Para muchos Barricada ya no volvería a molar, se acabaron esos cuatro navarros que se comían a bocados el mundo y escupían las raspas de pescado y los huesecillos de políticos que se les quedaban entre los dientes; mucho tránsfuga y hombre de poca fe renegó tres veces cuando escuchaban los escarceos grunge del desacertado “Insolencia” (Polygram, 1996) antes de que cantara el gallo. Tras un descanso de la banda y un cambio de discográfica, el gallo cantó, no sin antes enchufar la guitarra y subir la distorsión del ampli hasta el punto de donde para muchos nunca debió moverse.
Porque este disco es el resurgir, el monstruo no estaba sino lamiéndose las heridas antes de volver a salir a la refriega; sus señorías mandan silencio y con un golpe de maza se atusan la toga antes de poner las cosas en su sitio con un disco más que directo, unidireccional y crudo. Ritmos acelerados y riffs claramente punk en su mayor parte y un rock duro cual clavo de ataúd, y los Barri que como a estas alturas ya no se achantan entran sin tapujos en el cuerpo a cuerpo; Fernando dando más cera que un cirio en la batería y Piedrafita convierte las seis cuerdas en seis guadañas segadoras de cabezas incautas, las que comprueban de un vistacillo si hay alguno más que ha sacado los pies del tiesto.
Incluso cuando el grupo decide dar un respiro al oyente con temas más tranquilos, estos resultan tener ínfulas de convertirse en himnos; “Espérame” tiene el sello certificado de calidad etiqueta “no te atrevas a dudar de mí o te arreo” de Drogas, y “Víctima” tiene mucho cuerpo y presencia, mostrando un repertorio de recursos en lo que es una mezcla bien entendida.
Disco vital, necesario e irrepetible de regreso de los que realmente nunca se fueron. Y quien lo dude que escuche esta maravilla.