Tras el buen resultado de «Corazón Loco» (DRO, 1982), los Glutamato se disponen a grabar un larga duración. Sin embargo, ello no sucedería debido al servicio militar obligatorio de Iñaki, que dificultaría mucho las cosas, y lo cierto es que, aunque es difícil adivinar cómo hubiera sido el resultado final, no es demasiado arriesgado asegurar que probablemente a la postre fuese lo mejor, ya que el grupo era mucho más solvente -aparte de en el escenario- en las distancias cortas.
Comienza así el mini-LP de forma un tanto desconcertante, con unos ritmos medio arabescos medio militares en «Zoraida», que pese a lo interesante de tratar un tema siempre de actualidad como el conflicto oriente-occidente, no terminar de funcionar. Pronto lo hace con «Europa», cuya autoría se debe a Iñaki, Patacho y Poch (bastante mejor la versión que este último haría), regalándonos una excelente composición con elevados tintes de ironía y mala leche a raudales en la que se trata la inmigración, pero sin pronunciarse. En general esa es la virtud del grupo, poner el dedo en la llaga sin que sea su objetivo más que la denuncia. Por cierto, genial el guiño eurovisivo. Paradojas del destino tres años después sonaban para acudir al dichoso festival.
«El suicida» se aproxima mucho al Siniestro Total de «¿Cuándo se Come Aquí?» (DRO, 1982) de ese mismo año, un tema simpático y resultón.
«El día que el cielo me dio una sorpresa» recuerda al pop sosegante y «baboso» de bandas como Paraíso o Los Modelos. Aquí se ríen hasta de ellos mismos si hace falta. Sobreactuada, excesiva, es un fiel reflejo de lo que la banda en realidad era.
Con «Algo suena tic-tac» se vuelve al pop-punk inmediato y directo del primer EP y, por qué no decirlo, aunque algo primitivo, con todos los ingredientes que a los que adoramos los 80 españoles nos parecen tan encantandores.
«El microfilm» tienes ecos de Radio Futura, sobre todo por la incursión de metales de manera sutil y acertada.
Y por fin llega «Hare Krasni», la auténtica joya del disco. Con inspiración Hare Krishna (no olvidar que el zumbado de Iñaki había sido hippy, Hare Krishna, punk, y otras muchas cosas más en espacio de dos años), el delirio y, de nuevo, el acierto con los metales de Ulises Montero junto con el timbre desafinado desbocan la canción hasta sumergirnos en un trance de todo cualquier cosa menos espiritual, que parece no terminar nunca e ir en crescendo hasta la extenuación.
Como curiosidad, destacar que la portada la realiza Fernando Caballero, entonces cantante de Sindicato Malone y hoy afamado pintor, y que el empeño del grupo por incluir el precio del disco en la misma provocó la negativa de muchas tiendas a venderlo.