«JAVIER KRAHE. NI FEO, NI CATÓLICO, NI SENTIMENTAL» (RESERVOIR BOOKS, 2021)

«JAVIER KRAHE. NI FEO, NI CATÓLICO, NI SENTIMENTAL» (RESERVOIR BOOKS, 2021)

«JAVIER KRAHE. NI FEO, NI CATÓLICO, NI SENTIMENTAL»
Federico de Haro
(Reservoir Books, 2021)

Cuenta el escritor Julio Llamazares en el prólogo que Javier Krahe era ese juglar anarquista, aunque como se advierte en el texto, en realidad no ejercía ninguna línea política específica salvo cuando dormía. Pero no por ello se libró del veto que le impuso el gobierno socialista de Felipe González a consecuencia de aquel «Cuervo ingenuo» que le dedicara. De igual manera, se podría argumentar que fue letrista antes que músico, escritor de canciones antes que cantante, porque con lo que realmente disfrutaba era jugando con las palabras. Fue un verdadero artista de encajarlas ajustándolas a las reglas de la métrica que imponían sonetos, estrofas y demás moldes lingüísticos sin que por ello la letra final perdiera retranca o ironía alguna.

De hecho, su primera aproximación al que se terminaría convirtiendo su mundo, su vida, fue aportando letras de canciones que mandaba desde Canadá, a donde se fue con su esposa Annick,  a su hermano menor Jorge. Empujado casi por las circunstancias y por la invitación de Chicho Sánchez Ferlosio y Teresa Cano a que se uniera a ellos en unas actuaciones que daban en la sala La Aurora de Madrid, no es realmente hasta una etapa ya algo tardía que sube a los escenarios. Aunque empuñara por un tiempo la guitarra, dicen que no llegó nunca a ser un virtuoso precisamente del instrumento y, por ello, no tardaría en deshacerse de ella cuando, ya arropado por músicos, pudo dedicarse por entero a interpretar los temas frente al micro.

De todo ello, por supuesto, habla esta biografía del artista escrita por Federico de Haro, que desarrolla con detalle desde su infancia cubriendo las diferentes etapas (trabajos previos, servicio militar, la mencionada estancia en Canadá..) hasta empezar su carrera musical. Una vez iniciada ésta son muchos los apartados, no estrictamente artísticos, que quedan igualmente contemplados, como las vacaciones en Zahara de los Atunes mucho antes de que la localidad gaditana sufriera la explosión turística de la actualidad o las tertulias de ajedrez que le gustaba disfrutar una vez por semana con amigos. Para documentar todas estas diferentes facetas, el autor se ha rodeado de la aportación de un nutrido número de amigos, familiares y allegados, que le han provisto de numerosas anécdotas que han quedado desarrolladas con estilo ágil y cuidado, en un intento quizás de estar a la altura del uso exquisito que del lenguaje hacía precisamente el protagonista de la crónica.

En el capítulo musical no ha querido dejar pasar ninguno de los discos que editó Krahe sin un análisis de las canciones (principalmente las letras) que contenían estos. El hilo estrictamente biográfico se interrumpe casi exclusivamente en los intentos concienzudos por demostrar el paralelismo con el artista francés George Brassens, de cuyas canciones el madrileño fue un gran conocedor y la enumeración de animales que aparecen nombrados en sus letras.

Un libro ameno y entretenido, que arranca más de una sonrisa y que ofrece atractivos extras como la impecable edición y la presentación de las letras de alguna canciones inéditas del artista.

 

 

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