Dos años después de “Neocasal” (EMI-Harvest, 1981), Tino Casal consolidaría su éxito a través de su segundo álbum, “Etiqueta Negra” (EMI-Harvest, 1983), repitiendo con Julián Ruiz como productor, aunque variando levemente la fórmula de su anterior trabajo.
Así, ya en el comienzo, con “Miedo”, es apreciable ese progresivo viraje hacia el tecno-pop, con exploración de nuevos sonidos que nos recuerdan a New Order y con un ritmo que bien podría haber inspirado a la conocida canción de Ray Parker Jr. de la banda sonora original de “Ghostbusters” (Ivan Reitman, 1984).
Con “Etiqueta negra” se confirma que la luz de las tinieblas también va a tener su papelito en el conjunto del disco, algo parecido al aire que aún así desprenden ciertos temas bailables del “Let’s Dance” (Virgin, 1983) de Bowie. “Poker para un perdedor” despeja esa bruma, generando un genial hit con un pegadizo estribillo con sabor a escuela italiana, para dar paso a un escarceo étnico de los que no suelen funcionar,“African chic”, pero que envuelto en esos ritmos jazz no desentona del todo.
Por fin llega el turno de “Embrujada”. Otro éxito de los indiscutibles que nos lleva hasta las bajas pasiones con nombre de mujer, al más puro estilo Capote, revelándonos la mugre escondida tras el paillete. Tino parece de nuevo deslumbrarnos sin respiro dando paso a “Los pájaros”, una de sus canciones preferidas, con una letra repleta de metáforas que denotan la hipocresía de la sociedad en un permanente tira y afloja resuelto con orgásmico minuto final (efecto pinball). Sin duda, un cierre perfecto de concierto.
Sin embargo, es preciso destacar, la aparición, por primera vez diría yo, de temas algo insustanciales, incluso mediocres, muy por debajo del resto de sus composiciones, refiriéndome con ello a “Legal, ilegal”, “Azúcar moreno” (con la que ligeramente remonta el placentero estado de ánimo aún perdurable tras “Los pájaros”, y de la que el conocido dúo aflamencado tomaría el nombre), y “Un minuto más”, balada que es tan sólo una sombra congelada en el frío vienés.
“Malaria” parece retomar ese halo de oscuridad de película de terror, con bajos y graves contundentes, dejándonos como despedida la puerta abierta a otro nuevo sonido, más guitarrero y menos sintético, que no se llegaría a producir.
Sin embargo, la obra no estaría del todo terminada. Y es que uno no puede concebir “Etiqueta Negra” sin “Tigre bengalí”. Aun de pegote añadido en la reedición de 1984, consigue alzarse como una de las composiciones más brillantes de toda su carrera. Compuesta para la película “Sal Gorda” (1982) de Fernando Trueba, sin duda supone un complemento ideal.