La democracia es un gran invento. Se dice que es un sistema con defectos e imperfecciones, pero que es lo mejor que se puede tener. Nos dotamos a nosotros mismos, como sociedad, de normas que consideramos justas a las que llamamos leyes. La mayoría de las leyes son buenas e intentan proteger a la sociedad de sí misma o de parte de ella. Algunas leyes invaden la libertad del individuo no se sabe muy bien bajo qué criterio, basado en creencias morales de un pequeño grupo de la sociedad. Y hay otras leyes que simplemente no tienen sentido. Hay leyes que sobreprotegen y que consideran a la sociedad como un bebé en mantillas con huesos de cristal. Y la Ley de Espectáculos de la Comunidad de Madrid era una de esas leyes. No tenía sentido.
Hace algunos meses, un joven grupo, Grushenka, con quien he tenido el privilegio de compartir escenario varias veces, vio como se cancelaba un concierto que ellos mismos ofrecían al no tener algunos de sus miembros la edad legal estipulada para el acceso a las salas de conciertos. Es de locos. ¿Para qué? Para proteger al menor del consumo de alcohol. El consumo de alcohol, esa práctica tan instaurada en la sociedad desde tiempos inmemoriales. Alcohol, tan difícil de conseguir para un menor como abrir un frigorífico y coger una cerveza. Una ley que al final sólo servía para que los adolescentes no pudieran disfrutar de la música en directo NI ACOMPAÑADOS DE SUS PADRES. Una ley de 2002 que aún no entiendo cómo permitimos que se creara. Puede que sea de las primeras grandezas de Gallardón. El caso es que va a desaparecer.
Leí una noticia de Europa Press que atribuía esta decisión tan importante a la propia Cristina Cifuentes: «Cifuentes permitirá acceder a menores a salas de conciertos». Ni una palabra de la plataforma ¡Queremos Entrar!, al menos en el titular. Ni una alusión a que todos los partidos políticos la apoyaron. No. Fue Cifuentes. Miserables. Con todo, es una estupenda noticia y volverá a imperar la cordura. ¿Por qué un menor podía acceder a un campo de fútbol, una plaza de toros o un macroconcierto pero no a una pequeña sala de conciertos? ¿Por qué a una fiesta de Halloween en un recinto municipal mal diseñado no es peligroso y sí ir a ver a un grupo al Siroco?
Hay quien dice que esta ley impedía el acceso a la cultura de los menores. Tampoco creo que eso sea así. La cultura está ahí, es accesible a niveles nunca imaginados gracias a Internet. Otra historia es si la juventud quiere disfrutar de esa vasta oferta cultural, quizá eso es más preocupante. Esta ley impedía una forma sana y emocionante de divertirse. Dejemos de sobreproteger a los jóvenes. Beberán, se emborracharán, se sentirán mal, llorarán, sufrirán, enfermarán, pero también disfrutarán, reirán, se enamorarán, tendrán historias que contar y recuerdos que atesorar. Y muchos de esos recuerdos pueden ser en un concierto. Todas las cosas bonitas que me han pasado han tenido que ver con la música. He conocido gente interesantísima con la que he compartido mi vida desde entonces. Y todo ha pasado en bares, en conciertos, en festivales y en la calle, rodeado de alcohol. No se trata de celebrar el acceso a la cultura. Se trata de celebrar que somos (sois) un poco más libres.
Nota: Todas las imágenes son de El Bosco, de su obra maestra «El Juicio Final» (~1482). El Bosco pintaba esas cosas porque podía entrar en las salas de conciertos.
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