En esta segunda y última entrega para Avispa, al fin nos encontramos con la noticia más esperada por sus fans: los Ilegales han vuelto. Y lo hacen con muchísima fuerza.
Lo dejan a las claras desde el principio con «He regresado«, canción contundente, guitarrera, potente, que continúa con «Saber vivir«, una fantástica canción que, como «Jesusito de mi vida«, es puros Ilegales. Eso sí, son otros tiempos y vuelven con las guitarras mucho más sucias y ruidosas que en sus comienzos. En una palabra: rock and roll.
Y hay más: la saltarina «¡Cuánta belleza!», un himno como los de antaño, caústico, impactante y de estribillo pegadizo y sencillo; el cinismo que vuelve de la mano de «He decidido comportarme» ; las siniestras «El ángel» y «El Apóstol de la Lujuria«; y la sensacional «Perjudicial», la primera canción que los Ilegales ensayaron con ese nombre, al fin recuperada y grabada en un disco. Pero en el largo también hay espacio para las baladas y los medios tiempos, y así llega la mejor canción del disco, «Todos somos traidores».
Lástima que los tiempos hayan cambiado, y estos discos tan rockeros y ruidosos ya no llegan a tanto público. Eso, unido a que la discográfica, más bien especializada en heavy metal, tampoco le hizo demasiado caso, hizo que «El Apóstol de la Lujuria» (Avispa, 1998) se quedase en una especie de tierra de nadie, y pasase prácticamente desapercibido comparado con los años 80, cuando los Ilegales estaban en la primera línea del pop-rock español.