿Tal vez el más absoluto representante del rock español? Pues vamos a verlo.
Miguel Ríos Campaña, nacido el 7 de junio de 1944, es, como todo el mundo sabe, natural de Granada, y se crió en el seno de una familia humilde en el barrio de La Cartuja. Merece la pena incidir en esto de su origen familiar porque aquí los inicios del rock eran, en buena parte, cosa de gente con posibles; aquellos que, en una época de economía no muy boyante y en plena dictadura, podían costearse los instrumentos necesarios y, a su vez, acceder a la música que llegaba del extranjero a pesar de los controles de la censura. Miguel consiguió saltar esta barrera gracias a que pasó una temporada trabajando en el apartado de discos de unos grandes almacenes de la calle Ángel Ganivet, donde empezó a escuchar a aquellos artistas que le crearían afición, destacando especialmente Elvis Presley. Empezó a cantar en su tiempo libre y ganó un concurso de la radio local que le abrió las puertas a su carrera como artista musical y en seguida marchó rumbo a Madrid. En 1962 grabó su primer EP para discos Philips, pero aquellos tiempos eran aún muy duros y durante toda esa etapa, el rebautizado como Mike Ríos hasta 1964, se dedicó a malvivir en pensiones e ir tirando como buenamente podía. Si destacó ante tan desolador panorama, fue por esa gran virtud que Miguel ha demostrado a lo largo de toda su carrera y que ya entonces le caracterizaba: la versatilidad, la adaptación.
Al principio de la década de los 60 se puso de moda el twist y Miguel no tuvo reparos en adaptarse a las exigencias del estilo. Prácticamente era su único representante y, de haber más, Mike era el mejor por ser el más consciente de lo que llevaba entre manos. Empieza a forjarse su propio hueco entre los populares del momento e incluso hace sus pinitos en el cine, como en la película «Dos Chicas Locas, Locas» (1964) de Pedro Lazaga y junto a Pili y Mili. Se abre ahí una etapa de numerosos sencillos y EP -algunos de ellos con Los Relámpagos como banda de acompañamiento- para el sello holandés, en los que combina este movimiento con otros estilos de moda, haciendo especial hincapié en el rock, y que se extiende hasta 1966, año en que, harto de su situación en dicha compañía decide fichar por la incipiente Sonoplay. Allí, a pesar de estar la mayor parte del tiempo de brazos cruzados -solo editó algunos sencillos y un EP, la banda sonora de la película «Hamelin» (1968) de Luis María Delgado y que él protagonizaba-, consigue al fin un buen sueldo y empieza a plantearse una carrera sólida.
Con la ayuda de su amigo Fernando Arbex, Miguel Ríos empieza a trabajar en nuevas canciones y las presenta a Hispavox, el gran sello nacional de aquellos años. Les encanta y deciden ficharle, iniciando así sus espléndidos trabajos junto al glorioso tándem de la compañía, el productor Rafael Trabuchelli y el arreglista argentino Waldo de los Ríos. El primero de ellos, “Mira Hacia Ti” (Hispavox, 1969), contiene ya algunos de los temas más significativos de su carrera, como “El río”, “Vuelvo a Granada”, etc. Muchas de estas canciones fueron editadas en sencillos y situaron a Miguel Ríos en un lugar preferente dentro del panorama musical nacional, alcanzando incluso el nº 1 en las listas. Pero ese mismo año, y de nuevo con arreglos de Waldo de los Ríos, llega uno de los momentos cumbre de su carrera, el archiconocido “Himno a la alegría”. Arrollador éxito internacional en su versión en inglés, “Song of joy”, el sencillo vendió más de siete millones de copias (enumeren artistas españoles que hayan alcanzado dicha cifra), se situó en las listas de éxitos de medio mundo, incluyendo Estados Unidos, país donde fue disco de oro y llegó al nº 2; para darnos idea del nivel de éxito que obtuvo, esta canción permaneció en el top ten alemán de julio de 1970 a marzo de 1971. Una barbaridad tal, que muchos ya tuvieron suficiente Miguel Ríos para toda la vida.
Miguel siguió con su trabajo y tras unos álbumes en estudio llega “Conciertos de Rock y Amor” (Hispavox, 1972), disco que recoge la grabación de la primera gira programada (es decir, una gira tal como la entendemos hoy día) que daba un artista español y que contenía un importante aspecto visual (proyecciones de diapositivas, luces), algo tremendamente innovador. Es, a su vez y por tanto, uno de los primeros discos en directo que se editaron aquí. Los conciertos de rock y amor, que promocionaban la imagen hippie y pacifista del artista en el ocaso de la dictadura de Franco, sirvieron, además de para extender su popularidad a cada pequeño rincón del país, para ponerle en el centro de mira de aquellos que pensaban que ya era hora de dar un escarmiento a tanto jovenzuelo fumeta. Consiguen pillarle con costo y le mandan una temporada a Carabanchel. Al salir de estas «vacaciones forzadas», como él mismo las llamó, el inquieto Miguel ya se plantea un nuevo giro que le aleja del renombrado Sonido Torrelaguna.
Edita “Memorias de un Ser Humano” (Hipavox, 1974),álbum de contenido más social que le introduce en terrenos progresivos y que no agrada a la compañía, deseosa de un nuevo “Song of joy”. Su casa, tras un tira y afloja, le otorga la carta de libertad para marcharse y ficha por Polydor, donde continúa su etapa más experimental con álbumes conceptuales como “La Huerta Atómica” (Polydor, 1976) y “Al-Andalus” (Polydor, 1977), ambos con escasas ventas. El primero es una suerte de reivindicación anti-nuclear y ecologista -recuerden: esto ya en 1976, que no estamos en Estados Unidos- y el segundo penetra en el mestizaje del rock con el flamenco y los sonidos de ascendencia árabe; en ese sentido merece la pena mencionar la gira que al año siguiente y bajo el nombre de La Noche Roja, producto del patrocinio de una marca de ropa vaquera, organizó junto a Triana, principal exponente de lo cultivado en aquel disco. También participaron, entre otros, Guadalquivir -grupo formado por músicos que tocaron en «Al-Andalus»- o Iceberg.
Fueron muy pacientes en Polydor con Ríos, del que aguardaban éxitos y llegaban discos extraños. Por ello, su espera fue recompensada cuando llega la etapa más significativa del artista, que se inicia con “Los Viejos Rockeros Nunca Mueren” (Polydor, 1979). Esta etapa se define por un rock claro y sencillo, que por momentos reivindica sus inicios pero también le pone de actualidad con éxitos evidentes y recordados. Los mayores de ellos, sin duda, “Santa Lucía”, que aparecía en el álbum “Rocanrol Bumerang” (Polydor, 1980) y “Bienvenidos”, tema dedicado “a los hijos de rock ‘n’’roll” y que abre el doble directo “Rock & Ríos” (Polydor, 1982), uno de los grandes eventos de la historia del rock en España e inicio en el rock con mayúsculas para casi toda una generación. A él le sigue en esa misma línea la gira de “El Rock de una Noche de Verano” (Polydor, 1983), con Luz Casal y Leño nada menos que de teloneros; una gira de macroconciertos que llenó varios estadios de fútbol y en el que el artista hacía gala de su militancia política y antinuclear. El gran colega, le llaman. No corrió la misma suerte la gira “Rock en el Ruedo” de 1985, de la que finalmente se editaría sin embargo un disco recopilatorio sin demasiada repercusión.
A pesar de esto, Miguel Ríos está en el cénit de su popularidad musical en España y se embarca en proyectos televisivos, como ¡Qué Noche la de Aquel Año!, programa ideado y presentado por él y con guión de Diego A. Manrique, en el que repasa la historia del rock español desde 1962 hasta ese mismo año a lo largo de veintisiete programas repletos de invitados, actuaciones y colaboraciones que se vieron publicados en dos dobles álbumes. Tanto el programa como los discos tuvieron un notable éxito y por ello fue galardonado Miguel con un Premio Ondas. Ese año de 1987 debió de ser intenso para Miguel Ríos, pues junto al programa y a los discos entra en contacto con la música rock de Latinoamérica y empieza a gestar otro de sus significativos giros. También celebra un multitudinario concierto en la plaza de toros de Ciudad de México, siendo el primer artista que logra el lleno absoluto en dicho recinto. Y finalmente, su querida Granada le otorga la Medalla de Oro de la ciudad.
A esto le sigue una etapa relativamente discreta del artista y en la que empiezan a aparecer antologías de su ya extensa carrera y los reconocimientos a la misma en forma de premios (Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, entre otros), homenajes, etc. Pero Miguel Ríos no se duerme en los laureles; la música es su pasión y continúa en una nueva etapa en la que se decanta por el rock latino y más adelante por el swing y el blues. Más que discos sobrios, como se les suele calificar, son elegantes, con dos temas relevantes: “Directo al corazón” del álbum del mismo título de 1991, último con Polydor y al que siguió un largo período sin publicar nada, y “No voy en tren”, de “Como si Fuera la Primera Vez” (Virgin, 1996), el único que editó con esta compañía.
Tras ello, Miguel Ríos se monta su propia disquera, Rock & Ríos Records, con lo que consigue un doble objetivo: sacar lo que le dé la gana cuando le dé la gana, y cumplir un sueño en el que ya llevaba tiempo meditando. Poco antes, este animal del escenario se embarca en una nueva gira de gran éxito acompañado de varios amigos, como son Ana Belén, Joan Manuel Serrat y Víctor Manuel. La gira de “El Gusto es Nuestro” (Ariola, 1996) volvió a ser un enorme éxito y les llevó por todo el territorio nacional y por Sudamérica. Cada uno interpretaba grandes éxitos del otro, se hacían duetos, etc. Ya había tenido una grata experiencia en el escenario junto a ellos y otros invitados al colaborar en la gira “Mucho Más que Dos” de Víctor y AnaAñade este contenido.
Como decíamos, la decantación de Miguel Ríos por el swing le lleva a montar una nueva gira acompañado de una big-band como las de antaño; es su capricho, un gustazo que se da a sí mismo más allá de su rentabilidad y que a su conclusión se vería reflejada en un CD -que hizo que fuera más que rentable-. Vuelve con los socios a continuar la gira de “El Gusto es Nuestro” por ultramar. Señalar que esa gira fue el inicio de un período fecundo que a lo largo de varios años llevó al artista a un no parar de conciertos y proyectos: a las ya citadas giras de “El Gusto Es Nuestro” y la que realizó con la Big Band Ríos, sumemos el disco junto a Ana Belén y la Orquesta Ciudad de Granada interpretando canciones de Kurt Weill, el álbum “Miguel Ríos y las Estrellas del Rock Latino” (Rock & Ríos, 2001), que incluye grabaciones junto a Charly García, Maná, Fito Páez, etc.
Son años de intenso trabajo y se hace necesario descansar. El artista decide retornar a Granada, pero no tarda demasiado en embarcarse en un nuevo disco, “60mp3” (Rock & Ríos, 2004), que en su título remite a los nuevos soportes sonoros, claves en la confección del álbum, y a su edad de entonces. Precisamente celebró ese cumpleaños con un concierto junto a la Big Band de Granada y con Víctor y Ana, Ketama o Raimundo Amador como invitados.
Ya en 2007 presenta un nuevo espacio televisivo en 13 entregas, “Buenas Noches, Bienvenidos”, con actuaciones en directo -incluyendo la presentación del álbum de Los Planetas, “La Leyenda del Espacio” (RCA, 2007)– para RTVA y celebra su cuadragésimo quinto aniversario en la música con una antología audiovisual que repasa cuarenta y cinco grandes éxitos de su carrera más un DVD con más de tres horas de material, incluyendo actuaciones inéditas. Son cerca de treinta álbumes, sin contar numerosos recopilatorios, los que ha editado a lo largo de su más que prolífica carrera que, por razones evidentes, se vuelve más pausada.
Miguel Ríos es el artista invitado en el «Night of the Proms» (encuentros del clásico con el pop) que en Valencia se organiza en el mes de abril de 2008, año que remata con un nuevo disco que incluye algunos nuevos temas y pasadas colaboraciones, «Solo o en Compañía de Otros» (Warner, 2008). En julio de 2009 inicia la gira correspondiente; para hacernos idea de su talla, el primer concierto de dicha gira, en Sierra de Gredos (Ávila) dentro del marco del festival «Músicos en la Naturaleza», convoca nada menos que a diez mil personas, una cifra que describe claramente la relevancia de Miguel Ríos en nuestra historia musical. Como ejemplo, convocó a tantas personas como Sting en su primera edición, y apenas dos mil menos que una (otra) leyenda viva como Bob Dylan. También durante ese verano se edita «Bienvenidos: Un Tributo a Miguel Rios» (Universal, 2009), doble CD en que afamadas figuras de la música española (desde Serrat a Bunbury, pasando por Rebeca Jiménez o Iván Ferreiro) rinden homenaje al artsta interpretando sus canciones.
Finalmente, en 2010, Miguel Ríos decide despedirse de los escenarios. Para ello se organiza una serie de galas al final del verano, con fechas iniciales en Madrid, Barcelona y Granada que a las que a lo largo del otoño se han ido sumando otras plazas. No descarta Miguel alguna aparición esporádica, muy ocasional, como invitado en algún concierto o gala. Quien conoce su trayectoria sabe que Miguel siempre ha estado despidiéndose, pero, bien meditada, esta se anuncia como la definitiva. Así, edita en disco-libro «Bye Bye Ríos» (Gran Vía, 2010), nombre de la gira, con la toma de sus actuaciones en Granada, con más de diez mil personas en el público. Sin embargo, rompe ese retiro momentáneamente con «Symphonic Ríos», una gira junto a la Orquesta Ciudad de Granada y Los Black Betty Boys, acompañada del correspondiente álbum.
Por ello, este bagaje, intenso y fructífero, responde positivamente y de largo a la cuestión inicial. Miguel Ríos representa, en su propio estilo y como nadie, la misma leyenda del rock.
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