El caso de Vetusta Morla es un caso atípico hasta extremos insospechados. Debutar en formato físico a la altura de los diez años de carrera cuando muchos grupos ya están de vuelta en las suyas, han alcanzado su madurez o, en muchos casos se han disuelto (ponga cada cual el ejemplo que le convenga) tiene, como poco, el mérito de la resistencia y de creer tanto en lo que uno hace como para dedicarle una década de su vida. Pero empecemos por el principio.
Formado en 1998 por unos adolescentes que se conocían del instituto allá en su localidad de origen, Tres Cantos, Vetusta Morla toma su nombre de la tortuga que aparece en la genial obra de Michael Ende “La Historia Interminable” (1979). Como si el nombre los hubiese marcado, caminarán sin prisas, a su ritmo para conformar su personalidad. Estos cinco amigos son Pucho a la voz, David García -El Indio- a la batería, a la que se añade en los ritmos Jorge González en toda la parte de la percusión, Alejandro Notario al bajo y Guillermo Galván en la guitarra principal. A finales del mismo 1998, Juan Manuel Latorre se incorpora al grupo como segundo guitarrista, quedando consolidada la formación de sexteto.
Graban su primera demo y, como tantos otros, comienzan a curtirse en concursos locales de maquetas. Campo de pruebas y forma de ganar algún dinero o material, les sirve además de entrenamiento para una de sus grandes fortalezas: el directo. Siguen grabando algunas más, y tras una mucho más trabajada y profesional, “La Cuadratura del Círculo” (2004) Alejandro Notario abandona la banda siendo sustituido por Álvaro B. Baglietto.
Gracias a Internet y a sus trabajados directos llaman la atención de un cada vez más grande grupo de seguidores, e incluso son invitados para tocar en el festival Anti-Crise en Beirut. Grupo comprometido con diversas causas sociales y humanitarias (su apoyo a la independencia del Sahara es notoria), siempre comentan que la experiencia de Beirut fue muy importante tanto a nivel personal como profesional. Centrados en su carrera se autoeditan un EP en 2005, “Mira” (2005), con tres canciones grabadas en estudio y tres tomas de los conciertos de Radio 3, tan sólo adquirible en los directos de la banda y en su propia página web. Con ello, llenan salas como la madrileña El Sol, cosa asombrosa e inédita.
El siguiente paso sólo puede ser el disco. Como ninguna oferta parece esperarlos, deciden grabarse el disco y luego tantear el mercado. Van hasta Alameda de Cervera (Ciudad Real) a las bodegas que hacen de estudio del artista Alfredo Martínez, y terminan la grabación en los estudios madrileños Sonobox. Con el disco grabado y mezclado, comienza la búsqueda de un sello, pero las ofertas o son poco interesantes, rácanas o inconsistentes, por lo que la banda decide crear su propio sello y autoeditarse el disco.
El resultado es “Un Día en el Mundo” (Pequeño Salto Mortal, 2008). Envuelto en un packaging excepcional, con una edición especial que contiene un DVD documental sobre la banda y que en sus 2080 copias de edición especial traen una pieza de un puzzle que unidas conformarían la portada del disco, engarzado con mimo por los propios miembros de la banda. En lo musical recuperan muchas de las canciones de los pasados años y de sus grabaciones previas, hasta el punto de que se puede decir que el disco es una especie de grandes éxitos de los diez años del grupo. Y que bascula entre el pop inglés épico a lo Radiohead, y una indisimulada querencia por bandas nacionales como Maga o Los Piratas.
El esfuerzo supremo tiene recompensa. Sorprenden a propios y a extraños y se cuelan en la lista oficial de ventas (el disco es distribuido por PIAS), y su eco mediático es excepcional e inusitado. Se convierten en lo que muchas bandas desean ser toda su carrera y jamás consiguen: un grupo conocido, con repercusión, que aparece en los medios, sin ceder ni un milímetro en su libertad creativa. Agotan semanas antes las entradas para la presentación madrileña del disco en Joy Eslava, un hecho en manos de muy pocos grupos y mucho menos españoles, debutantes (de esa manera) y con un recorrido más o menos indie.
El grupo presenta el disco a lo largo de todo el país con similar respuesta y en muchos festivales de verano, donde su masa de seguidores y fieles es cada vez más notable.
“Un Día en el Mundo” tuvo una de las acogidas más cálidas de los últimos tiempos dentro de la escena independiente nacional. Las ventas se disparan y Vetusta Morla llegan a un público masivo y se alzan con múltiples galardones, entre ellos tres Premios de la Música y cuatro Premios de la UFI.
Su continuación llega en el 2011, “Mapas” (Pequeño Salto Mortal, 2011) es grabado en los estudios Gárate (Guipúzkoa) y Sonobox (Madrid) con Manuel Colmenero y Javibu Carretero entre diciembre de 2010 y abril del 2011. Un disco mucho menos inmediato que su predecesor en el que se dejan llevar por la naturalidad, la quietud, la sencillez y las melodías menos directas. Si su debut estaba marcado por la épica, los estribillos y un enjambre de guitarras enmarañadas, aquí nos encontramos con una huída hacia adelante, con que la banda amplía su campo de acción y evita repetir esquemas que funcionaron anteriormente.
El 31 de mayo y el 1 junio de 2012 Vetusta Morla actuan con la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia en el Auditorio Víctor Villegas de Murcia a favor del conservatorio, que quedó fuera de uso por los desperfectos causados por el seísmo que afectó a la localidad el 11 de mayo de 2011. Como recuerdo se publica el disco digital «Vetusta Morla & Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia» (Pequeño Salto Mortal, 2012).
En 2013 presentan «Los Ríos de Alice» (Delirium Studios / Pequeño Salto Mortal, 2013). Se alían con el estudio de videojuegos Delirium Studios para coproducir «Los Ríos de Alice», una aventura gráfica para smartphones y tablets basada en las letras y la música del propio grupo, que ha compuesto su banda sonora.
En esta nueva andadura la música ha inspirado la creación de un videojuego que, a su vez, ha inspirado su banda sonora. Vetusta Morla afirman que «involucrarse en un proyecto como este supone salir fuera de la zona de confort habitual de un grupo de rock y adentrarse en una nueva vía de creación musical, un nuevo modo de involucrarse en una obra de arte mayor en el que la música es solo una parte del todo«.
Un año después llega «La Deriva» (Pequeño Salto Mortal, 2014). Un trabajo con el que anuncian grandes cambios, un acercamiento a la crítica social saliendo de su «zona de confort«. De ahí ese título, esa deriva… «La deriva es la idea de un tránsito intermedio entre un “crack” y un punto de llegada, casi siempre desconocido. La deriva como espacio donde el cambio y la transformación son posibles, asumiendo al mismo tiempo temores, miedos, nostalgias y esperanza por el tiempo que se aproxima».
Esa deriva es el hilo conductor de las doce composiciones, de nuevo producidas por Manuel Colmenero y Javibu Carretero. Un disco con un peor acabado que los anteriores, más austero en arreglos e instrumentaciones, más contenido.
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