Poco o nada se sabía de Ismael Serrano cuando en la década de los 90 sacó su primer álbum. Sólo sus compañeros de la Universidad Complutense y los fijos a la ruta de cafeterías y bares con música en vivo conocían el familiar timbre de este madrileño, que desde un principio se posicionó en el género de canción protesta. Aunque estudió solfeo y piano en el conservatorio, la primera guitarra que tuvo le llegó de rebote cuando un familiar se la regaló.
Versionando canciones de Silvio Rodríguez, Serrat, Luis Eduardo Aute o Sabina, Serrano fue aprendiendo de modo autodidacta a componer su propia música. Las primeras canciones se caracterizaban, sobre todo, por su falta de pudor en expresar sus ideas más personales –«Cita a las siete en Moncloa», «Por qué no te quedas en casa«- y por un meticuloso cuidado en la expresión que iría afinando con el paso de los años hasta alcanzar, también, un compromiso poético en sus letras. Y es que además de las influencias musicales citadas anteriormente, no son menos importantes las literarias. El madrileño hace constantes guiños en sus canciones a numerosos poetas: Benedetti, Blas de Otero, César Vallejo, Antonio Machado o el mismísimo Pablo Neruda, al que le toma prestado unos versos de «Walking around» para su canción «Ya ves».
El amor como concepto vital (bromea asegurando que “a él las mujeres le abandonan en todos los discos”) y la política (a veces en forma de feroz crítica, otras en himnos de compromiso social) son las dos constantes que el cantautor no ha perdido de vista en su intensa trayectoria musical. Desde «Atrapados en Azul» (Polygram, 1997) y su famosa bronca generacional de «Papá cuéntame otra vez», pasando por otras letras de marcado contenido político-social; «Al bando vencido» –«La Memoria de los Peces» (Polygram, 1998)-, «La casa encantada» –Los Paraísos Desiertos» (Universal, 2000)-, «Un hombre espera en el desierto», «La ciudad de los muertos» –«La Traición de Wendy» (Universal, 2002)-, «Zona Cero» –«Principio de Incertiumbre» (Universal, 2003)-, «Fragilidad» –«Naves Ardiendo más allá de Orión» (Universal, 2005)– o «Si se callase el ruido» y «Zamba del emigrante» (con Mercedes Sosa) en «Sueños de un Hombre Despierto» (Universal, 2007)… son algunas de las piezas que no dejan indiferente al que las escucha.
A la ecuación amor y política hay que sumar también Hispanoamérica. «A las madres de mayo», «México Insurgente», «Buenos Aires 2001», «Plaza Garibaldi» o «Nana para un niño indígena» son algunas de las canciones en las que el cantautor muestra la efervescencia política y cultural de latinoamérica, donde en algunos países como Chile o Argentina, se ha convertido en un auténtico líder de ventas.
Si por algo se caracteriza Ismael Serrano es por la normalidad y la familiaridad con la que se mueve sobre un escenario. A pesar de los éxitos cosechados -y que de vez en cuando se extrañen conciertos menos multitudinarios-, el madrileño continúa fiel a su estilo intimista. Interacción con el público, historias del día a día, cuentos, versos y recuerdos se mezclan con las composiciones del autor. Agradecido con las canciones que más éxito le han traído -es raro que no suene «Papá cuéntame otra vez» en sus conciertos- el cantautor busca encontrar en sus directos el equilibrio entre su repertorio más clásico y los temas más recientes. Canciones, por otra parte, que en ocasiones le obligan a subir al escenario a un importante número de músicos.
Y es que la evolución del cantautor se ha dejado notar con el paso del tiempo. Aunque sus dos primeros discos, «Atrapados en Azul» y «La Memoria de los Peces», no aportan novedades y mantienen el estilo más clásico de la canción de autor -salvo excepciones como el pasodoble de «Yo quiero ser muy promiscuo»– a partir del tercer álbum, «Los Paraísos Desiertos» Serrano introduce nuevos ritmos con algunos mimos a la dinámica del jazz. La metamorfosis continúa en «La Traición de Wendy» con el blues de «Fue terrible aquel año» y los samplers de «Cobertura: 95% del territorio nacional». La apuesta por sonidos nuevos culminó, al menos por el momento, con «Sueños de un Hombre Despierto», disco en el que se pueden distinguir instrumentos como el piccolo, el clarinete persa, piano, violín o sitar.
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