Con evidente miopía, los productores quisieron hacer de Pedro Ruy-Blas un segundo Nino Bravo, el cantante español que más discos vendía en ese momento. Le apartaron de sus gustos negroides y le pusieron a cantar baladas e himnos. La jugada fue desastrosa por la debilidad de las composiciones y porque Pedro no era un cantante melódico al uso.
“Amor, amor” es una balada pesada y con pocos alicientes que, con toda razón, pasó inadvertida. Algo más se escuchó el himno triste que habla de proyectos rotos y sueños renunciados, “¿Qué fue de nuestros amigos?”, un tema en que la voz grave de Pedro viene arropada por un coro viril y machorro que resulta un tanto redundante.