Esta no es una biografía, apenas es media, tal vez menos. Y es que Rosa María García Lobo ha grabado discos con diferentes nombres, aunque sería con su apellido materno, ya al final de su trayectoria, cuando conseguiría su mayor reconocimiento.
La voz de hierba y agua de Rosa María vendría al mundo en 1945 en la parroquia de Boo, en el concejo asturiano de Aller y desde muy joven comenzó a cantar. Para los chavales de la escuela, escuchar aquella voz que sonaba desde dentro de su casa formaba parte del recreo, según recuerda todavía hoy alguno.
Sus primeras actuaciones las hizo como Rosa María Patallo, tomando el segundo apellido de su padre, un minero de Aller. Con este nombre ganó el concurso “Rumbo a la gloria” de Radio Asturias. De ahí a Madrid para cantar en un concurso nacional de la Cadena SER, presentado por la estrella radiofónica José Luis Pecker.
Ganó la edición 66 del programa de nuevos talentos, “Salto a la Fama” y editaría un par de discos bajo el nombre de Rosa Mar. Aquel microsurco no tendría continuidad y en 1968 volvería para especializarse en temas de origen sudamericano, especialmente los procedentes del autor argentino Atahualpa Yupanqui, de quien se convertiría en auténtico altavoz. También prestó su voz a los versos de Neruda o de su paisano gijonés, Mauro Muñiz. En ese momento su nombre artístico era Maya. Esta larga etapa folk, en la que dejó varios LP para RCA e Hispavox, se extendió durante buena parte de la década de los 70, pero con periodos de ausencia y sin llegar a escapar en ningún momento de los circuitos de la especialidad.
En 1979 va a iniciar la parte más breve e intensa de su carrera, ya bajo el nombre de Rosa María Lobo. Los directivos de Zafiro van a ver en ella grandes posibilidades de ser la continuadora de cantantes como Mari Trini o María Ostiz. El tándem Pablo Herrero – José Luis Armenteros van a componer para ella y se materializara en “Rosa María Lobo” (Zafiro, 1979). Este es un long play intimista, con canciones de gran sensibilidad y una voz de magnífica madurez. Temas como “Alma de gaviota” o “Dejó volar sus manos sobre mí” se escuchan con asiduidad y esta renacida cantante innata, deshoja los temas melódicos como una maestra, sin perder en varios de ellos ese inconfundible aroma asturiano.
La consecuencia principal de aquel primer disco con su verdadero nuevo nombre fue su selección para representar a TVE en el festival de la OTI con la canción “¡Viviré!” (Zafiro, 1979), que sería gracias a aquella participación su tema más conocido y vendido. Entonces va a editarse un falso segundo LP de tirada breve con el mismo título festivalero. Y digo falso, porque en realidad se trata de una reedición de su citado primer LP al que se le añadió el tema de la OTI.
Al año siguiente, la cantante asturiana grabará y editará un nuevo trabajo, también denominado con su propio nombre: “Rosa Maria Lobo” (Zafiro, 1981). Una obra bien producida y modernizada en la instrumentación respecto a sus anteriores producciones. Canciones de arreglos ligeros y querencia comercial que no llegarían a destacar y supondría el final de su relación con Zafiro.
A mediados de los 80 formaría dúo con el cantautor argentino Walter Suárez, con el que realizaría sus últimas grabaciones y ediciones discográficas.
Rosa María Lobo ha seguido poniendo su voz cristalina en actuaciones, convirtiéndose en un referente de la cultura asturiana y conduciendo un programa en una cadena televisiva de su región. Se retiraría definitivamente de las tablas en 2003. Visto con frialdad, Rosa María Lobo ha sido una de las grandes voces femeninas de la música española, un tanto perjudicada por su dependencia de diferentes autores y su paso por distintas discográficas en las que cada vez cambiaba nombre y estilo. Con todo, una pureza vocal como pocas, de la que merece la pena seguir disfrutando.
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