Estos seres invertebrados, recuerdos-polilla que han sobrevivido a la inclemente naftalina del olvido voluntario, salen de los baúles, de los recreos, de las juergas y del armario de Raül Fernández, el típico «niño-colleja» que secuestraba bichitos en un frasco. Y este recipiente, el cuarto suyo, contiene once deshuesadas canciones que inventan un pop experimental con un ornamento jazz (cortesía del trío Sweet Cut) muy agradable. Canta sin artificios en catalán (qué gran estado de forma muestra la música catalana) y en castellano, cosa que seguro toca los cojones a los dos intendentes de la conflagración ficticia del idioma.
Las letras son mas accesibles que en anteriores discos, sobre todo más que la criptología polialfabética de «La Matrona» (Acuarela, 2005). Este disco, «Els Invertebrats» (Acuarela, 2007), da un tono sincero, realista y desmoralizado. Propone una tregua vital, un intervalo en el que el autor y cantante reflexiona sobre lo sucedido y toma carrerilla para lo que vendrá. Y lo hace sin vendajes, poniéndose el traje de personajes perdidos, ofuscados o simplemente rumiantes. Desliza cierta tristeza, pesimismo. Pesimismo, pero claro, es que habla sobre la pérdida, sobre “todas las fiestas del pasado”, y el tic-tac poco deja al optimismo.
Perfora el subsuelo para visitar la infancia, y viaja al futuro para representar a un adulto entretenido en follar con las putas del Raval, criaturica («Un oficio antiguo»). Seduce con su cadencia swing y jazz en «La mestressa», una luciérnaga que asciende y vuela. Camina a dextrorso en «Envejece», pop luminoso hecho de noche; nos hace bailar en la insuperable «El sant sopar» (recuerda a Elvis Costello, pero con traje de marinerito y comiendo escalibada), y nos desvalija el corazón sin guantes de látex en la pulcra, maravillosa, gigantesca «Marlina». Reivindica con virtud a Gloria Fuertes en «Nana al niño que nació muerto».
Pegas: para los hipocondríacos hipersensibles al «archi-culturetalismo» puede que Raül dé motivos de crispación (disco grabado casi a empujones en el estudio de Jacques Brel, referencias artísticas al cubismo, diseño del disco y como no, el siempre mal entendido jazz -a ver si entre todos lo bajamos del pedestal-). Y que no es lineal, tiene un ritmo intermitente.
Pero esto son naderías; «Els Invertebrats» es un disco que a los que nos remolca el tiempo sin diplomacias hacia los 30 nos hace aprovisionarnos para la guerra. La interior y la otra.