Es inútil resistirse a este «Sangre Española» (Epic, 1992); aún albergando la ilusión de dejar en mejor lugar a «Las Mentiras del Viento» (Epic, 1995) en detrimento de éste porque su riesgo y miras eran mayores, es inútil. Aquí no cabe de hablar de oportunismo, comercialidad, popularidad o fórmula en términos estrictos. Este disco es redondo y punto. Cuando se aúnan calidad y empatía, cuando se pulen las visiones egocéntricas y se logra colaborar con unos músicos que no escatiman autenticidad e intuición con esos estados garabateados, sucede esto. Manolo Tena quedó medio atontado viendo cómo radios y un amplio abanico de población -de edades variadísimas- caían rendidas ante este toreo a la fatalidad, justo en el punto más crítico. Él mismo lo recordaría así: «Estaba en la alcantarilla, sumido casi en la miseria física y moral. Cuando de repente… el vicepresidente de Sony Music, división hispana, me propuso un ¡contrato con la compañía!».
Estamos pues ante uno de los mejores álbumes de pop latino producidos nunca. Hasta ocho sencillos promocionales estuvieron bailando por las ondas hertzianas, varias compañías publicitarias y fechas concretas y karaokes se prodigaron en abrazar las fórmulas de este compacto, y de repente todo el mundo empezaba a bucear en las travesuras de este chico tímido y constante que siempre ha sido Manolo Tena. Estadios, plazas de toros, rendiciones del mainstream, incluso una oda llena de poesía esgrimida en su presentación por su muy amigo y alguna vez rival Joaquín Sabina. A pesar de que en los cortes de este disco Manolo cede las alquimias musicales a amigos y protegidos, es su literatura casi siempre la que lleva las riendas del brío de las canciones y la que enseguida vuelve a iluminar nuestros recuerdos y vivencias asociados a ellas. Toda esta aventura permitió a Manolo cobrarse los réditos de una trayectoria intachable, restablecer su luz propia y percibir la ansiedad de un público ingente, eso sin olvidar la maravillosa oportunidad de detentar medios, productores, músicos cada vez más prestigiosos gracias a la filial de Sony (Epic).
Pero vamos al ruedo. «Sangre española» abre el menú, sin duda uno de los temas más memorables y remezclados del disco. Manolo suele presentar éste como un clásico contemporáneo y quizá no le falte razón. Ambos compositores (Tena, Vargas) alcanzan alturas considerables. Esos tempos tan bien suavizados por la percusión y esa guitarra española hiriente, en los que Manolo irrumpe con versos de añoraza nada poetizados y con uno de sus grandes descubrimientos: «Y el mundo en una caracola». Redonda.
«Quiero beber y no olvidar», más difícil, más agonizante, con un juego de destellos de percusión va construyendo la desesperación, el anhelo, esas preguntas de reconciliación ya perdidas. A mi modo de ver, una de las cumbres poético – sentimentales de su autor. Pequeñas ideas a veces simples engloban muchísimas variables que la imaginación y los recuerdos van retrotrayendo en nuestra retina vital, así pinceladas como: «a veces quiero que nunca se acabe la noche / quiero que no sobreviva el desengaño / quiero sentir la primavera en septiembre», sin olvidar «siempre quiero que todo sea diferente y también que la locura se premie», disparan nuestras evocaciones para culminar en ese estallido de sexualidad y preguntas: «quiero ser mar, sólo consigo espuma / quiero avanzar sólo consigo espuma / sin ti no puedo, por qué no me ayudas / todo se vuelven dudas». Una buena terapia contra el desamor.
Tras ese pórtico que va desde la afirmación aséptica del amor hasta su sufrimiento más visceral se abre la veda de la vitalidad, la despreocupación y unos ritmos contundentes y seductores que atrapan al oyente con gran efectividad .«Fuego en la piel» (que ya analizaremos detalladamente en la reseña del single) entra con sensualidad en este grupo y marca un primer giro de ambientes y huye sin ambages a lo latino, con vientos contagiosos y ebrios. Le sigue esa broma privada de «Qué te pasa», uno de los más radiados y pinchados, juguetón, contagiosamente simple. El propio Enrique Urquijo tomó la inspiración del laberinto propuesto por éste en su «No lo sé». Su intrascendencia es su mejor baluarte, pero su parecido nada casual en lo estrictamente musical con «All that heaven will allow» de Bruce Springsteen ensombrece este éxito.
«Sal y limón» lega un brindis a sus vivencias mejicanas, con pensamientos acariciando el nihilismo, ese todo o nada tan ambiguo y cuyas respuestas nunca importan demasiado. Es una deliciosa venganza a la adversidad, un canto de triunfo pronosticado deslizándose con una potente percusión y vientos glotones, el slogan tan on the road de ya no importa y ya está: «El futuro se disfraza de presente / lo busca todo, necesitas lo que sientes / si no lo entiendes y no lo sientes / inténtalo con sal y limón«. Pura intrascendencia, una manera de mirar al vértigo con más vitalidad que razonamiento. Una de las canciones que más habría que recuperar.
Se cierra este viaje por la fauna rítmica con la ilustre y ya sagrada «Tocar madera», una de esas canciones que acompañarán a su autor de manera imperecedera, el himno de todos los martes y viernes 13, la primera épica tenaz sobre el esoterismo, las supersticiones y todo ese largo etcétera de supercherías que tanto apasionan a Manolo -y tanto aborrecemos nosotros. Una canción rompedora, con mucha marcha y que zozobra tu esqueleto sea cual sea tu condición religiosa; otro gran triunfo de este discazo.
Empieza ahora la sección más herida y desnuda de «Sangre Española», su zona en obras desde el punto de vista existencial y amoroso, y sin duda mi preferida. «Loco por verte» funciona a la perfección, la intensidad lírica del letrista sin ser metafísica es culminada y enardecida con gran maestría por la música que parte primero de un fondo alusivo muy desdibujado para ir cobrando agresividad muy bien marcada por batería y los riffs de guitarra en el estribillo. La percusión parece jadear en las estrofas buscando furtiva la unión de los cuerpos, el crimen de los deseos. Sensualidad y pasión en extremos de enajenación.
Para coger un poco de aliento y ya en un descenso que pronto se rebelaría espiritual, «Desnudo bajo las lluvias» reúne a los dos guerreros al borde de la bancarrota sentimental. ¿Quién mejor que Jaime Asúa podría haber vestido una de las mejores letras de despecho del pop español? Sin estribillo, todo réplicas, preguntas, lamentaciones… las guitarras van cargando las tintas de los reproches en una dubitativa escena de despecho y arrepentimiento, siempre in crescendo retrotayéndose en ritmos más lentos y vuelta a empezar hacia la rabia y la desolación.
Otra vez el minimalismo vuelve a asaltar la habitación con este casi gospel hispánico que nos susurra exacto y dolorido Manolo Tena, ¿qué es «Llévame hasta el mar»? Un canto gregoriano para derrotados luchadores tocados por la mano del infortunio? ¿Una delicatessen mística después del acto de amor? ¿La renuncia completa a la libertad de elección por la pura fragilidad y dirección de la brisa y los vientos? ¿Wl verdadero homenaje del joven José Manuel que tan embelesado quedó por el descubrimiento del mar? Puede ser tantas cosas, a pesar de ser una canción tan sencilla y etérea. A Sabina se le hicieron los dientes largos con esta oda y a nosotros también, aquí Manolo se sentó a conversar con los dioses en un lenguaje que nosotros no entendemos pero que nos atrapa, nos rebela y nos lleva. La música reverencia esa búsqueda y la conduce con fragmentaciones cercanas a ejercicios de intimidad. Un saxo rescatado de la destrozada «Frío» vuelve para hacer valer este viaje infructuoso y eterno; una canción donde por primera vez somos conscientes de que los perdedores necesitaremos la voz de Manolo Tena siempre.
Para cerrar las heridas de estas venas tenemos «Por derecho», que nos recuerda que estamos vivos todavía y que a pesar de nuestra marca de fatalidad: el deseo, la huida y el sexo sigue impulsándonos a una cierta sensación figurada de libertad que por unos segundos puede pertenecernos lo mismo que un grito, una idea o un sueño. Con ritmos electrónicos y una sección de violines, el cantante nos invita a lo prohibido, a estar al acecho de lascivias que nos pertenecen por derecho. Uno de los temas más olvidados de este flagrante disco y que ahora se nos aparece poderoso, apasionado, excesivo.
Como véis, a pesar de intentarlo y aún creyendo que otros proyectos del señor Tena aunaron más calidad y creatividad, este trabajo debe ser del grupo 0 RH – porque asalta todas las sangres españolas y es donante universal de buenas vibraciones a pepetuidad.