José Guardiola había grabado más de una decena de discos en catalán, todos ellos en pequeño formato; sin embargo estaba en deuda con su tierra. Una deuda que va a saldar con este LP, de lejos lo mejor de la producción de su última época discográfica.
La mayor parte tienen la vitola de temas populares catalanes, lo cual no es mucho decir, pues enseguida encadena el serio canto nacional de “El meu avi” con una bromista y pachanguera “La poma”. Vuelta a uno de los himnos capaz de saltar todas las fronteras con “Llibertat”, que no es otra cosa que el “Coro de Esclavos” de la ópera Nabuco, de Verdi con una letra escrita por Joan Barcons. La interpretación de Guardiola es digna de los mejores barítonos del bel canto. Cierra la cara A “Havanera”, una canción portuaria con acordeón y sentimiento, de lo más flojo del disco, pero para nada desdeñable.
Pero Guardiola es ante todo crooner y no dejará jamás de serlo. Tampoco ahora que nos coloca este “Ramona”, un número romántica que triunfó allá por la década de los 30. José la desgrana a medias con un saxo soprano, volviendo por sus fueros de veterano cantante. La única referencia a un compositor y cantante español contemporáneo suyo la encontramos en una versión un tanto pobretona de “Soledad” con la que Emilio José había triunfado en Benidorm y a la que perjudica un teclado pertinaz y chillón.
“La mare” inaugura la cara B con una cucharada de sentimentalidad en la que el idioma es lo de menos, pues una madre es una madre en cualquier lengua. Y tras tanto amor filial y dulzura una invitación al bailongo verbenero de ritmo caliente con “Tristeza”. Cierra el disco la canción más antigua de su repertorio: “Boqueta de rosa” que ya había sido grabada por él a finales de los 50.