Si con "Los Diarios de Petróleo" (Chewaka, 2002) se había cerrado un ciclo con el propio autor de las canciones como protagonista, en éste, se abre otro nuevo, a pesar de que fuese el último disco del grupo. Por lo menos, en lo que se refiere al narrador de las historias, Fernando Alfaro, una vez que se ha desquitado con el pasado, vuelve a los cuentos sobre vidas ajenas de seres humanos que no tienen remedio, pero que le siguen teniendo ganas a la vida.
Todavía persiste, eso sí, una cierta forma de ajustar cuentas con algunos de los errores, e incluso se atreve a decir adios con la canción que da título a su cuarto disco, "Koniec" (Sinnamon, 2004). A su vez, el disco ofrece un sonido renovado de Chucho, tanto en la producción como en la instrumentación: se abandonan los arreglos pop que les habían revestido anteriormente, y se lanzan de lleno a hacer rock de la forma más directa que saben. La incorporación de Emilio Abengoza a los teclados en "Los Diarios de Petróleo" aquí toma más relevancia aún. La necesidad, la ansiedad que muestra en las letras Alfaro, se refleja igualmente en algunas de sus canciones.
Sorprende, eso sí, que también la renovación se manifestase en un cambio de compañía (y que sólo durasen un disco). De Virgin pasan a la independiente Sinnamon, que por entonces daba sus primeros pasos, y con ello se enfatizaba mucho más el renacer de un grupo al que, sin embargo, le quedaba un año de vida.
"Koniec" es un disco muy homogéneo y compacto. Lograron sonar tal y como pretendían, muy directos. La apertura del disco suelta dos inyecciones de adrenalina, "Capitán en alta mar" y "Gran angular", que giran sobre la idea del amor sin límites. El primer recado al pasado no tarda en aparecer con "Túnel de lavado", con referencias inequívocas a una renovación de espíritu y de sangre, y con una soberbia melodía que se desenvuelve con brío. Oscuros personajes con aviesas intenciones vuelven a ser los protagonistas en "Te exprimiré hasta la tumba" o "No me importa" y, en el otro lado de la balanza, Fernando Alfaro se arrastra en "Qué condenadamente negra", donde sale el Nick Cave que lleva dentro.
Algo que raramente se menciona sobre el compositor de Surfin’ Bichos y Chucho es su gran capacidad para obtener melodías pegadizas y saberlas combinar con una lírica aguerrida. Así es "La mente del monstruo", el primer single que se eligió para "Koniec", una feroz crítica al pensamiento económico imperante y en la que cita incluso al mismísimo Leon Tolstoi. La cara más amable del disco, sin embargo, se mueve entre los recuerdos infantiles de "Koniec", el amor paternal de la preciosa "Y minera" y la devoción de "La religión". Para despedirse, un sintomático adios con "El pueblo del fondo del pantano".
Es, curiosamente, el trabajo más Surfin’ Bichos de la carrera de Chucho, por sus intenciones y sonoridad, aunque aquí más sosegados. Un disco que en conjunto no está a la altura de sus predecesores pero que define la capacidad del grupo, que siempre tuvo unas ideas muy claras de cómo comportarse en cada momento.