El año transcurrido le ha sentado bastante bien a la voz de Marta Baizán, que sigue presentando un timbre casi infantil, pero que ha aprendido a manejar y sacar partido a su voz pequeñita.
La primera canción es una ñoñería de grueso calibre; en cambio la segunda se mueve en un ritmo de calipso pasado por el tamiz particular del pop ye yé. Resulta realmente una pieza muy agradable de escuchar.
Para la cara B, otra balada teen cargada de ingenuidad en todos los aspectos. Un tema para que las niñas de doce años se pudiesen sentir identificadas. Durante la canción intercala pequeños recitados que contribuyen a convertir aún más la canción en un pastelazo.
Con la cuarta canción volvemos al ritmo movido. Tanto en ésta como en las otras tres anteriores, el acompañamiento es predominantemente orquestal.
Un disco mejor acabado que el anterior, pero que ha perdido ese sano aire de espontaneidad que mostraba su EP anterior.