En 1989 Objetivo Birmania va a regresar a la actividad. Lo va a hacer con tres caras: la ya conocida Mónica Gabriel y Galán más las nuevas de Lola Baldrich y Marisa Pino. Ellas ponen su cara, su voz y su cuerpo, pero detrás de todo está un antiguo componente del grupo, el ex bajista Carlos de France, que va a dirigir el cotarro junto al productor Jesús Gómez y, además, va a componer nueve de los diez temas de este LP. También hay que dar su mérito -y no poco- a los músicos que grabaron el disco, especialmente al saxo de Andreas Pritwitz y las diferentes capas de teclados a cargo de Elio de Palma y el propio Jesús Gómez.
Unas semanas antes de la aparición de este disco, va a ponerse a la venta el single con “Los amigos de mis amigas son mis amigos”. El gancho de la canción es innegable y va a subir meteóricamente en las listas de ventas y popularidad, logrando, por fin, el ansiado éxito que con tanto ahínco había perseguido el grupo en su anterior etapa. A todas horas las emisoras machacaban a la audiencia con esa cantinela a ritmo disco. Un tema de pop ligero aderezado de tópicos de discoteca en formas de secuencias y voz masculina que, sin ser nada del otro mundo, da en la diana.
Pero sin salirnos de este disco podemos encontrar otros temas, mucho menos conocidos, pero probablemente mejores. La suavidad, buenas voces y letras de “Mona Lisa” y “Qué importa la edad”, que demuestra la madurez adquirida por las chicas de O.B. La banalidad bien entendida de “Pijama para dos”, con un estribillo pegadizo y lleno de marcha que recuerda tanto al mejor Mecano. La bailable entre las bailables “A mi chico le gusta el inglés”, que fue seleccionada como segunda opción de single en la que el ahora trío parece querer recordar sus viejos tiempos con un tema que muy bien podría haber formado parte de aquel ya lejano “Tormenta a las Diez” (WEA, 1984).
Dejo para el final la revisión que se marcan de uno de los más grandes temas del pop español: “La caza”, de aquellos Juan & Junior. Las chicas de O.B. no se limitan a copiar el original. Convierten el ritmo en una aventura tecno sustentada por una batería inmisericorde y, aunque las voces femeninas y aniñadas suenan raras, salen airosas del brete de versionear y aportar originalidad a una de esas canciones perfectas en las que poco o nada puede mejorarse.