“Siempre estamos al borde del fin”
Con la entrada de Xabi Font –procedente de Loopside– la banda renace como dúo. Y digo renace porque estamos ante toda una reinvención en toda regla. Atrás queda la experimentación minimalista de “a.” (Splat, 1999), ahora tenemos que hablar de una sencillez emotiva que logra el más difícil todavía, llegar a emocionarnos hasta lo más profundo.
“La belle âge” es una de sus mejores composiciones, tecnopop enternecedor y contagioso armado a base de sencillas programaciones y loops intensos. Aunque no quería decirlo, este tema me recuerda una enormidad a Family y es capaz de generar en mí las mismas sensaciones que “La noche inventada”.
Sobresaliente la instrumentación de la agridulce “Fin de la primera parte”, esos vientos polares cargados de romanticismo y esas finas capas concéntricas de electricidad contenida.
“La noche te descubrirá” es un pequeño soplo en el corazón –«así son las cosas, en mi nuevo mundo / en mi satélite emocional»-, una delicia tecno-acústica perfectamente arropada por los arreglos orquestales de Arturo Vaquero –Humanoid– y las trompetas de Aitor Martínez.
“Abril” es poesía en movimiento, una tormenta pop en toda regla, con brillantes subidas y bajadas, y una letra para el recuerdo “Si me permites acompañarte, viviré con solo mirarte / y no, no habrá quien nos separe… Y si la vida nos pone a prueba / tendremos la persistencia de las olas del mar / y si el día nos da la espalda, la noche de volver a cama para poder olvidar / para poder recordar un te quiero en cada momento, un te comprendo sincero y volver a soñar / reír, pensando en que hubo un tiempo en que todo parecía incierto y ahora es realidad”.
“Alma de tergal” es un drama imperfecto, y lo es porque pese a la crudeza de la letra, lejos de trasladarnos a un mundo de sombras nos lleva de la mano a las orillas de un mar en calma, en el que paseamos con los pantalones remangados y los zapatos en la mano sintiendo como la brisa lava nuestro corazón.
El corte más oscuro del disco es “En soledad”, tintes siniestros minimalistas en los que Irantzu Valencia de La Buena Vida trae consigo la luz. Se van para siempre con los aires acústicos de “Artista adolescente” y nos quedamos con ganas de más, de mucho más.
Una de las joyas de la corona del pop nacional, un disco imprescindible con todas las letras.