La segunda tanda de cuentos de Los Grimm sigue la estela del anterior: medios tiempos de historias fabulosas, duendes, pastorcillos y talismanes encantados por un lado y castillos mágicos por el otro y que, como los cuentos de los autores de los que tomaron su nombre, encierran una moraleja: la importancia del valor y del tesón, respectivamente.