Los sucesos aciagos no pasan por simple mala suerte, aunque Murphy pretendiera demostrar que, si algo malo tiene que pasar, pasará. Cualquiera con una gota de lógica científica en su alma no puede permitirse pensar que detrás de cada acción se halla una simple cadena de casualidades sin más. Si la tostada cae al suelo siempre por donde está untada la mantequilla es porque por ese lado pesa más. Si las manzanas caen del árbol y Newton está debajo, surgirá la Ley de la Gravedad.
Cuenta una leyenda culinaria que allá cuando el siglo XIX empezaba a declinar, un despiste de Stephanie Tatin, que regentaba el hotel familiar junto a su hermana Caroline, al sur de Orleans, dio origen a la tarta invertida más famosa del mundo. No consta qué revoloteaba por la cabeza de Stephanie para que se le pasaran algo más de la cuenta las manzanas que tenía en el fogón en esos momentos. El caso es que, como buenas intendentes, las dos hermanas optaron por intentar aprovecharlas, que en la cocina no se tira nada, así que las cubrieron con la masa y metieron el invento en el horno. Lástima que no haya testimonio de la cara que se les tuvo que quedar cuando le dieron la vuelta; ni de la quien fuese el primero en probar postre tan portentoso.
Así figura en los anales que nació la Tatin, tarta hecha a la inversa, del revés, que aparece cuando se la voltea. Igual pero diferente, como el disco blanco de los Beatles y su diabólico reverso; o como una buena versión de un tema, en la que debe percibirse el original y al mismo tiempo mostrarse una personalidad nueva. «Family Album»(Virus Records, 1993), de Surfin’ Bichos, lo ejemplifica ejemplarmente.
La selección de temas fue de una congruencia absoluta ateniéndose al imaginario habitual de Fernando Alfaro en sus otros discos. Las adaptaciones que hizo de Hitchcock, la Velvet, Cohen, los Rolling Stones y Big Star contienen ese lirismo duro, trazado con el filo de navajas albaceteñas, con el que Alfaro suele desacralizar la religión para convertir lo celestial en terrenal, en carnal; porque Alfaro, en el fondo, es un místico, un San Juan de la Cruz sin fe, de un misticismo sacrílego con el que avivar la hoguera de sus demonios.
Como si fuese una canción, una versión de sí misma, la tarta Tatin hoy, en una sus múltiples variantes, puede trocarse en salada. Y si a Jesucristo lo rodean ocho misterios, siempre reinará otro un instante antes de volcar una Tatin recién salida del horno. En la vuelta aguarda su otro ser.
Twitter: @goghumo
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