Renovarse o morir debió pensar un Pablo Abraira al que ya caían lejos sus ventas masivas en España. En 1981 el cantante se debatía entre su dedicación al incipiente teatro musical que se desarrollaba en nuestro país, su carrera anterior y una relativamente buena acogida en Sudamérica.
En esas disyuntivas realiza este LP. Ya de salida notamos que la pesada orquesta ha sido sustituida por un grupo más ligero y electrificado. También nos damos cuenta que las baladas de los 70 han dejado paso a ritmos aledaños con el funky. Los desarrollos vocales son más matizados y menos dados al vozarrón de tenor rampante.
Los dos párrafos anteriores indican una mejora sustancial respecto al grueso de los temas de los LP anteriores; sin embargo, no todo son rosas ni mucho menos. El estilo aún queda indefinido y temas anclados en el pasado, como “Despiértate” están fuera de lugar. También adolece el disco de un tema rompedor e importante y la mayoría son de esas canciones impecables que por su falta de emoción dejan frío al oyente. O sea uno de esos discos que ni fu, ni fa. Y que nadie vea en esto algo despectivo, sino una forma de expresar la indefinición de un trabajo que plantea cambios, pero que no se atreve a soltarse del todo de un estilo que antaño había dado buenos resultados económicos y mediáticos.
El esfuerzo de Pablo es encomiable y supone una auténtica renovación estilística, aunque trufada de ciertas canciones que suenan irremediablemente al pasado. La parte, digamos, moderna del asunto viene representada por títulos como el marcado funky de “Muévete”, un cierto aire de cantautor, materializado en “En tu honor”, o ese intento de remodelación del género balada que supone: “Vivir o dejar vivir”.
Raciones de intimidad sin rumbo fijo, como si quisiera casar su viejo estilo con los nuevos presupuestos en temas como “Setenta veranos” y “Mil gracias por nacer”, que van del omega al alfa, de la infancia a la vejez.
Pero todos los considerados anteriores carecen de importancia comercial ante un hecho incuestionable. Pablo Abraira no sintoniza con los seguidores del tecno pop, La Movida o los residuos del rock urbano. Dicho de otro modo, la renovación que se plantea se queda muy corta al lado de lo que en ese año se ventilaba dentro de los gustos musicales populares de los jóvenes españoles.