NO HAY SEXTO MALO

NO HAY SEXTO MALO
Bonito con tomate / Camilo Sesto
Bonito con tomate / Camilo Sesto

 

No es lo mismo bonito que atún. La distancia entre el bonito del norte y el atún claro es la misma que va del jamón ibérico al jamón serrano: ambos provienen de especies animales primas hermanas, pero a la hora de reconvertirse en alimentos, su aspecto similar no engaña al paladar, que detecta en uno de ellos un intangible refinamiento plasmado en forma de suave textura y un sabor capaz de llevar al orgasmo a las papilas gustativas.

El bonito con tomate es uno de los platos más finos y exquisitos de la gastronomía tradicional española. Se le cita poco, menos de lo que merece. No creo que haya por el mundo muchos platos que combinen de esa manera tan exacta y deliciosa el pescado con el tomate. Aquí también tenemos el bacalao al ajoarriero, por ejemplo, pero no alcanza la clase del otro plato.

El cantante melódico Camilo Sesto fue bonito, y de bonito pasó a atún; pero mientras fue bonito, qué bonito fue. A pocos túnidos le han sentado mejor unos pantalones de campana que a él; sin embargo, Camilo Sesto fue muchísimo más que una buena percha y una cara bonita. Ha habido otras grandes voces masculinas —las de Raphael, Julio Iglesias o Nino Bravo se agolpan rápidamente en la mente—. El respeto que nos merece el alcoyano no se debe sólo a que su voz no sale malparada en la comparación; una razón de peso para trazar una línea divisoria entre Camilo Sesto y los tres citados es que él no se limitó a ser un mero intérprete, sino que además compuso la mayor parte de su propia discografía, y es prolífica. Aquellos baladones tan absolutos, categóricos y un sí es no es calentorros (“Vivir así es morir de amor” o “¿Quieres ser mi amante?” serían apenas dos gráficos paradigmas) le permitieron olfatear antes que muchos las posibilidades que le abría el fenómeno de las fans y las ventajas que conllevaba salir en uno de los pósters desplegables del Super Pop.

Estamos hablando, claro está, del Camilo Sesto multitudinario y más popular, pero no olvidamos que empezó cantando rock and roll en la década de los 60 en bandas como Los Dayson o Los Botines. En cualquier caso, su instinto o su inteligencia nunca le permitieron descuidar la calidad musical. Supo rodearse de músicos y productores más que competentes. Así, hoy día, algunos de sus discos siguen sonando lustrosos y lozanos.

Considero «Sólo Un Hombre» (Ariola, 1972) uno de los discos más poderosos de mi colección. Más quisieran muchos discos de heavy tener ese poderío (porque tener potencia no es una simple cuestión de decibelios). Viajó hasta Londres para grabarlo, a lo grande, como se hacían estas cosas entonces y no con el low-cost de ahora. Lo produjo Juan Pardo e incluye secciones de cuerda, metales, sintetizadores, coros femeninos desmelenados, percusiones exóticas, guitarrazos y arreglos orquestales monumentales. Y toda esta opulencia sonora es ideal para cocinar. Desde “Amor… amar” —la letra es obra de su amiga Lucía Bosé y el tema lo versionaron recientemente Single en un maxi ilustrado por Aramburu— a “Con razón o sin razón”, pasando por esa barbaridad que es “Fresa salvaje”, la cazuela borbotea alegre sin parar. Este álbum y este plato son de toma pan y moja. Todo bonito.

Twitter: @goghumo

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