Con el indie como concepto ya asimilado y encarrilado, comenzaron a salir propuestas realmente personales que se alejaban voluntariamente de la corriente general: el ruido y el inglés.
Es curioso comprobar cómo con el tiempo la mayoría de los discos que han pasado mejor el corte de la primera etapa del indie hispano son de artistas que cantaban en castellano frente al dominante inglés. Grupos como El Niño Gusano, Patrullero Mancuso, Sr. Chinarro, Le Mans o Los Planetas, han resistido mejor el envite del tiempo que la mayoría de las medianías que se jalearon en aquel momento.
Algo parecido le ocurre a Paperhouse. Tomando el nombre de una canción de los alemanes Can (ya iban dando pistas de sus intereses musicales), se forman en Barcelona a principios de los 90 publicando en el año 1992 una maqueta que llama la atención de la naciente Acuarela, que les publica el vinilo «Mundo Oz» (Acuarela, 1994). En este EP, aún cantado en inglés, se aprecian regustos shoegazzers con espacial énfasis en sonidos muy cercanos a los Boo Radleys pre-«Wake Up» (Creation, 1996), o sonidos cercanos a dream-pop tipo Cocteau Twins.
No muy contentos con el resultado, al año siguiente, también en Acuarela, publican «Planeador» (Acuarela, 1995). El cambio es evidente. El principal el del idioma, pero también el abandono de los retazos de noise. Las guitarras aparecen más limpias y su estilo va mutando hacia el slowcore.
Todo ello derivará en el excelente y único disco de larga duración «Adiós» (Acuarela, 1996), irónico título para un debut en el que ya conseguían conformar una personalidad amplia y definida, sin referentes en la escena patria, y mirando a grupos como Low, Codeine, o muy especialmente, Red House Painters.
El disco se encarama a las listas de lo mejor del año y descoloca a un grupo que en sus entrevistas se empeña en decir que su interés es seguir investigando en otros campos de la música, con la mirada puesta en lo que les puede aportar la efervescente escena electrónica que estaba en plena ebullición en aquel momento.
El sonido muy cuidado (destaca la producción de Kramer), la iconografía, la creación de paisajes sonoros abruptos y confortables, les hace estar en el punto de mira como una de las formaciones que pueden dar mucho más de si.
Sin embargo, el grupo se disuelve poco después, dejando un vacío para un cierto tipo de aficionados exigentes que vendría a ocupar otro grupo nacido dentro de Acuarela: Migala.
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