"Fin de un Viaje Infinito" (Virgin, 2007), el estreno de Xoel con la multinacional Virgin, constituye el disco más latino hasta el momento, mirándose en el espejo de ilustres como Fito Páez o Andrés Calamaro, al cual incluso cita en un tema.
Claro ejemlo de ello es “Tendremos que esperar”, de lo mejor del lote junto a “No es mi primera vez” y su “sólo es esxo” explícitamente ambigüo. Pero lo cierto, lamentablemente, es que sólo se queda en eso, abrazando definitivamente el pop más blando y dirigido a radiofórmulas, tanto en los arreglos como en las dobles voces, ejecutado en forma de baladas algo almibaradas. Aún así, que no haya lugar a equívocos: Deluxe se erige con derecho propio como una de las alternativas más dignas del entramado cuarentero.
Líricamente la mejora es sustancial, con frases tan acertadas como “vivir es aprender a ver en la oscuridad” (también importa la aportación vocal de Miguel Maga, el cual se incorporaría como bajista en los directos) que denotan cierta madurez del artista. Pero la verdad es que los ritmos no acompañan tanto, pese a la riqueza de arreglos, algo que a un instrumentista tan bueno como Xoel, le debe haber fascinado, la posibilidad de trabajar con tantos medios y un equipo tan capacitado.
Deluxe antes era un banda encabezada por Xoel, y ahora es más un cantautor rock, más cercano a Quique Gonzalez que a las bandas noventeras a las cuales fusilaba sin piedad en su disco de debut. Existe en este álbum, por tanto, un mayor predominio de la voz, en un camino similar al recorrido por Iván Ferreiro, tras su paso por Los Piratas, en cuanto a intenciones se refiere.
Algunas detalles que no me gustaría dejar en el tintero son los ecos Dinarama de "Requiem (no fui yo)", con un trasfondo que recuerda a las explosiones de júbilo y coros de Arcade Fire, y la muy beatle (y flaming-lip al mismo tiempo) "Simone", con un ritmo original y divertido que no se ve recompensado por el hastío de la voz. Preocupante este punto, pues era uno de sus grande activos, si bien es cierto que nunca antes había gozado de un protagonismo tan descarado.
Un final americano (Xoel ya no es un londinense de pro), con la armónica y piano folk en "El amor valiente" concluyen un viaje infinito, pero no demasiado lejos; ni al pasado, ni al futuro, sino al presente. Y el presente no interesa porque ya pasó.