La puesta en largo de Trastos fue un poco decepcionante para su compañía, pues no vería recompensada la inversión realizada -dos sencillos y un largo en un mismo año, además de toda la promoción-. El público también dió la espalda a esta banda, a la cual veían con recelo precisamente por pertenecer a una disquera que parecía vender sus productos… como productos. De este modo un buen número de bandas se estrellaron contra un muro de impostura difícil de derribar.
Pero ello no quiere decir que el trabajo homónimo de Trastos sea un mal disco, ni mucho menos. Conteniendo ya de por si las cuatro canciones correspondientes a los singles, todas ellas rayando a muy buen nivel -no olvidemos que estamos en 1980, pleno punto de ebullición de La Movida- y que bien aguantaban la comparación con trabajos de coetáneos en la línea de pop, digamos, menos irreverente, como Mamá o Nacha Pop. Y esto, son palabras mayores.
Es cierto que en formato largo se diluyen un poco, que quizás toda la artillería había sido ya desplegada en los sencillos, que la producción no echa un cable, precisamente, y que el disco contiene, junto a buenas composiciones, otra buena tanda de canciones que pasan por el oído de una manera algo más intrascendente, pero siempre dejando detalles de calidad, como «A través del sol», que a pesar de esos sonidos plásticosos mal asimilados dejan unas buenas armonías vocales; o el ácido y chicloso inicio de «Míralos»; o los ecos ska y nuevaoleros de «Otra vez»; o el rock clásico de «Beibi Offset». Incluso «Agujetas de color de rosa», composición de Mickie Grant y Luis Felipe Cisneros que más tarde serviría en otra revisión de banda sonora para una telenovela en los 90 con bastante repercusión en España, deja una sonrisa en la cara.
Sin lugar a dudas, un grupo con canciones por descubrir, quizás más fácil ahora que los prejuicios han quedado sepultados por el tiempo.