El último álbum de Hamlet, grabado en Madrid en los estudios Sonora para Locomotive, vuelve a contar con Colin Richardson, esta vez en la labor de mezclador. Muy en la línea de «Syberia» (Locomotive, 2005), ante él repite la labor que en su día ejerció «Revolución 12.111» (Zero, 1996) respecto a «Sanatorio de Muñecos» (Romilar D, 1994), como es la de aprovechar las posibilidades de los nuevos recursos descubiertos. De nuevo más directo, de nuevo más contundente y, de nuevo, más expansivo.
Se percibe entonces que Hamlet vuelve a estar en un especial estado de gracia. Muchos siguen despreciando su labor con el apelativo de mallcore, etiqueta que se usa para definir un género bastardo de metal que lo único que pretende es seguir los dictados de la moda. Más allá de eso, aquí tenemos un disco vivo, muy completo y atractivo. Tras la introspección de las letras de «Syberia», «Pura Vida» (Locomotive, 2006) propone ya algo de acción (o más bien reacción) ante las vicisitudes de la vida. Pero también la música se nota más diáfana y cercana. Como el propio título indica, pura vida.
Merece la pena señalar como anécdota que la portada que se usó en la promoción (una virgen con calavera por cabeza) no coincide con la que apareció finalmente, descartada por la casa por miedo a conflictos con el arte de otras bandas.
En definitiva, un buen disco de Hamlet que les deja en mejor senda para su próximo álbum, esta vez de la mano de Roadrunner.