“No me gusta el blues / quiero pasta / Si he estado loco / lo he olvidado”. Quien así de tajante se mostraba era Jorge Martínez de Ilegales en su tema “No me gusta el blues”. Aunque añadía además que tocando blues con blancos y negros sólo había conseguido tener en propiedad la miseria. Es de imaginar, dada la solvencia del asturiano con la guitarra, que su queja tiene más de crítica al mundo que lo rodea que de verdadera animadversión al género, como sí parecía ocurrirle, por ejemplo, con los pasodobles. De todas maneras, semejantes contundencias no vienen sino a reflejar el sentir de la mayoría de los profanos en la materia, que asocian la pasión por esos palos indefectiblemente a una condena, al menos en lo que a posibilidades de subsistencia se refiere, para el artista. Cuando abordamos a Miguel Ángel –Johannes Winter– que lleva mucho tiempo en estos negocios y sabe mucho más del género, su respuesta resulta cuando menos esperanzadora: “Curiosamente, el circuito blues, aunque teóricamente menos accesible, cuenta con un público bastante fiel y está bastante organizado. También pagan de forma más regular. Quizá la gente sabe más lo que va a escuchar y eso incrementa la fidelidad”. Menciona además que el número de clubs y festivales especializados a lo largo y ancho de la geografía nacional es bastante alto. Concluye: “Humildemente y con mucho esfuerzo, pero se puede vivir con dignidad”.
Y hablando precisamente de gente que sabe lo que va a escuchar, cabe destacar que The Black Cat Bones, el grupo en el que Johannes tocaba el órgano, tiene su origen en un círculo de verdaderos aficionados del género, de auténticos iniciados en la materia, que ponían a prueba su fanatismo por el blues, compitiendo en purismo en un foro de Internet (“se hacían purgas de los ‘infieles’”). En aquellas pruebas “ganaba siempre David García, el armónica (apodado también Jomeini entre amigos). Nos llegaron a llamar la ‘Yihad’ del blues, por el purismo exacerbado (que luego no se trasladaba necesariamente al repertorio, cargado de blues y soul)”. David había llegado a Madrid desde Gijón, donde había militado en The Blueskeepers, los Pussy Lovers, Los Osos y McCoyson. Goyo W. Elvira (guitarra), Kino Domens (batería), Javi Lozano (bajista) habían sido compañeros de Informática. Los tres acreditaban ya un amplio historial de grupos en los que habían tocado: Goyo, de ascendente rock, había tocado con Obsolette y Entró Cadáver; Kino en grupos como PDo Negro, Hexensabbat, Bizarres and The Pistachos Company, Mr. D Blues Project y Doctor Yerba. En estos dos últimos combos también había estado Javi, que había pasado siete años en su primera banda: Los Guilartes. También llegó a simultanear su pertenencia a The Black Cat Bones con el Trío Acento.
Por su parte Johannes, como David, había colaborado puntualmente con uno de los grupos de mayor solera en la escena blues madrileña: La Tonky Blues Band. Las primeras experiencias de Johannes son en Madrid, como guitarrista de Miembro y Lou. Desde The Black Cat Bones sin embargo, dice no separarse de su Hammond.
El cantante del grupo, Mike Moratilla, venía de Canadá. “Un auténtico romántico que llegó a vivir en la calle tocando canciones”, lo define Johannes. Llegó a España en busca de su padre, que le había abandonado a él y a su madre, y tras el reencuentro se puso a trabajar de carpintero con él. El refuerzo final llega de la mano de Sergio –Taylor– Vuelta, que se encarga de la guitarra. Presentado como amante del hard rock, The Black Cat Bones suponía la banda con la que, tras varios intentos que no fructificaron, asentaba su Fender Stratocaster y su entonces recién estrenada Gibson SG.
Las connotaciones gatunas del nombre tienen su origen en “un tema recurrente en el blues por Muddy Waters”, por lo que la coincidencia con el de un respetable número de bandas desde los 60 no resulta una sorpresa. Probablemente sonría Johannes cuando nos cuenta: “(…) era descojonante cómo nos llamaban en los garitos y en los pueblos: The Black At Bones, The Black Jamons, etc”.
Las actividades del grupo comienzan en febrero de 1999, en un concierto que tiene lugar en Navaluenga, donde Goyo jugaba en casa. Johannes no pudo estar en tan insigne ocasión: “Yo me lo perdí porque Tonky de la Peña (Tonky Blues Band) me pidió que le acompañara al festival de Blues de Cazorla haciendo de ‘pipas’ para Mick Taylor -guitarrista con John Mayall y los Rolling y auténtico ídolo, no me lo podía perder, aunque luego me valiera muchas coñas”.
Graban una maqueta titulada “Sellin’ Bikes” (2000) de forma casera en los estudios de Andrés -Bat- Batista, en unas sesiones de las que Johannes nos dice recordar un ambiente “descojonante”, ni exento de alguna que otra situación peligrosa. El resultado de la grabación se distribuiría, a modo de promoción de la banda, por garitos y clubes.
A principios del año 2001, Mike regresa a Toronto, dejando al grupo con la tarea de buscar sustituto al micrófono. Contactan con Big Mama Esther a través de un anuncio. Con ella, y con su voz tan personal inician un giro hacia sabores más soul. “Las canciones de Aretha Franklin salían como la seda con ella, así que el sonido se reorientó de forma natural”, nos cuenta el organista de la banda. Aunque no de forma definitiva, se abandonan así los aires de rock de los 70 que impregnaba la participación de Mike.
En diciembre de ese mismo año, asentados tras el mencionado cambio, se disponen a grabar su disco sencillo “Second Attempt” (The Black Cat Bones, 2001), con título en mención explícita a su segundo paso por el estudio de grabación. El trabajo, presentado con información prolija sobre la banda y sus componentes, contenía cuatro temas de factura intachable, como muestra de la mezcla de estilos que eran capaces de componer.
La grabación del disco no tuvo nada que ver con la de la maqueta anterior. En esta ocasión se trabajó con un productor profesional, en los estudios de la escuela de música 21st Century Music de Jaume Pla. Johannes conocía ya las instalaciones porque fue allí donde dio clases de guitarra. La autoedición fue la única solución tras la negativa de las discográficas a las que acudieron. Johannes dice que recibieron buenas palabras, añadiendo además: “Ahora te diría que me sorprende que con alguna de nuestras cartas de presentación juveniles, tipo ‘Si no habéis tirado aún este paquete a la basura, capullos, escuchad este CD’, no nos escupieran a la cara. Un EP es muy difícil de publicar, particularmente no siendo una banda comercial ni cantando en español. Nos quedaba mucho por aprender y madurar, pero esas grabaciones fueron una escuela muy importante.”
Definidos como una banda esencialmente democrática, según nos confiesa Johannes, Goyo era «lo más parecido a un lider«. En la etapa inicial fueron principalmente Goyo, Kino y David los que orientaron la banda. A medida que fue pasando el tiempo, el propio organista, fue adquiriendo cierto peso por su participación en la composición de los temas. En el disco, tres de las canciones eran suyas.
De su escrito promocional y de presentación de la banda en el CD, queda claro cuáles eran los objetivos de la propuesta: “Una banda que rescata lo mejor de la música negra en casi todas sus vertientes y derivados, para fundirlo bajo su particular visión en el sonido personal que les caracteriza”. Sobre el escenario, en el que reconocen jugar un papel fundamental la presencia de Esther, presentaban un repertorio en el que abundaban las versiones de lo grandes del soul: Wilson Pickett, Otis Redding, la ya mencionada Aretha Franklin, el blues de Muddy Waters o Freddie King y el rhythm’n’blues de J. Geils Band. Como referencias de la componente de rock sureño, ellos no dudan en apuntar a Black Crowes o Lynrd Skynrd.
De los tiempos de “carretera y aprendizaje tocando con los Black Cat Bones”, Johannes recuerda haber encontrado como público más asiduo y fiel a un colectivo de lo más inesperado: la policía, “que solía cerrar los conciertos bastante antes de la hora. Es lo que suele pasar cuando empiezas tocando en los garitos menos habituados a dar conciertos. Pero es un callo muy necesario, y aprendes humildad a base de leches”.
The Black Cat Bones acaba el año 2005. Johannes, que nos ha asesorado en la trayectoria del grupo señala “cierto estancamiento a la hora de buscar conciertos” como causa principal para disolver la banda.
A pesar de lo corto de la trayectoria del grupo, The Black Cat Bones supuso un entrenamiento indispensable para muchos de sus integrantes, que continuaron luego en proyectos posteriores. De hecho, casi en paralelo, a finales de 1999 y comienzos de 2000 el núcleo formado por Goyo, David, Johannes y Kino monta, junto con Vladi Olmos a la voz y Martín Molina al bajo un proyecto similar llamado Alias Blues Gang, banda con la que se “hincharon” a hacer conciertos. Una vez disuelta la misma, y siguiendo vertientes ligeramente diferentes de blues clásico, David acompaña, por un lado, a Vladi en un dúo de acústicos en su versión más cruda (y pura si se quiere) y a Goyo, Johannes y Kino por otro para formar, The Blind Lemons, conjunto en el que hará las veces de cantante, aunque para ocasiones puntuales no han dudado en recurrir de nuevo a la voz de Big Mama Esther. Algo más tarde Goyo, Johannes y Kino se embarcaron en Screamin’ Witch Doctors, banda de propuesta alejada ya de los parámetros de los proyectos anteriores.
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