En marzo de 2013 llega el quinto LP de Lori Meyers. Cinco discos es ya un número importante: apenas debe quedar rastro de la inocencia primera, especialmente tras haber encadenado épocas de euforia y desencanto de forma vertiginosa, como ocurrió con el lanzamiento de su anterior álbum, "Cuando el Destino Nos Alcance" (Universal, 2010). En cualquier caso, el grupo granadino debe tener muy claro cómo quiere dirigir su carrera porque repiten, junto a Ricky Falkner (Standstill), con Sebastian Krys en la producción del álbum. También deben haber sopesado algo tras las críticas que recibió su cuarto álbum porque aquí recuperan mucha de la energía rock que aquel dejó un tanto de lado. Es más, salvo algún lazo liviano, prácticamente se vuelve al punto anterior a la publicación de aquel disco, sin sobresaltos de ningún tipo: un disco conservador.
Antes de que se publicara este álbum, Lori Meyers lanzó tres de sus canciones como adelanto: "Planilandia", la que lo abre, "El tiempo pasará" y "Emborracharme", que bien evidencian lo explicado en el anterior párrafo. Canciones que sirven de gancho, que tienen gancho, pero que no te tumban de un gancho. Esas son las canciones que, además, destacan más en la primera parte del álbum. Definitorio. En la segunda, comenzada tras "Deshielo", que baja el tempo y hace de transición, el grupo retoma algo del pop electrónico y los sintetizadores del disco anterior. "Una señal" suena tan 2004… "A-sinte-odio", a pesar de resultar un poco cacharrada, tiene en lo bobo de su letra su punto más flaco. Mejor nos quedamos con "Zen" o "Despedirse", tremenda canción reservada para cerrar el disco suave y pausadamente.
En resumen, un paso sobre seguro de Lori Meyers, con inequívocos destellos de calidad junto a otros automatismos adquiridos, para seguir en la brecha gustando a todos a corto plazo. Lo que ocurrirá con el tiempo, amén de que uno no es adivino, resulta bastante más cuestionable.