Tercera entrega de Sudores de Muerte, y constatación de una más que reseñable mejora con respecto a los trabajos previos.
En lo referente al diseño gráfico, llama la atención el cambio de tendencia experimentado, dejando a un lado los dibujos de colores chillones sobre fondo oscuro empleados en las dos ocasiones anteriores, para optar por foto con pelos de punta.
Nunca cerrados a la posibilidad de que cada tema evolucione sin esquemas preconcebidos, lo cierto es que en este «Luz de Gas» se combinan momentos intrigantes, opciones más serpenteantes, como de rock de pantano, tendencias al psychobilly y punk más vibrante y duro. De todo hay en sus dosis justa.
La de «Canción triste desde Tumbavilla» es una historia de claustrofobia de camposanto. El protagonista quiere salir de su ataúd, con demasiados clavos por fuera, para compartir la cena con los parientes.
Ritmos lentos, recreándose en su densidad, con esas querencias de la música de ciénaga de los Cramps, son los que marcan el «Jo, que noche«. Esa especie de psychobilly, de música oscura de carretera norteamericana, es la que ambienta las costumbres desenterradoras de «De$entierro (por dinero)«, también ambientada, claro, en los cementerios.
La madurez y consistencia que tienen ya las voces principales tienen su muestra en la seguridad en variedad de registros. Mucho más válidas en los ritmos lentos, dan igualmente con el punto justo cuando la cosa se acelera («Yo disparé a Sudor de Muerte«).
El punk desgarrado de «Mi hermana garrapata«, en la que Catalepsia suena como Beki Vondage de Vice Squad, encuentra continuidad en la breve «Ovejas asesinas«.
El que es, casi sin lugar a dudas, el mejor trabajo de los murcianos, vería la luz también en formato de vinilo de la mano de Bazofia Records, aunque el disco saldría con excesivo retraso, poniéndose a la venta después de que el grupo se hubiera disuelto.