Un long play que va a cerrar la etapa de Pablo Abraira en Movieplay, que es tanto como decir la primera y más fructífera fase de su carrera discográfica. Un cantante centrado en su faceta dramática como actor de comedias musicales de éxito aborda este trabajo con escasa convicción en sus posibilidades, a sabiendas que la música española camina por sendas bien distintas. Con esos presupuestos era lógico que se vendiera poco y quedase como uno de sus trabajos menos apreciados y conocidos.
Cancionesque diez años antes podrían haber tenido su chance, pero que ahora suenan a música jurásica. Las tres primeras pistas están ocupadas por sendas baladas. Las dos primeras ciertamente plañideras y la tercera, intentando vanamente una cierta renovación rítmica y una adaptación de urgencia a los nuevos tiempos.
Suponemos que podemos escribir aquello tan recurrente de que el romanticismo nunca pasa de moda. De acuerdo, pero cuando romanticismo es sinónimo de pesadez, ya es otro asunto. Dos buenos ejemplos de esa pesadez son las perfectamente olvidables “He vivido para ti” y “Confusión”, a las que perfectamente podríamos acoplar aquel dicho de “si no quieres caldo, toma dos tazas”.
El título más publicitado fue el que da título al disco. “Cuarto creciente”, una balada sensitiva (léase blandona) con un cierto atractivo en la melodía y cuando el ritmo se acelera ligeramente.
Hay que esperar al último tema, el vacilón “Una de mosqueo” para que la cosa espabile un tanto y el ritmo incluya algo parecido a un tumbao de piano que le confiere un aire salsero, que tras tanta lentitud el oyente agradece como un lenitivo para su oído.