El Aute poeta se impone al Aute músico y de paso deja claro que él no es un cantante al uso, que sus creaciones van por un lado distinto a la de los cantautores protesta de corte social que proliferaban en esas fechas. La producción es del también cantautor Carlos Montero, cantautor argentino afincado en España, que también trabajó para Patxi Andión, entre otros.
Este álbum se estructura como un poemario íntimo que poco tiene que ver con la estructura tradicional de long play. Veinticuatro poesías musicadas de forma sencilla con acompañamiento de guitarra y cuerdas de violoncello. Sus duraciones en muchos casos inferiores al minuto presentan una cierta premeditada monotonía formal que parece querer remarcar las letras sin que la melodía y el acompañamiento estorben este propósito. Un disco, sin duda, para escuchar paladeando cada palabra. Bocetos muy personales y con la impresión de tener a Luis Eduardo sentado en tu habitación, compartiendo bocanadas de humo con el oyente.
Resulta imposible destacar tal o cual tema, y es necesario abordar la escucha como un todo unitario sin solución de continuidad. Luis Eduardo Aute se da el gusto de hacer este disco, indudablemente para minorías ávidas de reflexiones hechas palabra, como una obra de despedida. Seguramente lo que nadie sabía es que todavía quedaba por delante una carrera musical de cinco décadas.
Este disco aparece en varias discografías fechado en 1969 y esto es lógico, pues la primera tirada se publicó a finales del año 68. Pero en realidad su desarrollo y promoción corresponden al año siguiente.