El camino que hubiera seguido la carrera de Los Brincos si no hubiera ocurrido la expulsión de Juan Pardo y Junior es toda una incógnita, y la verdad es que este tipo de elucubraciones es más para el tipo de conversaciones que se tendrían en la terraza de un bar. Visto desde la perspectiva del tiempo, el público que había sido fiel al grupo en lugar de perder ganó, puesto que ambos bandos tomaron caminos totalmente separados, Juan y Junior se decantaron por el pop más clásico con pomposos arreglos y armonías vocales, mientras que Los Brincos recrudecieron más su sonido.
Los Brincos estaban en un momento clave dentro de su carrera ya que un paso atrás respecto a su discos anteriores hubiera significado seguramente la disolución, por ello la formación restante se confabuló para la confección de su tercer disco. El grupo se sumerge en los nuevos sonidos que llegan desde Gran Bretaña, donde aparte de The Beatles aparecen nuevos grupos que copan lo más alto de las listas, como The Who o The Small Faces. De este giro en el sonido también tuvieron parte de culpa los nuevos miembros del grupo, ya que Vicente Ramírez y Ricky Morales formaban parte de Los Shakers, que dentro de la escena musical madrileña eran unos de los más salvajes. Y para llevarlo a la práctica se fueron a grabar el disco a Londres a los estudios Marble Arch, propiedad de la PYE, donde les esperaba Larry Page, que había sido productor para The Kinks o The Troggs. Y para que esta evolución del grupo quedara patente en todo el conjunto, qué mejor que reflejarlo en lo primero en lo que te fijas en un disco, la portada, obra de Iván Zulueta.
El resultado final de todo esto fue inmejorable, “Contrabando” (Novola, 1968) es la obra maestra de Los Brincos. El disco ahonda más en todas las influencias que hasta esos momentos habían tenido, pero con el paso del tiempo aprendieron a que sólo fueran eso, influencias, tenerlos como meros referentes donde apoyarse, una base donde poder expandir todo su potencial. Las canciones están repletas de pequeños arreglos que sirven para sumar a unas canciones que ya de por si son notables.
Los Brincos demuestran que han madurado, ya no son esos veinteañeros que hacían canciones sobre amores adolescentes, o los que ponían un tono macarra a sus canciones. No, esos tiempos ya han pasado, se atreven a decir ya las cosas por su nombre como en “Nunca cambiarás”: “ahora es tarde / ya no sigas / tu no vuelves a burlarte / no puede estar dependiendo de ti mi vida” o “sabes que no es verdad / nunca te miento / deja ya de llorar / porque te quiero” en “Lola”. Estos dos temas entran en la vertiente más pop, junto con “Pequeño pájaro”, o “Rápidamente”, donde demuestran el perfecto dominio que tenían para crear canciones cortas; en todo el trabajo solo una canción apenas supera los tres minutos, con grandes melodías y estribillos pegadizos.
Con “The train” fueron llevados a los tribunales porque Pete Townshend, vocalista de The Who, interpuso una demanda por plagio de su canción “Substitute”, y tanto como plagio no es, pero es cierto que el ritmo de “The Train” se cimenta en los acordes iniciales de “Substitute”. La influencia de los nuevos grupos británicos se puede rastrear más allá de este “préstamo”: los mismos The Who en “Big temptation” o “So good to dance”, o The Yardbirds en “Un mundo diferente”.
Tampoco dejarían de lado los sonidos más garageros que además dan los momentos más brillantes, con temas como la políticamente incorrecta “El pasaporte”, o “Nadie te quiere ya”, el mejor tema del disco. Más cercano a la psicodelia estaba “Contrabando”, donde muestra el camino que seguirá el grupo en el futuro.
A pesar de sus denodados intentos, “Contrabando” no triunfó en el extranjero; a nivel nacional consiguieron acallar a las voces más agoreras que les daban por muertos después del cisma dentro de la formación, pero dentro de la mente de Fernando Arbex sólo se pensaba en triunfar de un modo internacional. Después de la publicación de este disco, Los Brincos se dedicaron a sacar singles con mayor o menor fortuna, hasta que llegó el proyecto más ambicioso en su carrera, “Mundo, Demonio y Carne” (Novola, 1970).