Monstruo afirman que su proyecto se basa completamente en la obra de Lev Manovich sobre la contemporaneidad hipermoderna: “El espacio vital privado ha adoptado los modos de la objetividad, y es neutral y sin valores, como si fuera un espacio que uno se ha encontrado y no algo que se ha diseñado de manera impecable. El mundo externo, mientras tanto, se ha subjetivado y traducido en un cambiante collage de manías y caprichos. Es lo que se puede esperar de una cultura dominada por el sistema de distribución, que existe, después de todo, no para hacer cosas sino para venderlas, para apelar a los impulsos, gustos y deseos individuales. En consecuencia, el ámbito público se ha vuelto un depósito colectivo de los sueños y de los diseños en los que el yo necesita refugiarse”.
Según ellos, la única manera de continuar la tradición del rock and roll es olvidarse de cuánto cobras y de que “no estás realmente tocando para chavales jóvenes entusiasmados, sino para aburridos jóvenes adultos. Y se vuelve un reto intentar moverlos, reventar sus cerebros, poner algo cortante en la atmósfera usando lo que es ahora una herramienta social tecnológicamente primitiva, la guitarra eléctrica”.
Hasta el momento, es complicado dilucidar si realmente su música tiene el contenido que su discurso pretende, pero encaja con lo que desde Discos Porno, su sello, llaman “estética del fracaso”. Lo atribuyen al clima social de Ourense, que lleva a que la única salida del tedio sea la auto organización y la Biblioteca Pública. Siguiendo esta tendencia, en el sonido de Monstruo se captan ecos de la voluntad art-rock de Sonic Youth, Talking Heads, Lydia Lunch o DNA.
Los componentes del grupo encajan con esa línea, dada su formación artística y/o académica. Theo Ziz (guitarra y voces, también en Uzumaki) cursó estudios de Filosofía y Biología, pero adopta en Monstruo un punto de vista más próximo a lo segundo. Su obsesión por lo orgánico se hace patente en la serie de referencias médicas y fisiológicas que atraviesan las letras de algunos temas (“La asepsia nos hará felices / dibujemos cicatrices” canta en “Ley de dependencia” o el homenaje a Henrietta Lacks en “HeLa”), que contrastan con el caso de Uzumaki, donde sus letras tienden a la metafísica (“Piensa los seres humanos tal vez somos demasiados”). Yoni Colombo (bajo) es técnico en mecánica y electrónica y experto en arte povera, marcando una querencia de la banda a trabajar con aparatos y materiales encontrados. Es una tendencia que también sigue Roberto González (guitarra y voces), universitario actualmente terminando su tesis en Comunicación Audiovisual sobre nuevas pantallas, en la línea de Gilles Lipovetsky. Por último, el batería Cibrán Tenreiro es ingeniero de sonido y, junto con Gabriel Rebollo, ha sido el artífice del sonido del grupo.
Precisamente el sonido lo-fi llama la atención poderosamente en la primera referencia de Monstruo, «Monstruo #1» (Monstruo / Porno, 2012), aparecida a principios de 2012. Fue grabado en un polígono industrial, según Tenreiro, para “conseguir una obra, en palabras de Fiske, ‘semióticamente democrática’, es decir, que delegue la producción de significados y placeres en sus espectadores”. Es decir que apenas es posible distinguir los instrumentos en la mezcla. Los ruidos metálicos se acumulan sobre lo que a veces parecen estructuras pop (“Implosión”), otras, sonido noventero a lo Mudhoney (“Ballet mecánico”) y, la mayoría, punk oscuro (“Chick-a-boom”, “Una fiesta”). Los que se descargaron el álbum encontraron la pista oculta “Campeón”, quizás la más radical de sus propuestas, que incluía collages de eslóganes publicitarios y una frase que marcaba su posicionamiento generacional: “Nunca seamos como nuestros padres”.
Su siguiente grabación, titulada «Monstruo #3» (Porno, 2013) en un alarde de su extraño sentido del humor (“entre el absurdo dadaísta y la estupidez más profunda”, según rezaban las notas del disco), conecta directamente con aquella rabia juvenil. Se renuncia al tipo de producción del primer álbum, quizá por la entrada del citado Gabriel Rebollo, que co-produce con la banda y aporta percusiones. Además, el número de capas de la música crece sensiblemente para un disco caótico casi hasta la incoherencia, sin un hilo conductor en estilo ni en sonido, al contrario que unos directos más claramente noise-punk. Así, “Ciclos y hormonas” intenta recoger el espíritu del 77 (“no hubo futuro, dudo que lo vaya a haber”) volviendo a los riffs de dos notas de los Modern Lovers, mientras “Toni Colombo” se acerca al rock progresivo vía Can, a los que lanzan un guiño en la letra (“e cando xa estás que non sabes o que fas, ves que o cabrón convertiute nun can”). Hay momentos muy apreciables (la atmósfera agobiante a lo Flipper de “Si”) y experimentos de dudosa categoría como “Macroeconomía (aplicada)”, en la que llevan al extremo las posibilidades de la posproducción digital.
Después de un tiempo ocupado por sus proyectos paralelos (además de Uzumaki, González y Tenreiro forman el dúo Esposa, que se encuentra actualmente acompañando las apariciones escénicas de la poetisa Eba Reiro), terminan el 2014 con una actividad frenética, preparando nada menos que tres splits en cassette, con Avecrem, Travesti Afgano y Vietnam.
Comentarios