¡Viva la Quimioterapia!

Para su primer disco Piolines sólo mostraron parte de sus argumentos. Ya desde la portada, en la que se apoyan en la calvicie del actor Yul Brynner para dar canto a las aparentes excelencias del abrasivo método para paliar el cáncer (radiante por delante pero abrasado, eso sí, por la quimioterapia en la contraportada), dejan entrever su pasión por el humor llevado hasta las últimas consecuencias, aberrar hasta el límite de la irreverencia.

En lo musical estas ganas de cachondeo son las que derrochan al cerrar la primera cara, unos cinco minutos después de haber empezado, con «El jevi no es violencia«. Con similares tributos de estos al género del heavy metal también se habían descolgado en su momento H.H.H. y Tijuana in Blue. Piolines ya utilizaban la frase para titular uno de los programas de radio que hacían en Radio Vallekas.

Tiene también este trabajo de debut mucho del punk ratonero que luego desarrollarían en mayor profundidad y con mucha mayor pegada. «Adicto» cantado por Pústula es la que más se acerca a estos parámetros. Es en español y sienta las bases de una vertiente que practicarían hasta la saciedad.

La calidad de sonido raya lo deficiente, quizás debido al rudimentario ocho pistas que utilizaron en la grabación de Ángel Álvarez en su mismo local de ensayo. Las guitarras parecen querer sonar a versión ramoniana de Siniestro Total («Jane Bond«), stonianas («I wanna ketchup«) o con los aires no más belicosos posibles del punk-rock algo inocuo de Green Day («Someday«) o incluso aportando coros con ganas melódicas por detrás («My life«).

El grupo lo autoeditó con Dígaselo Con Flores Producciones Discográficas, un sello que no volvería a utilizar más, una vez encontraron acomodo bajo el ala de Iñigo Munster.

Un disco ingenioso y que sin duda tuvo que sorprender en su momento; sin embargo lo mejor estaba aún por llegar.